A finales de octubre o principios de noviembre  de 2013 recibí un correo-e, en el cual un tal Juan Botella lo encabezaba apelando al vocablo SOS, o algo así. Al leerlo, me percaté que se trataba de un ciudadano de la comarca de Los Serranos (provincia de Valencia) que me sugería si podía impartir una charla/coloquio sobre los tres trágicos incendios que habían devastado parte de sus paisajes durante los meses de Julio, Agosto y Septiembre de 2012. Es decir lo que solicitaba era que hablara del considerado azote del fuego en los ecosistemas mediterráneos. Como sabeís es un tema del que ya hemos explicado muchas cosas en post previos (ver relación de entregas al final de este). Sin embargo, tanto el grito de socoro como el tratarse de explicar lo que ocurría a unos vecinos casi vencidos por esta tragedia, me  llamaron lo suficientemente la atención como para aceptar el reto. No me arrepentí. Sin embargo, en esta ocasión, los bosques quemados no eran monocultivos industriales de coníferas producto de repoblaciones forestales, sino la invasión de los espacios agrarios por coníferas tras el éxodo rural hacia las ciudades producidos en gran parte de España desde la década de los años sesenta del Siglo XX. Hablamos pues de otro gravísimo problema a los que se enfrentan muchos países de la cuenca mediterránea, es decir que no solo afecta a España. Suele hablarse de este proceso como dedesertización rural. Del mismo modo os narramos que tal mecanismo de ¿degradación ambiental? (así me atrevo a denominarlo, aunque muchos no estarán de acuerdo conmigo) aqueja a amplias extensiones territoriales, de los ambientes mediterráneos, y más aún aquellos cercanos al litoral, ya que allí la naturaleza no pueden entenderse sin la recurrencia periódica del fuego, ni los policultivos mediterráneos que evolucionaron con ellos durante gran parte del Holoceno. La mañana del día del evento, acompañado de varios habitantes de la zona, recorrimos parte de los paisajes asolados por las llamas. Durante la tarde, en la charla y coloquio (acompañado de otros dos conferenciantes), les expuse mis puntos de vista y posibles soluciones. Pero vayamos al grano, por cuanto no resulta difícil de entender el meollo de la cuestión.

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Pinar calcinado. Foto Juan José Ibáñez

Todas las fotos que a continuación mostramos fueron tomadas en un pista sin asfaltar que partía de la carretera entre Villar del Arzobispo (Villar de Benaduf) y Gestalgar, aunque próxima a esta última localidad. Debido a la alianza milenaria indisociable entre hombre y fuego, cuando el sistema se altera, la respuesta puede ser dramática. En este caso (…)

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Paisaje tradicional de los Serranos. Foto Juan José Ibáñez

Debido a la alianza milenaria indisociable entre hombre y fuego, cuando el sistema se altera, la respuesta puede ser dramática. En este caso, la migración de una buena parte de la población a las ciudades deja como secuela, parcelas y predios abandonados que a la postre se irán colonizando paulatinamente por la vegetación: ¿natural?. Y sobre las antiguas terrazas abandonadas (bancales) crecieron con vigor los pinos alepos o carrascos (Pinus halepensis), amantes del fuego. Es decir, se trata de especies que propician (mediante diversas estrategias) ser pasto de las llamas con vistas a asegurarse su supervivencia. Y allí, como en toda la cuenca mediterránea, este tipo de pino crece con vigor. La población, cada vez más envejecida, no puede limpiar el monte de hojarasca ramas y maleza en general, a la par que no les corresponde por cuanto se trata de propiedades privadas.

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Parcela de algarrobos rodeada de pinares de pino carrasco quemados. Foto Juan José Ibáñez

 Insistimos una vez más (ver referencia de post anteriores al final de este) que la revegetación natural en estos ambientes resulta ser un riesgo, ya que “lo natural” ha residido en un espacio geográfico constituido por parcelas con cultivos muy diversos, que fragmentaban los restos de vegetación natural (pinares o no) en un mosaico teselado, enormemente rico en agroecosistemas de la más variada índole. En consecuencia la propagación de las llamas que antaño se veía interrumpida por tal estructura paisajística, se encuentra ahora favorecida al coalescer las áreas en las que prospera el pino, en muchos casos antiguas y fértiles terrazas.  Como corolario, en los años secos y ventosos, especialmente tras otros más húmedos y benignos, la posibilidad de que ocurran estos desastres ambientales dependerá de las veleidades climáticas. Y como tres olas mensuales de fuego los campesinos vieron como sus montes ardían en Villar del Arzobispo (Villar de Benaduf), Gestalgar y otras localidades de Los Serranos extremo sur meridional del Sistema Ibérico (abajo os muestro también unos párrafos extraídos de Wikipedia). Los entrañables lugareños comentaban que los niños quedaron traumatizados, como poco tiempo después observé en una muestra de sus dibujos escolares.

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Pinares calcinados. Foto Juan José Ibáñez

Observando un pinar calcinado, un manto de cenizas blancas (sin materia orgánica) cubría el grueso horizonte órgano-mineral oscuro en el que no existía rastro de combustión alguna, aunque no es descartable la formación de agregados hidrofóbicos (repelentes al agua) debido a la transformación de algunas sustancias húmicas del medio edáfico. Afortunadamente, las lluvias otoñales no debieron ser intensas, ya que no se detectaba erosión superficial o en surcos.

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Pinar calcinado en terrazas abandonadas. Foto Juan José Ibáñez

Las fotos que obtuvimos muestran tanto el paisaje tradicional como los pinares calcinados, incluidos los de terrazas. Nótese que el fuego barrió un pinar justo ante un olivar, otoñalmente reverdecido sin entrar en él mismo. En otra foto mostramos un ejemplo adicional en el que las llamas arrasaron los pinares que bordeaban una parcela en la que se cultivaba el algarrobo, sin hacer mella alguna en esta plantación.  Todo ello vuelve a constatar como el paisaje mosaicista típico de la agricultura tradicional mediterránea resulta ser mucho más resiliente al efecto del fuego que los cultivos “naturalmente revegetados” o los monocultivos de coníferas de reforestación.  Las fotos fueron tomadas en un pista sin asfaltar que partía de la carretera entre Villar del Arzobispo (Villar de Benaduf) y Gestalgar, aunque próxima a esta última localidad.

El primer error de muchos ciudadanos reside en considerar que toda revegetación natural resulta ser una bendición. El pecado capital de nuestros gobernantes deviene en reforestar con estas especies amantes del fuego, por su rápido crecimiento. Y ante esta tesitura poco pueden hacer los campesinos tras la desertización del agro mediterráneo.  Pero dicho esto, y ante la cantidad de sandeces que escucho como estrategias paliativas (si unas pocas se me antojan acertadas, como los fuegos prescritos o el pastoreo bien gestionado del monte y cortafuegos) cabria hacerse la siguiente pregunta.

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Pinares calcinados. Foto Juan José Ibáñez

Tras iniciarse la crisis económica que afecta a España, por la que miles de ciudadanos urbanitas, y en especial muchos jóvenes amantes de la naturaleza, se encuentran desempleados, ¿no sería el momento oportuno de brindar a muchos de ellos la posibilidad de llevar una vida más saludable en el campo? ¿No pueden adoptarse políticas eficaces, para que de paso estas localidades puedan retornar a bullir de vida infantil?.  Tal modo de proceder propiciaría que las antiguas tierras y en especial los bancales fueran limpiados de maleza y puestos en cultivo. Turismo rural, agricultura ecológica, cooperativas solidarias (es decir que no busquen simplemente el lucro de unos pocos listillos que medran a costa del grueso de la población) e iniciativas varias paliarían, tanto este desajuste ecológico, como el desempleo urbanita.  Eso sí, se necesitan incentivos por parte de las autoridades. Empero ya sabemos que bajo el neoliberalismo salvaje, se prima el saqueo frente a las políticas sociales. Y aquí nos encontramos.

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Olivar respetado por el fuego; al fondo pinos calcinados. Foto: Juan José Ibáñez

Iré agradeciendo a todos los amigos que allí hice, conforme sigamos en contacto, todo lo que aprendí más que enseñé. Posiblemente esto sea el inicio de (…) Gracias Juan, por haberme brindado la oportunidad de conoceros.

Juan José Ibáñez

Seminario: “Entorno Al fuego”. Nuestros Parajes

Título de la Charla: Historia del fuego en los ecosistemas mediterráneos: “los paisajes rurales y la política forestal en España.”

Wikipedia

Villar del Arzobispo es un municipio de la Comunidad Valenciana, España. Pertenece a la provincia de Valencia, en la comarca de Los Serranos a 50 km de la capital.

Situado en la cuenca izquierda del río Turia en una planicie, poblada de cepas de vid, que se va elevando hasta la falda de la cercana montaña.

 Por el extremo septentrional penetran algunas ramificaciones de la sierra de Andilla, perteneciente al Sistema Ibérico, y con sus pliegues orientados hacia el sureste. Destacan sobre el piedemonte los cerros de (…) materiales calizos. El principal accidente hidrográfico es la rambla del Villar, conocida también como de Higueruelas o de la Aceña, que viene del término de Andilla y se una a la rambla Castellana en término de Casinos para desaguar más tarde en el río Turia (…).

 Su clima es mediterráneo seco.

Esencialmente agrícola. Entre los cultivos predominan los viñedos, cereales, olivos, y extensiones menores a frutales, almendros, algarrobos, higueras y legumbres. El vino, clarete y blanco, (…), es la principal fuente de ingresos de los agricultores y goza de buen prestigio en el mercado valenciano. La riqueza ganadera, muy importante en épocas pasadas cuenta hoy con cabezas de ganado lanar, porcino y aves en granjas. Su industria es bastante escasa y se limita a la elaboración de productos agrícolas (vino, aceite, harina) y a la explotación de las minas de caolín, creta y arcilla que existen en el término.

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El Origen del Clima Mediterráneo y su Sensibilidad a los Cambios Climáticos y la Acción Antrópica (Repercusiones Sobre la Edafosfera)

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7 comentarios

  1. En mi comarca, Sanabria, al igual que en La Cabrera, El Bierzo o Los Ancares Leoneses; el bosque reclama los espacios inútiles, y se abalanza sobre los prados hasta las puertas de los esqueletos silíceos de las casas vacías. Los veraneantes, descendientes de padres que partieron en busca de un trabajo urbano, apuran sus cubatas en el bar ajenos al zumbido de las avionetas anti incendio. Sólo se lamentan por tener que regresar a la urbe con el fin de la quincena estival, aquellos claro, que todavía han podido venir.
    Ahora muchos ven la lógica y una vida más eficiente en el regreso, pero aún no figuran en las listas de animales en extinción y el agobio de las cuentas congela a cualquiera. Los que aún quedan, este año no han sido contratados para las cuadrillas forestales y miran con recelo hacia su monte parque protegido por la administración.
    Aquí están las piezas, tan sólo falta la intención desde las “altas estancias”, para regenerar el tejido social en las zonas rurales y entonces, las vacas volverían a fertilizar los prados, los bosques arderían menos y los niños correrían por las calles, sabiéndose más felices con menos cosas, pero claro ¿quién iba a alimentar el fuego financiero?

    Gracias Juan José por tu blog y conocimiento

  2. Hay una manera sencilla de replantear el problema de lo que se ha dado en llamar conservación de la Naturaleza sobre una visión en el que el ser humano es algo ajeno a ella.
    La idea es caracterizar termodinámicamente ecosistemas y agrosistemas. Desde el suelo mineral yermo como máximo de entropía, y el suelo cubierto de vegetación con el máximo de combustible (y el máximo de gradiente) y por tanto con el mínimo de entropía.
    Por definición, en el máximo de entropía la combinación energía solar, suelo, agua y vida, solo puede disminuir la entropía aumentándose la vegetación. En el mínimo de entropía, con una cantidad máxima de vegetación, el sistema es inestable y todos sus grados de libertad apuntan a un aumento de entropía, ya sea por descomposición o por combustión.
    Un sistema agroforestal o cualquier otro sistema vivo queda caracterizado termodinámicamente con un sistema de entropía estacionaria, en otras palabras, a un equilibrio ecológico. Lo interesante del caso es que estos sistemas abiertos o incluso cerrados no tienden a aumentar la entropía, algo a lo que sí están condenados los sistemas aislados, sino a un estado estacionario en el que el ser humano no solo tiene cabida, sino que puede representar una pieza fundamental del agrosistema.
    Esta caracterización, por su simplicidad y su carácter objetivo, podría suponer una forma de vertebrar la interdisciplinariedad y propiciar la colaboración y coordinación de los diferentes actores técnicos e incluso políticos. Hay que tener en cuenta que a efectos termodinámicos, podemos prescindir en buena medida del conocimiento completo de la complejidad de los sistemas.
    Un saludo

  3. Vale, Vale!!!!! Gaia, OK. Sin embargo, en este caso concreto me quedo con la perspectiva más humana que nos ofrece Ivan, más aun cuando con independencia de constructos teóricos la desertización rural es un problema humano y ambiental de primera magnitud que pagaremos todos. Un abrazo en cualquier caso.
    Juanjo

  4. Aquí en la comarca para muchos de nosotros, la atención e intervención del Dr.Ibañez fue como una tirita en un quemado de segundo grado al 60%.
    Lo que no sabíamos es que era una tirita mágica que aunque de pronto no sanó la quemadura si comenzó a sanar nuestros corazones y es que la mejor medicina es el amor y el conocimiento, y de eso Juanjosé va sobrado.
    Gracias maestro.
    Seguimos.
    J.V. Botella
    Aunque de adopción cada vez más serrano.

  5. Muchas Gracias Juan por tus palabras.
    Sabéis sobradamente que tras aquél evento nació una muy buena amistad con muchos de vosotros y pronto nos volveremos a ver por allí.
    Un fuerte abrazo.
    Juanjo

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