Antonio Bello Pérez: Una Vida Dedicada a la Ciencia del Suelo, el Medio Ambiente, la Agricultura Ecológica, la Nematología, y la Investigación Participativa

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Antonio Bello Pérez. Fuente: Econoticias

Allá por el año 1978 un antiguo y entrañable profesor de biología cuando yo tenía 12 años, me presentó a Antonio Bello. Agustín Sánchez, que así se llamaba,  me insistió que realizara la tesis de licenciatura con él.   Gentilmente, Antonio Bello me llevó a un despacho del antiguo Instituto Nacional de Edafología y Agrobiología (CSIC), seleccionó más de diez libros en inglés de sus estanterías, los puso encima de una mesa y espetó: “aquí tienes”, léete esto y seleccionas un tema para tu trabajo, si no sabes hacerlo te vas. Tras ver miles de hojas en inglés sobre nematología, disciplina de la que desconocía todo, se me cayó el alma a los pies.  Pero como en algunos aspectos me parecía a él, a las dos semanas leyó mi propuesta, mirándome con una cara resplandeciente, como de complicidad. Cuatro semanas después ya estábamos llevando a cabo el primer muestreo de campo, discutiendo sin parar, a veces agriamente, ante el asombro de mi Padre, que nos había llevado en auto hasta allí (ni él ni yo tuvimos nunca carnet de conducir). A los dos meses ya impartía mi primera conferencia y publicaba los primeros estudios.

No os voy a hablar mucho de las indagaciones científicas de Antonio, ya he editado muchos post acerca de sus pesquisas, como podréis observar a final de este. Tarde y mal me informaron hace unos tres días que mi entrañable maestro había fallecido. Él me inició en el mundo de la ciencia, él me enseñó a analizar la investigación bajo una óptica crítica,  el me enseñó a no dejarme llevar por las modas de la ciencia, el me enseñó tantas cosas que no puedo narrarlas aquí.

La vida de Antonio Bello estuvo totalmente centrada en el mundo de la ciencia, plenamente dedicada a sus campos de investigación, así como a ayudar hasta la extenuación a aquellos que colaboraban con él, pero también bajo la premisa de que el objetivo final consistía en mejorar la vida de los ciudadanos en las materias de su competencia, y no a alardear de CV. Fue galardonado con tantos premios Internacionales y Nacionales como para no poder detallároslo aquí. Luchó contracorriente y enfrentándose sin contemplaciones contra aquellos que nos quieren vender gato por liebre.  Y así por ejemplo llevó a cabo muchos estudios con los campesinos, decenios antes de que se acuñada el vocablo de investigación participativa.

Antonio no dejaba indiferente a nadie, para bien o para mal. Persona que atesoraba un temperamento enormemente singular, a lo largo de su vida ganó tantos amigos como enemigos. Sin embargo no luchaba por ensalzar su ego, sino al objeto de que vencieran las causas que él consideraba justas, estuvieran de moda o no. Presentar a Antonio Bello a un colega, a veces resultaba ser una tarea  difícil y pintoresca, ya que inmediatamente comenzaba a hablar interrumpidamente, a trompicones, de los temas más dispares, abrumando y desconcertando al nuevo conocido. El único problema residía en que a Antonio, brillante, inteligente, creativo y trabajador para extenuación mía y la de todos los que le rodeaban,  le hervían las ideas, que pasaban por su cabeza a la velocidad de las luz. Y las espetaba con tanta rapidez que era imposible seguirle muy a menudo, a no ser que se le conociera bien. Personalmente para que me escuchara (o para sentirme escuchado, que no es lo mismo), no era infrecuente que algo me impeliera a subir la voz, iniciándose una aparente gresca que resultaba no ser tal.  

Probablemente yo fuera aparentemente uno de sus discípulos más díscolos. Nuestras broncas eran sonadas. Sin embargo, y por contradictorio que parezca, se sobradamente que era uno de sus “hijos favoritos», al igual que yo siempre consideré que en parte, mi manera de ver la ciencia, se debe a él. Poco tiempo después de nuestras discusiones,  al vernos nos sonreíamos afablemente, y el repetía una y otra vez, ¡amigo, ya sabes que te quiero!. Y es que trabajaba tanto, tanto, tanto, y con tanta rapidez que yo terminaba aturdido, mareado, agotado, extenuado… ¡no podía seguirle!, porque me sentía avasallado.  Tal sensación la sufrimos casi todos los que colaboramos, de algún u otro modo con él. Unos lo llevaban mejor y otros peor.

Tan solo narraré mi última conversación con él hace unos meses, que os servirá de ejemplo para mostrar su carácter. Me encontraba muy preocupado por un asunto personal/profesional y le llamé para solicitarle consejo. Inmediatamente comenzó a hablar de otro tema, como si lo que le contaba angustiado no le interesara nada en absoluto. Algo normal en él.  Aquél día desistí de ponerme a gritar, no tenía fuerzas. A los tres o cuatro días recibí una llamada suya, cogí el teléfono y comencé a escuchar esa ametralladora que era su lengua lanzando palabras y frases a tal velocidad que era casi imposible seguirle. Por supuesto si se había enterado de mi problema. Supongo que tras colgar el teléfono se puso a intentar resolverlo con todos los medios a su alcance, removiendo Roma con Santiago, hablando con numerosas personas, todo hasta dar con una solución.   Luego súbitamente dijo adiós amigo, y colgó. Este más que singular carácter no era entendido por muchos colegas, lamentablemente, aunque también lo entienda.

Falleció en un hospital la semana pasada con la compañía de las dos personas que más velaron por él durante decenios. Me refiero a su inseparable y brillante colaboradora María Arias y su amigo-guardaespaldas (en el mejor de los sentidos), Casimiro Martínez. Casi nadie sabíamos lo que estaba sucediendo, pero Carlos Simón, por casualidad sí, por lo que también le acompañó en aquellos duros momentos (gracias también a ti).  Lamento no haber sido informado para mantener con el nuestra última y entrañable bronca, ya que no podía ser de otra manera.

Si hay vida después de la muerte, espero encontrarme con él. Sonreirá y espetara: ¡HOLA AMIGO!. Lo único que rogaría es que su mente se encontrara más serena, calmada, sosegada, algo así como si le hubieran dado dos tranquilizantes. De no ser el caso, prefiero no pensar pasar una eternidad……..  

¡Hola Amigo!, ya que jamás te diré adiós.

Juanjo  ……….

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3 comentarios

  1. Estimado Juan José, no nos conocemos personalmente pero te felicito por este post. Es difícil realizar una síntesis mejor de los aspectos más representativos de Antonio. Sólo te faltó añadir que subrayaba y destrozaba con boli rojo y letra caótica cualquier borrador para recomponerlo en un artículo excelente y que se transfiguraba cuando estaba entre agricultores…
    Un abrazo desde los volcánicos suelos de Tenerife y felicidades por el blog en general, apabullante fuente de información interesante, por otra parte.
    J. López-Cepero
    Dr Ingeniero Agrónomo
    Dpto Técnico de COPLACA Organización de Productores de Plátanos.

  2. Hola Javier,
    Muchísimas gracias por ayudar a completar este breve perfil de Antonio.
    Realmente cuando discutíamos sobre algún trabajo, como ya has visto, no nos poníamos de acuerdo. El deseaba que nos sentáramos juntos a discutir línea por línea, pero llegado a un punto yo me levantaba (guerre de trincheras) y decía “haz lo que te dé la gana”. Obviamente eso se le podía decir a él ya que a fin de cuentas el trabajo tendría sustancia y coherencia. No lo hubiera hecho con muchos otros.
    Yo comencé con él una línea que no siguió cuando deje de trabajar en su equipo. Era la de la estructura de las nematocenosis de los ecosistemas naturales. Por tanto no he disfrutado mucho de esas transformaciones. Pero si las he visto en tres o cuatro ocasiones. Y efectivamente tienes razón. Al menos en apariencia disfrutaba mucho con los paisanos y los paisanos con él. Un día en Tenerife, observándole, me quedé con la duda de si era más feliz con ellos que con nosotros (sus colegas y amigos urbanitas), cosa que no me extrañaría. Ya sabes que el nació y comenzó a crecer como hombre de campo.
    Gracias de nuevo y un afectuoso saludo
    Juanjo Ibáñez

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