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Agricultores Neolíticos aprovechando la miel. Mira que eran feos. Fuente: M·GAV/.1

Allá por los años 50 del siglo pasado nació una entrañable amiga, en los páramos de Ávila. Tras la guerra civil española el hambre era desgraciadamente habitual. El interior continentalizado de la Península Ibérica, con tan largos y fríos inviernos (y huchas heladas) como tórridos veranos (cuando no sequías), comer verduras durante gran parte del año se encontraba tan solo al alcance de las oligarquías locales. Mi amiga comentaba sus casi invisibles rasgos de raquitismo infantil. Seguidamente, en el campo, me señalaba las hierbas que creciendo naturalmente eran comestibles. Los niños, en sus juegos alrededor del pueblo, las recolectaban y consumían, enriqueciendo una dieta en la que durante muchos meses la verdura brillaba por su ausencia. En navidad, los reyes magos la dejaban dos o tres mandarinas y algunas castañas, ¡manjares inauditos, por aquellos tiempos y en aquellas duras tierras!.  Hablamos de una labor recolectora, en estaciones y circunstancias desfavorables del “Neolítico”. Hagan hoy la prueba con algunos  de nuestros infantes, aunque no hace falta ser cruel; mejor probemos a alimentarnos así nosotros mismos y veamos que porcentaje no acaba en el hospital. ¡El conocimiento campesino, hoy casi perdido, en tiempos de crisis debiera ser recuperado, ya que no sabemos que nos deparará el fututo. Pero a lo que vamos (….).   

Como todo en la vida, hay noticias científicas que nos informan sobre la evolución humana que se me antojan un tanto desconcertantes. Quizás sea mi propia ignorancia, pero solo quizás. Se trata de este tipo de informaciones que en la prensa aparecen publicitadas a bombo y platillo por razones que no alcanzo  a entender. Como en otras ocasiones, no juzgo el artículo original, sino el modo en que los periodistas explican el hallazgo a los lectores. Personalmente, y por los motivos que ya expliqué en su día, este tipo de notas las incluyo en mi categoría mental “El dilema de los huevos de avestruz”. La noticia que os mostramos en el presente post nos informa de que “Los agricultores del neolítico ya explotaban las abejas de la miel” (pero también la cera, que resulta ser muy útil). ¡Pues mola, que interesante! ¡Qué listos eran nuestros antepasados!. Ahora bien tal expectativa, en principio, no se sostiene, cuando, como os narramos abajo”, ciertos simios (léase al menos chimpancés), ya consumían tal majar sorteando los peligros de las picaduras de estos insectos sociales posiblemente millones de años antes que nosotros. Y así uno podría cambiar el título, por el de “durante la evolución de los simios comienza a constatarse que el ser humano no ha perdido inteligencia ni aptitudes recolectoras” (afirmación que yo mismo pongo en duda, debido a los estragos que estamos causando actualmente a estos insectos, entre una gran variedad de dislates de toda índole).  Con toda la prudencia del mundo, yo me pregunto ¿No sería realmente extraño que no ocurriera así? ¿Por qué debe sorprendernos? Si especies durante la evolución de los simios podían usar tecnologías tan sofisticadas como los “palitos” con vistas a extraer ciertas sustancias alimentarias de sus cubículos naturales”, y el alimento en sí resultaba ser (como en este caso) altamente nutritivo, ¿por qué debía habérsenos olvidado?.  Introduzcamos o no el término domesticación en la secuencia, en mi opinión, tampoco altera la esencia del hallazgo, ya que aún no parece que tal domesticación se haya demostrado irrefutablemente.

Seguramente, desde el punto de vista de los expertos, el hallazgo rellene una pieza del puzzle en nuestro conocimiento de la evolución humana. Eso sí me parece que eliminamos una laguna un tanto trivial, aunque por ello, no menos importante para el erudito, empero desconcertante para los profanos en la materia, como yo.

Del mismo modo en la noticia que muestro seguidamente sobre los chimpancés, se menciona que el consumo de miel por estos simpáticos e inteligentes simios, no se producía, “como cabría esperar” en la época de mayor floración, sino cuando escaseaban los frutos/frutas. ¡Guau!. Es lógico suponer que recoger una fruta rica en azúcares conlleva menos riesgo que robar la miel de un panal ¿no? ¿Por qué iban a hacer lo contrario los “chimps”?. La inteligencia, tal como la entiendo, estriba en correr riesgos cuando son estrictamente necesarios, no antes ni después. Esto último lo hemos inventado, contra natura, los humanos modernos, que sí parecemos un tanto estúpidos.  

Supongo que las dudas, para mis desconcertantes de estas notas de prensa,  surgen a cause de su pobre redacción y adecuación  a los contenifos del estudio original. Son los propios plumillas (léase periodistas) los que deberían aclarar a los lectores ignorantes como yo cual es la sorpresa inesperada o el valor en forma de nuevos conocimientos de los resultados del estudio. Ya sé que es pedir demasiado, dada la formación del periodismo científico en español.  Empero esto no es periodismo, simple y llanamente. Un gabinete de prensa científica publica la noticia, y posteriormente los rotativos generales las reproducen como cacatúas. No hace falta ser un profesional con vistas a realizar tal sesuda tarea. Y así muchos ciudadanos continuaremos en ascuas, no sabiendo si realmente se menta algo interesante o simplemente se trata re rellenar espacios dentro de los periódicos, ya que en cuanto a la indagación científica concierne, en los staff de estos medios parece que ya no queda vida inteligente ¿tan solo crisis económica?.     

Juan José Ibáñez

La Desertificación del Sahara, El Neolítico en el Mediterráneo y los Huevos de Avestruz

La Noticia

Los agricultores del neolítico ya explotaban las abejas de la miel

El ser humano conoce la apicultura desde antes que la agricultura moderna, aunque se ignora cuándo comenzó esta práctica. La abeja de la miel (Apis mellifera) elabora varios productos, y uno de los principales es la cera, que tiene diversos usos y es muy estable, lo que permite su conservación


FUENTE | CSIC 12/11/2015

 Ahora un equipo de investigadores ha demostrado que la cera de abeja fue elaborada y usada de manera continuada, y probablemente de forma extensiva, en regiones de Anatolia, Europa y norte de África desde hace 9.000 años (7.000 a.C.), según concluye un estudio internacional con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El trabajo se publica en la revista Nature.

«Hasta ahora se había estudiado profusamente la domesticación de cabras, cerdos, vacas y ovejas. Con este estudio se abre la puerta al conocimiento sobre la domesticación de estos insectos por parte de las primeras comunidades de agricultores y ganaderos», explica Juan José Ibáñez, investigador del CSIC en la Institución Milà i Fontanals de Barcelona.

«
La presencia de esta cera implica, con toda probabilidad, la explotación de la miel. Los primeros datos de presencia de cera aparecen en Anatolia, en el 7º milenio. Las comunidades de agricultores y ganaderos que se expandieron hacia Europa en los 1.500 años siguientes continuaron explotando los productos de las abejas«. La cera, además, habría desempeñado diversas funciones tecnológicas y culturales.

Los investigadores concluyen en el estudio que la explotación de las abejas de la miel por parte de las comunidades agrícolas del Neolítico se remonta a los inicios de la agricultura y podría proporcionar
pruebas de una temprana pre-especialización de algunos agricultores en la recolección de productos apícolas.

Los investigadores han llevado a cabo análisis de química orgánica en diversos yacimientos neolíticos de Anatolia, Europa y norte de África, donde se ha podido detectar la presencia y el uso de cera de abejas. «La cera es un compuesto muy estable, lo que ha permitido su conservación en los fragmentos de cerámica«, señala Ibáñez, que ha aportado cerámicas para su análisis provenientes del yacimiento neolítico de Kobaederra, situado en Oma, Vizcaya, fechado en el 5º milenio a.C.

Mélanie Roffet-Salque, Martine Regert, Richard P. Evershed, Alan K. Outram, Lucy J. E. Cramp, Orestes Decavallas, Julie Dunne, Pascale Gerbault, Simona Mileto, Sigrid Mirabaud, Mirva Pääkkönen, Jessica Smyth, Lucija Šoberl, Helen L. Whelton, Alfonso Alday-Ruiz, Henrik Asplund, Marta Bartkowiak, Eva Bayer-Niemeier, Lotfi Belhouchet, Federico Bernardini, Mihael Budja, Gabriel Cooney, Miriam Cubas, Ed M. Danaher, Mariana Diniz, László Domboróczki, Cristina Fabbri, Jesus E. González-Urquijo, Jean Guilaine, Slimane Hachi, Barrie N. Hartwell, Daniela Hofmann, Isabel Hohle, Juan J. Ibáñez, Necmi Karul, Farid Kherbouche, Jacinta Kiely, Kostas Kotsakis, Friedriech Lueth, James P. Mallory, Claire Manen, Arkadiusz Marciniak, Brigitte Maurice-Chabard, Martin A. Mc Gonigle, Simone Mulazzani, Mehmet Özdoğan, Olga S. Perić, Slaviša R. Perić, Jörg Petrasch, Anne-Marie Pétrequin, Pierre Pétrequin, Ulrike Poensgen, C. Joshua Pollard, François Poplin, Giovanna Radi, Peter Stadler, Harald Stäuble, Nenad Tasić, Dushka Urem-Kotsou, Jasna B. Vuković, Fintan Walsh, Alasdair Whittle, Sabine Wolfram, Lydia Zapata-Peña, Jamel Zoughlami.

Resumen del artículo original en la Revista Nature

Widespread Exploitation of the Honeybee by Early Neolithic Farmers.

Nature. DOI: 10.1038/nature15757.

The pressures on honeybee (Apis mellifera) populations, resulting from threats by modern pesticides, parasites, predators and diseases, have raised awareness of the economic importance and critical role this insect plays in agricultural societies across the globe. However, the association of humans with A. mellifera predates post-industrial-revolution agriculture, as evidenced by the widespread presence of ancient Egyptian bee iconography dating to the Old Kingdom (approximately 2400 bc)1. There are also indications of Stone Age people harvesting bee products; for example, honey hunting is interpreted from rock art in a prehistoric Holocene context and a beeswax find in a pre-agriculturalist site. However, when and where the regular association of A. mellifera with agriculturalists emerged is unknown. One of the major products of A. mellifera is beeswax, which is composed of a complex suite of lipids including n-alkanes, n-alkanoic acids and fatty acyl wax esters. The composition is highly constant as it is determined genetically through the insect’s biochemistry. Thus, the chemical ‘fingerprint’ of beeswax provides a reliable basis for detecting this commodity in organic residues preserved at archaeological sites, which we now use to trace the exploitation by humans of A. mellifera temporally and spatially. Here we present secure identifications of beeswax in lipid residues preserved in pottery vessels of Neolithic Old World farmers. The geographical range of bee product exploitation is traced in Neolithic Europe, the Near East and North Africa, providing the palaeoecological range of honeybees during prehistory. Temporally, we demonstrate that bee products were exploited continuously, and probably extensively in some regions, at least from the seventh millennium cal bc, likely fulfilling a variety of technological and cultural functions. The close association of A. mellifera with Neolithic farming communities dates to the early onset of agriculture and may provide evidence for the beginnings of a domestication process.

Am J Phys Anthropol. 2015 Aug 4. doi: 10.1002/ajpa.22824. [Epub ahead of print]

Is honey a fallback food for wild chimpanzees or just a sweet treat?

McLennan MR.

Author information

Abstract

OBJECTIVES:

Honey is a highly nutritious resource for any primate able to exploit it. Wild chimpanzees exploit nests of honey-making bees (Apini and Meliponini) for honey and brood, typically using tools to overcome the bees’ defences. The universality of honey-gathering among modern human foragers in tropical climates and chimpanzees suggests energy-rich honey, acquired with tools, was likely a regular food for ancestral hominins. However, few studies have assessed its role in seasonal foraging strategies of chimpanzees. This study asks whether honey serves as a high-quality fallback food for chimpanzees at Bulindi, Uganda.

MATERIALS AND METHODS:

Honey consumption was investigated via fecal analysis over 22 months during two studies (Study 1: 2007-2008; Study 2: 2012-2014). Additionally, flower and fruit phenology was measured during Study 1; peak flowering intensity was expected to facilitate increased honey and/or brood production by bees.

RESULTS:

Chimpanzees consumed honey (and/or brood) at low frequencies year-round, but bees/beeswax appeared in feces at higher frequencies with decreasing fruit availability (Study 1). Honey consumption was unrelated to flowering and chimpanzees did not consume honey more frequently during the «honey season» when local people harvest beehives. Moreover, consumption was inversely related to fruit intake (both study periods).

Los chimpancés consumen miel (y / o cría) en las frecuencias bajas durante todo el año, pero las abejas / cera de abejas aparecieron en las heces a frecuencias más altas con la disminución de la disponibilidad de frutas (Estudio 1). El consumo de miel no estaba relacionado con la floración y los chimpancés no consumir miel con mayor frecuencia durante la «temporada de la miel» cuando las personas locales cosechan colmenas. Por otra parte, el consumo estaba inversamente relacionada con la ingesta de frutas (ambos períodos de estudio).

DISCUSSION:

Although honey fits the functional definition of a filler fallback food at Bulindi, the chimpanzees unlikely depend on honey to replace nutrients provided by fruit. Overall, honey best qualifies as an energy-dense «treat» during low fruiting months. The data lend support to the hypothesis that tools can facilitate chimpanzees’ access to high-quality fallbacks including insect foods when fruit availability is low. Am J Phys Anthropol, 2015. © 2015 Wiley Periodicals, Inc.

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