Día Mundial contra la Desertificación. Cada año, cuando se “celebran” estos macabras tragedias, la prensa nos deleita con declaraciones de organismos nacionales, internacionales, ONGs y algún que otro investigador, denunciando la gravedad de la situación. Llevo ya más 30 años leyendo las mismas absurdas desideratas con pequeñas variantes sobre el mismo tema. Nimiedades. La única diferencia durante tan prolongado intervalo de tiempo ha sido el culpable: actualmente es el calentamiento climático. Un paso atrás, más que adelante, por cuanto resulta ser totalmente falso. Cuando los que se presuponen “expertos” confunden causas con consecuencias no puedo más que pensar que andamos muy descarriados. Desertificación, un vocablo confuso y confundente. La erosión de suelo en el Sahel, es la mera consecuencia de un legado colonialista, así como del neocolonialismo actual, que lleva siglos expoliando el continente africano.

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Combatiendo la desertificación en China. Fuente: Alianz

 

Cuando el mundo comenzó a conocer la tragedia del Subsahariana, allá por la década de 1970, casi nada se sabía del calentamiento de la atmósfera antrópicamente inducido. Se alegaba por entonces que una “pertinaz sequía” junto con un crecimiento demográfico exagerado y el mal uso de los suelos devenía en el germen de unas grandes hambrunas que aun hoy persisten. No obstante, investigaciones recientes dicen demostrar que tales cambios climáticos han sido recurrentes en la zona durante el Holoceno.

 Ambientes áridos y semiáridos, que tradicionalmente albergaban culturas y etnias con escasa población, frecuentemente nómadas, comenzaron a padecer absurdos cambios como consecuencia de una fragmentación administrativa absurda de las tierras africanas. Las fronteras coloniales fueron generalmente respetadas, a pesar de que albergaban culturas étnicas muy dispares. Tal hecho, terminó por desarraigar a sus moradores de las tradiciones y prácticas agro-silvo-pastorales que atesoraban, a menudo sustentables si sus espacios de ocupación secular eran respetados. Hablamos pues de unos Estados “modernos” en los que la racionalidad de sus fronteras carece de todo fundamento. Basta mirar una imagen satelital, sobrepuesta a una cartografía administrativa con vistas a percatarse de tal sinsentido. Más aun estas últimas quebraron el nomadismo de muchas de sus culturas étnicas, a las que obligaron a ser sedentarias sin más.

 Tales territorios, poseen una escasa capacidad de carga, por lo que no pueden soportar densas densidades demográficas, y menos aun sedentarias si la aridez es extrema. Cuando comenzaron a cultivarse, bajo los dictados de la agricultura industrial insustentable, promovida por los intereses de del mercado, en aquellos ambientes, tan poco propicios para ello, se inició un éxodo al infierno. Posteriormente, surgió un nuevo y prolongado periodo de sequías que causó una terrible hambruna, no conocida en tiempos históricos. Debemos recordar que la descolonización africana, así como el nacimiento de esos nuevos Estados (a menudo sin fundamentos étnicos y culturales, y como corolario totalmente ausentes de cohesión social, sino más bien todo lo contrario), había sido muy reciente (cuestión de dos, tres o cuatro décadas, según los casos). Los nuevos gobernantes, generalmente corruptos, a veces magnicidas, y generalmente vendidos a los intereses de los países desarrollados, fueron totalmente incapaces de aplicar una lógica territorial y humanitaria adaptada a aquellos inhóspitos ambientes. Y así comenzaron los conflictos étnicos, guerras terriblemente cruentas y como corolario, miseria, éxitos forzados, hambre y enfermedades. La sequía fue la guinda que coronó una tarta, pero no el origen del problema. De hecho, hoy ya se reconoce que tras muchas de las sangrientas disputas y conflictos bélicos e interétnicos que han azotado África, se escondía la procelosa mano del “hombre blanco”. Tener entretenidos a los paisanos con sangre y fuego, quitar y poner dictadores a su antojo y expoliar recursos sus naturales (petróleo minería, etc.) a cambio de armamento para que se aniquilaran entre ellos, ha sido una constante desde entonces.

 De paso, la farmaindustria ensayaba sus fármacos  para los ricos usando como cobayas a los pobres desheredados. ¿Para que seguir verdad? Hoy en día, en vista que la población mundial sigue creciendo sin cesar, los Estados ricos y/o emergentes compran por adelantado todo el petróleo y minerales de interés estratégico, con vistas a que nuestra sociedad del bienestar no se deteriore. Por aun si cabe, también les arrebatamos las tierras fértiles que aun les restan, comprometiendo su soberanía alimentaria a favor de nuestra. África, un continente silenciado que ya no tiene ni futuro.

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La agroforestría puede dar buenos frutos en el Sahel. Fuente: Blog Desertification

 Si alguien se detuviera a analizar los hábitos de sus culturas tradicionales, así como las prácticas de usos del suelo que atesoraban, se percatarían que sabían perfectamente como extraer buen provecho de ellas para sostener demografías moderadas en culturas socialmente cohesionadas. Empero en el caos actual y ante la pasividad de todos, nuestra lamentable perspectiva de África consiste en visionar por la TV, delante de un suculento plato, tanta miseria y desolación. Nadie explica la cruda realidad a los ciudadanos: esos bárbaros que se matan usando “niños soldados” son de hecho la presa de los depredadores occidentales.

 Varias experiencias recientes nos informan de que, con un poco de asesoramiento y escasísimos recursos, frenar la pérdida de suelos por erosión es factible, tanto la hídrica como la eólica. Lo único que requieren es que les dejen tranquilos, así como que alguien imponga orden para acabar con tanto corrupto gobernante vendido a los intereses de una economía globalizante. En el peor de los casos, un cierto control demográfico sería más que suficiente. Sin embargo cabe denunciar que no han sido sus prácticas culturales, sino la carencia de cohesión sociales, guerras tribales alentadas desde el exterior o por sus mandatarios, éxodos forzados y cientos de campos de refugiados los que han quebrado la posibilidad de alcanzar un futuro mejor. 

 La erosión del suelo, es una mera consecuencia de la sobreexplotación de los recursos bajo una densidad demográfica no sustentable, por culturas desarraigadas, en ambientes hostiles. Peor aun, ingentes cantidades de estos “sin papeles” de sus propios terrazgos, son a menudo expulsados de las tierras de sus antepasados por unos políticos que venderían a su propia madre por cualquier extravagancia. Incluso ocurre lo mismo cuando algunas organizaciones internacionales obtienen los fondos financiaros necesarios como para crear un parque natural subvencionado, con buenas intenciones, pero con escaso conocimiento de causa de las realidades locales.

 Este es el panorama del mundo rural africano, mayoritariamente sin agua potable, electricidad, recursos sanitarios y sistemas educativos dignos de mención. Reiteramos una vez más que los éxodos masivos generados por las cruentas guerras abundan en la desgracia induciendo a que se apiñen sin lógica ambiental en determinadas regiones, consumiendo todo lo que encuentran para poderse llevar algo a la boca y calentar sus hogares.

 El desastre social, cultural y humanitario generó el ambiental y no al contrario. En esta tesitura, llama la atención que se calculen y predigan cifras de las posibles migraciones que generará el calentamiento climático en los próximos 10 años, como si fuera su mayor problema. Y yo me pregunto: ¿A dónde van a migrar? ¿Les dejaran emigrar? ¿Cuáles son las bases científicas de las cifras que se barajan?. En los primeros post albergados en nuestra categoría  “Suelos de zonas áridas, semiáridas y desertificación”, ya comentamos como ni la propia definición de desertificación atesora una sustancia rigurosa, se mire por donde se mire. Tan solo un ejemplo, en nuestro post “Política, Desertificación y Decepción» ya os mostramos que los propios autores del Atlas Mundial de Desertificación, asqueados de tanta basura eco-populista, escribieron un par de años después otro libro denominado “Explotando el Mito de la Desertificación”. En este último se acusa de una total ausencia de rigor a las cifras que el Atlas barajaba ¿Porqué entonces seguimos todos los años teniendo que leer los mismos obsoletos y timoratos discursos en el Día Mundial contra la Desertificación? Tengo la lamentable impresión que se juega más la propia supervivencia de muchas de esas ineficaces ONG e Instituciones gubernamentales que viven del negocio de la ayuda a la cooperación, que el lúgubre futuro de los africanos. Ante la creciente el viraje de la atención pública hacia otros gravísimos problemas ambientales, la tragedia de ese pueblo ya no vende? ¡Pues introduzcamos el cambio climático en la ecuación haber si cuela! Hablamos de un gravísimo problema geopolítico que ha devenido en ambiental.

 No defiendo que el calentamiento climático no empeore, si es posible, la situación. Ahora bien, con tanta guerra, migraciones masivas ambientalmente dañinas para huir de las mismas, políticos corruptos, campos de refugiados, epidemias, y expolio procedente del capitalismo extranjero, es posible que hasta el calentamiento climático pudiera pasar desapercibido. En el mencionado atlas de desertificación se incluyen a los desiertos como espacios desertizados, lo cual carece de toda lógica cuando uno analiza el contenido oficial del vocablo de desertificación. No se puede robar a un pobre que carece de todo. Lo mismo podemos alegar respecto a las “predicciones” previamente mentadas.     

 PD. Y a los que no quieren tener memoria histórica, recordemos en manos de quién dejamos a nuestras antiguas colonias españolas (Guinea Ecuatorial y el pueblo Saharagui), así como sus terribles padecimientos de sus desamparados habitantes, tras aquella precipitada e irracional descolonización. Nosotros también somos culpables, muy culpables.

 Juan José Ibáñez     

 La erosión del suelo provocará la migración de 135 millones de personas en la próxima década

 La desertificación causará 60 millones de desplazamientos en el África Subsahariana en 2020

 Consumer Eroski: 17 Junio de 2010

 La erosión del suelo provocará durante la próxima década que más de 135 millones de personas se vean obligadas a abandonar sus casas y sus campos en todo el mundo. Sólo en el África Subsahariana la desertificación causará 60 millones de desplazamientos en 2020, según ha denunciado la Fundación Ipade con motivo del Día Mundial contra la Desertificación.

 Los efectos del cambio climático en forma de degradación del suelo ya afectan a dos tercios de la tierra cultivable del mundo, precisamente, las zonas donde residen las poblaciones más pobres, cuyos campos se quedan yermos y los alimentos escasean, explicó Ipade. En esta situación están ya más de 2.000 millones de personas.

 «La desertificación incrementa la situación de pobreza de las poblaciones afectadas por este fenómeno y provoca su migración hacia los núcleos urbanos. Naciones Unidas estima que en 2020 la degradación del suelo forzará a 135 millones de personas a abandonar sus hogares para buscar una vida mejor», explicó la fundación. A pesar de la «gravedad del problema, la comunidad internacional sigue sin invertir recursos económicos suficientes para frenar la desertificación y da la espalda a los habitantes de las tierras secas que difícilmente encuentran alternativas para subsistir», señaló.

 Si bien las consecuencias de esta degradación del suelo son más evidentes sobre el continente africano, los países desarrollados tampoco escapan a sus efectos. El 37% del suelo en España está amenazado por la desertificación y el agotamiento de la tierra en algunas regiones del sur «comienza a ser problemático», recordó Ipade. Mientras tanto, el Programa de Acción Nacional contra la desertificación que aprobó el Gobierno en 2008 «sigue sin tener dotación económica», apuntó.

 «Exigimos a los estados que apuesten por políticas sostenibles de gestión del suelo y consideramos fundamental promover métodos orgánicos de enriquecimiento de la tierra, como por ejemplo el aporte de compost, que facilitan la fijación de CO2 e incrementan la capacidad productiva del suelo», reclamó la fundación.

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