La noticia que vamos a exponer hoy rememora en mi mente varios hechos acaecidos al inicio de mi carrera científica y que la marcaron para siempre. Por un lado, los autores del estudio pertenecen al departamento en el que actualmente presto mis servicios con consentimiento del CSIC. Más aun estamos a la espera de poder colaborar en futuros proyectos. Debo agradecer a Mari Fe Smith y a Paco que me acogieran en su equipo. Paco también fue el tutor (que no director) de mi Tesis Doctoral y presidente del tribunal que la juzgó. Por aquél entonces comenzaba a calar en España la novedosa ciencia de la ecología del paisaje, procedente de EE. UU., de la mano de Fernando González Bernáldez (UAM). Sin embargo, no debemos olvidar una línea de investigación Española cuyos máximos exponentes procedían del Instituto Pirenaico de Ecología en Jaca, y especialmente la figura de Pedro Monserrat Recoder Sin embargo, yo defendí mi Tesis partiendo de los estudios  y metodologías desarrolladas por la Escuela Alemana del Este y la Francesa de Estrasburgo. El debate tras mi defensa fue un tanto “calentito”.  A la postre, Antonio Gómez Sal (UAH), procedente de mi antiguo Instituto del CSIC, y que había comenzado su formación en la Escuela de Jaca se unió al equipo de González Bernáldez, comenzando un mestizaje muy fructífero. Empero mentiría si no os narrara las siguientes líneas. El área de estudio que había escogido (por aquellos tiempos aun era frecuente que un doctorando aun pudiera elegir) resultaba ser el Macizo de Ayllón (aunque no quede constancia en Wikipedia; peor para ellos). Cuando comencé tales estudios  no lograba entender lo que veía en el campo. Hablando con mi entrañable amigo José Luis González Rebollar, también del CSIC, me recomendó que leyera un libro sobre “la España Atlántica” (yo trabajaba en ambientes mediterráneos). Sin embargo, él me ofreció la llave para abrir un tesoro que no había explorado. Se trataba de un libro de geografía regional en el cual, como en todos los demás de esta rama de la geografía, casi extinguida actualmente en nuestro país, se analizaba la historia de un territorio, a partir del momento en el que se tuviera notica del mismo en los archivos históricos. Posteriormente, comencé a visitar bibliotecas y a recopilar información sobre los libros escritos a cerca de mi área de estudio y otras aledañas. A partir de aquél momento todo fue mucho más interesante, a la par que liviano.  Ya abundare sobre este tema. Pero hablamos de los paisajes culturales (…)

o_Imagen10

La diversidad de las dehesas Mediterráneas. Fuente: José Luis GonzálezRebollar

En cualquier caso, la nota de prensa escrita por Paco y Mari fe, constata que prácticamente todos los paisajes son en mayor o menor medida culturales. Y si no conocemos la historia que conformaron aquellos ecosistemas, difícilmente podemos apreciar el papel del hombre así como la necesitad de mantener, “de algún modo” su estructura y dinámica. Si extraemos al hombre y sus actividades de un determinado territorio, el paisaje ineludiblemente se transformará. Muchos paisajes (por no decir la inmensa mayoría), como las dehesas o montados de los que nos informan  María Fe Schmitz y Francisco Díaz-Pineda, no pueden persistir de no mantenerse las prácticas ancestrales que los generaron. Y de no ser así, si permitimos extraer al hombre y su cultura del espacio geográfico en cuestión, la biodiversidad suele descender con harta frecuencia, en lugar de aumentar (como ya demostró, por ejemplo, José Luís González Rebollar al investigar el efecto del abandono de los pastos en el sur de España, es decir la matorralización de la que nos hablan los autores de la nota de prensa), quebrando la estructura y funcionalidad de los ecosistemas que albergan, así como las relaciones entre ellos (la ecología del paisaje y su conectividad). También cabría incluir aquí la frutalización del bosque mediterráneo, en palabras de González Bernáldez. Sin embargo, muchos gestores, conservacionistas y demasiados investigadores, permanecen sin percatarse de este grave problema. A penas queda naturaleza prístina en la faz de la tierra, cosa de la que hablamos ya incluso al abordar los bosques amazónicos (ver por ejemplo estos tres post, entre los muchos, que hemos dedicado al tema: Las Difusas Fronteras entre las Tierras Agrarias y la Naturaleza Virgen, Hombre y Naturaleza: La Unión Hace la Fuerza y Las Sabanas y su Fertilidad. Enraremos otro día a profundizar con más detalle la relevancia soslayada de los estudios de geografía regional en todo este contexto. Gracias a Mari Fé y Paco por este breve e interesante ensayo.

Autosave-File vom d-lab2/3 der AgfaPhoto GmbH

Dehesas Mediterráneas: Foto: Juan José Ibáñez (Salamanca)

Juan José Ibáñez

Cambios de perspectivas en la conservación de la naturaleza

Modelos numéricos sencillos pueden evaluar los efectos de los espacios naturales protegidos en el paisaje y en la socioeconomía local, según un estudio de investigadores en ecología del territorio de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

FUENTE | UCM – mi+d 10/09/2012

Desde que en 1872 se creara el Parque Nacional de Yellowstone –un inmenso territorio rectangular entre Montana, Idaho y Wyoming– los ‘espacios naturales protegidos’ se consideran el mayor logro mundial de la conservación de la naturaleza. Su declaración compromete a las administraciones a conservar los valiosos componentes naturales y paisajes de estos espacios. El valor reconocido a tales áreas se basa en su singularidad, fragilidad e interés educativo, como circunstancias dignas de transmitir a las generaciones futuras. Justifican la protección atributos tales como la belleza del lugar, su atmósfera emocional, las populares biodiversidad y geodiversidad, el carácter ‘autóctono’ de algunas especies y los fenómenos físicos y procesos biológicos relevantes.

La popularidad de que goza la conservación de la naturaleza debe mucho al entusiasmo que pusieron en esta idea algunos naturalistas y científicos prestigiosos. Hoy existe una gran conciencia sobre esto, aunque también modas a veces poco serias y objetivas. La conservación de la naturaleza es hoy un importante reto entre los fines de la gestión ambiental y un problema cargado de dudas sobre la aplicación de la ciencia.

Junto a los citados fenómenos y procesos, las actividades rurales tradicionales son muy importantes para conservar la naturaleza. La administración de los espacios protegidos centra su atención en la naturaleza silvestre, pero los usos rurales que contribuyeron al mantenimiento de ésta y la dinámica socioeconómica deberían ocupar un plano más relevante en la gestión. Muchos bosques ‘prístinos’ admirados en todo el mundo son en realidad testimonios de antiguos ‘jardines agro-silvo-pastorales’ gestionados por remotas civilizaciones. La riqueza biológica de ciertos enclaves no sólo depende del ambiente físico, sino que con frecuencia está relacionada con asentamientos humanos locales y vecinos. Numerosas marismas deben su sorprendente dinámica y biodiversidad a actividades agrarias desarrolladas aguas arriba y a la ganadería practicada en ellas mismas. Uno de los valores más altos de diversidad vegetal del mundo se encuentra en los pastizales mediterráneos, cuya propia existencia se debe a la ganadería extensiva con razas y variedades selectas. La ‘dehesa’ española (el ‘montado’ portugués) es un paradigma de la conservación que responde a un paisaje enteramente cultural.


Hoy los rápidos cambios socioeconómicos de la civilización del bienestar afectan al mundo rural con transformaciones que oscilan entre la agricultura industrial y el abandono de actividades tradicionales. La primera es considerada un enemigo acérrimo de la naturaleza silvestre y algunos conservacionistas entienden que el segundo es un aliado de ésta.

Investigadores de un equipo de ecología del paisaje de la Universidad Complutense de Madrid estudian la conectividad del territorio en términos ecológicos (fenómenos físicos y biológicos) y socioeconómicos (procesos culturales). A efectos de espacios protegidos el símil sería conservar el paisaje como un tejido y no cuidar sólo de los ‘lunares’ que este tejido contenga.

En relación con la socioeconomía, este equipo contempla un conjunto de regiones europeas y americanas y se basa en procedimientos ensayados en comarcas pilotos. Unas ecuaciones sencillas muestran los cambios de la estructura del paisaje y los parámetros de la dinámica socioeconómica que mejor relación guardan con aquellos cambios, señalando su importancia y signo. Esta interrelación puede medirse dentro y fuera de los límites de los espacios protegidos, usándose esos parámetros como indicadores de gestión en comarcas con distintas circunstancias geográficas y culturales.

La revista Biological Conservation acaba de publicar (Schmitz y otros, 2012) resultados de este procedimiento aplicado en la amplia comarca que contiene el Parque Regional de la Cuenca Alta del río Manzanares, cerca de Madrid. Aunque el parque es una figura de protección creada para mantener los componentes naturales y culturales del paisaje y preservar el paradigmático Monte de El Pardo, las dinámicas paisajística y socioeconómica antes y veinte años después de la declaración señalan una gestión bastante ajena al mantenimiento de actividades rurales tradicionales. Asociada a esta desatención ha tenido lugar una intensa matorralización.

“Los estudios iniciados por nuestro equipo en distintas regiones del mundo plantean qué es lo ‘sensato’ para conservar la naturaleza con ayuda de los espacios protegidos y qué puede aprenderse de las diferentes dinámicas observadas a la hora de gestionar los recursos en cada región y circunstancia”, explica Francisco Díaz-Pineda, catedrático de ecología y coautor del estudio publicado en esta revista

Las diferentes categorías de protección son más o menos estrictas, desde la práctica prohibición de toda presencia humana (las reservas integrales) a la protección de comarcas donde la socioeconomía de las poblaciones locales mantiene una antigua relación con componentes silvestres destacados, o bien incluyendo entre sus objetivos tanto actividades rurales agrarias como núcleos de población. La Administración neoyorquina considera la posibilidad de que el propio territorio de Nueva York y una amplia comarca circundante sean declarados por la UNESCO como reserva de la biosfera. La idea esencial de la conservación de la naturaleza parece abocada a cambiar y necesita incorporar perspectivas dinámicas porque quizá nunca se entendió bien del todo.

Referencia: M.F. Schmitz, D.G.G. Matos, I. De Aranzabal, D. Ruiz-Labourdette, F.D. Pineda. Effects of a protected area on land-use dynamics and socioeconomic development of local populations. Biological Conservation 149: 122-135 (2012). Para más información:
Página web (lista de publicaciones) del Departamento de Ecología de la Universidad Complutense de Madrid: http://www.ucm.es/info/ecologia/

Autores: María Fe Schmitz y Francisco Díaz-Pineda

Compartir:

3 comentarios

Deja un comentario