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Imagen copiada y pegada de una página Web de la Universidad de Alicante

El curso 2013/2014 fue para mí bastante más decepcionante que el anterior en la asignatura que imparto en la Universidad. ¿Razón?: A la hora de evaluar me he topado con niñatos que, en lugar de esmerarse para redactar el trabajo/examen final, hicieron un uso descarado e infantil del copia y pega. En el año anterior, tan acción tan solo fue realizada por un alumno bastante díscolo. Sin embargo en 2013/2014, se alcanzó la cifra de 5+1 (el 35% de los alumnos). Es decir cinco alumnos realizaron un ejemplar deplorable copia y pega. Estaban advertidos que tal práctica acarrearía un “0” en su calificación. Empero para que entendáis mejor el tema digamos que hablo de un Master de post-grado, es decir que el alumnado debía considerarse adulto a la par que pagaban  un dineral por recibir el mismo. Y como siempre, eran los más jóvenes y, permítanme que lo diga, “pijos”. El tema fue peor de lo que pudiera parecer a primera instancia, tras sus quejas, embustes y otros tipos de trampas. Justamente un día después de enviar las calificaciones recibí una carta dirigida al profesorado de dicha universidad, por cuanto el copia y pega deviene en pandemia universitaria. Y así se nos informa que tal práctica sería motivo de expediente académico universitario en cursos venideros. Si me llegan a avisar antes (…). Pero a lo que vamos (…)

Sabemos que en la actualidad, inculcar la cultura del esfuerzo y la disciplina a los alumnos se encuentra dificultada por los cánones que recibieron en la educación escolar. Sin embargo, el profesor debería saber que “se pilla más rápido a un mentiroso que aun cojo.  Con vistas a conseguir tal objetivo uno debe saber “un poco” acerca de los recursos que dispone el alumno en Internet, ya que raramente se molestarán en copiar de un libro en formato papel.   Obviamente, también debemos reconocer que en determinadas asignaturas detectar al tramposo puede resultar ser más complejo que en otras. O los cinco jovencitos que yo he tenido que padecer son memos o simplemente se creían que lo era yo. No tardaba más de 30 segundos en cazar la fuente de donde se había copiado. Más aun, comenté que seguiría en ciertos temas una escuela cuyos contenidos no se encuentran bien reflejados en Internet. Y como no se molestaron en buscarlos, tomaron prestados (perdón plagiados), otros que ya había reiterado personalmente en clase que no enseñaría por diversas razones. Así de tontos, así de fácil. Eso sí, en otros casos pudiera llegar a ser algo más difícil si no fueran también sordos. Francamente escribir el blog, y realizar búsquedas me ha ayudado a cazar al tramposo con suma facilidad. Veamos el procedimiento.

En nuestras carreras universitarias, ya sean en facultades ya en escuelas politécnicas, constatamos que nuestros jóvenes cada vez manejan un vocabulario más pobre. Cuando en el texto que ellos entregan cambia abruptamente el estilo de redacción de uno pedestre a  otro más sofisticado (mejor si se les exige que su tema lo envíen vía electrónica), tan solo basta “copiar” cuatro o cinco líneas del texto sospechoso y “pegarlo” en nuestro motor de búsqueda” (quien a hierro mata a hierro muere”).  Seguidamente se pulsa el “enter” e inmediatamente se obtienen, no solo la comprobación, sino también el enlace del sitio Web de donde han obtenido el texto. Ellos lo negarán. Sin embargo, uno debía recordarles el dilema del mono de Borel (leerlo por favor).  En pocas palabras la probabilidad de que alguien escriba veinte o treinta palabras seguidas (siempre harán trampillas, pero son tan cándidos como  timoratos) resulta ser altísimamente improbable.  Muchos de ellos no lo reconocen, pero para su escarnio puede demostrarse “científicamente”.  

Con la red de redes ha cambiado la forma de estudiar de los alumnos, por lo que el profesorado que tenga alergia a Internet puede padecer más problemas. Sin embargo, con impartirles unos breves conocimientos (bastan unas dos horas) resulta ser más que suficiente para que cacen a los tramposos.  

Cierto es que en determinadas materias, como por ejemplo, cuando deben emplearse el lenguaje matemático el tema pueda parecer más difícil, en primera instancia. No obstante, siempre hay recursos, como utilizar expresiones formales poco habituales de las fórmulas, en lugar de las más comunes. Reitero que existen muchas maneras si uno conoce “un poco” el mundo de Internet.  Veamos un ejemplo. Esta bitácora recibía muchas visitas de gente menuda, es decir escolares de toda Latinoamérica, con vistas a hacer sus deberes hasta que una veleidosa modificación de Google hizo añicos las estadísticas de nuestra audiencia. Ahora ya solo nos visitan adultos. Pues bien, se pueden redactar contenidos con vistas a que aprendan los más pequeños escribiendo el post en lenguaje muy simple, pero salpicado de palabros impropios para la edad de los alumnos.  Y al hacerlo, resulta fácil detectar el copia y pega, ya que los pequeños no atesoran un lenguaje tan rico como para sustituir unas palabras por otras entendiendo su pleno significado.

El copia y pega de los Power Points que se les ofrece con los contenidos de la clase.

Tras impartir una clase, generalmente les dejo a los alumnos un power point con sus contenidos. Como el trabajo/examen lo pueden realizar en casa, la tentación de copiar lo que les parece más relevante, sin entender su verdadero significado es, a veces,  irrefrenable. Pues bien basta con añadir a los contenidos habituales otros que se intercalan, pero a los que el profesor critica por falsos o irrelevantes, etc.. Estos últimos se exponen sin más, siendo el profesor el que lleva a cabo su análisis verbalmente. Y así el alumno que no atienda, no sabrá separar el grano de la paja, es decir cuáles son los que el profesor considera ciertos y cuales falsos.  Pues bien, los listillos adictos al copia y pega, suelen recogerlos por igual, acusando al docente que él los había impartido en al aula, al ser suspendidos. De este modo se puede detectar quien atiende y quien dormita en una clase.   

En última instancia siempre queda el recurso al examen escrito u oral. Sea cual sea el caso no debemos jamás olvidarnos que fuimos cocineros antes que frailes, por lo que la mayor parte de nosotros utilizábamos las más ingeniosas maneras de copiar o recordar “algo”, como por ejemplo utilizando las famosas “chuletas”. Me resulta comprensible que algunos jóvenes copien en los primeros cursos universitarios. Ahora bien cuando se cursa un master que paga “papa” lo único que se demuestra es que lanzamos al mercado laboral criaturas perezosas y tramposas, más que jóvenes instruidos en la cultura del esfuerzo.  Mi problema resultaba aún más desalentador por cuanto en algunas clases abundaba sobre el problema del fraude y mala praxis científica, por lo que al leer sus burdos «copias y pega» se me caía el alma a los pies. ¡Tramposos y torpes!. Así no hacemos país; Así lanzamos niñatos corruptos al mercado. Hay que atajar el problema ¡ya!.

Juan José Ibáñez

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3 comentarios

  1. Dr. Juan Ibáñez. Me ha resultado un bálsamo su artículo. Trabajo yo también con jóvenes y me sentí plenamente identificada. Sugeriré a mis estudiantes leerle a Ud., para que vean la magnitud del problema y actúen.

  2. Mucho me temo que es una pandemia de proporciones transcontinentales. En México durante mucho tiempo las aulas universitarias eran un amortiguador para las inquietudes juveniles. Pero el efecto buffer se saturó y cada vez hay mas rechazados en los exámenes de admisión. Aunque realmente estos últimos difieren muy poco en cuanto a nivel académico. Cuando fui docente hace varios lustros observaba con mis colegas ese deterioro progresivo. De remate tenemos un presidente analfabeta funcional, eso si egresado y docente de una universidad del Opus Dei ¿Será por eso?

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