Tunez-sustentable

Fuente: Colaje imágenes Google

Una de las canciones más polares de Juan Manuel Serrat lleva por título “Mediterráneo”. Antes de ayer, para cenar, deleité mi paladar con higos a la plancha cubiertos con jamón de bellota ibérica (¡exquisitos! y ligeros).  Quizás porque mi niñez basculó entre Madrid y las montañas y costas mediterráneas, hasta confeccionar el colaje que encabeza este post me ha causado nostalgia. Y por tal razón también mi alma deseaba retornar hasta ue lo conseguí hace unos meses, inmediatamente, tras mi reciente jubilación.  En muchos sentidos, las zonas elevadas de ambas vertientes del Mar mediterráneo (Europa y África), atesoran muchas características comunes en materia de geología, modelado, suelos, flora y fauna. Del mismo modo, las tierras españolas del este y sureste estuvieron siglos bajo dominación musulmana, por lo que los topónimos, nombres de los nucleos de población y fiestas populares dan cuenta de ello. Por esta razón, al llegarme la alerta de la noticia que os mostramos hoy:  Las granjas tunecinas de ‘jardín colgante’ se aferran a pesar de la sequía, me he emocionado. No obstante, existen, obviamente razones objetivas: La cultura tradicional de manejo de tierras y las plantas propias de la región han sido incluidas entre los Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) patrocinado por la FAO y la UNESCO. Desde 2022 las olas de calor y sequía hacen dudar a la población mundial de su presente y futura seguridad alimentaria. Existen desde antaño diversos sistemas tradicionales desarrollados milenariamente por las culturas campesinas que aún persisten, con insumos de agua razonables. Si leen con atención la noticia, efectivamente la falta de agua la han sufrido, aunque su sabia gestión la sobrelleva bien el proble,a . Por el contrario, el peligro parece ser la globalización económica y su economía de mercado. El consumo de higos y brevas en el mundo ha crecido, tentando a algunos granjeros a simplificar sus policultivos.

Y es que estos jardines colgantes, vergeles de biodiversidad y alimentos, han recibido la distinción de la FAO por albergar a un policultivo genuino repleto de todo tipo de vegetales y frutos comestibles, ya sean arbóreos, arbustivos o herbáceos, mientras la naturaleza se encarga de evitar las plagas y el insumo de fertilizantes sintéticos. etc. Fijaros en que el manejo del agua parece ser llevado colectivamente por un tipo atávico pero muy efectivo de “comunidad de regantes”, al que en Valencia (aunque también en algún enclave menos afectado por la cultura Musulmana, como Buitrago de Lozoya), denominan “Tribunal de las Aguas”  también considerado, a partir de 2009, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Este tipo de autoridad, elegida por los propios campesinos, ha demostrado ser tan útil y respetada como para que desde otros países deban aprenderla y posiblemente emplearla.

Es decir, estos paisajes agrarios, son irrespetuosos con la globalización, las nuevas tecnologías, los vaivenes del mercado (pero cuidado con los higos o brevas que a pesar de que las ofrece el mismo árbol son distintas) y todo lo que nos vende el liberalismo económico que sufrimos. Policultivos enormemente biodiversos frente a monocultivos, enemigos naturales en lugar de plaguicidas, reciclado y sistemas de manejo que no requieren apenas insumo de fertilizantes y un uso razonable del agua de que disponen los campesinos (escasa).

Poco más voy a añadir, ya que la nota de prensa resulta ser muy ilustrativa. Un ejemplo más de las mil y una maneras que el conocimiento campesino ha ido experimentando y ofreciéndonos desde los albores de los tiempos, y en este caso, quizás debamos retrotraerse hasta la Gran Cartago, azote del Imperio Romano 900 años antes de Cristo con la ayuda de los celtiberos de la Península Ibérica. Otro ejemplo pues de manejo sustentable que se suma a las muchas decenas que hemos ido albergando en nuestra categoría Etnoedafología y Conocimiento Campesino.

Juan José Ibáñez

Continúa……..

prácticas agrícolas de la tradición tunecina fueron incluidas dentro del Patrimonio Agrícola Mundial.

Las granjas tunecinas de ‘jardín colgante’ se aferran a pesar de la sequía
Por Habib Haj Salem; Djebba, Túnez (AFP) 18 de septiembre de 2022

En lo alto de las colinas del noroeste de Túnez, los agricultores están cuidando miles de higueras con un sistema único de terrazas que esperan que los proteja de sequías cada vez más duras.

Pero los «jardines colgantes» de Djebba El Olia se han puesto a prueba este año a medida que el país del norte de África se arremolinaba durante su julio más caluroso desde la década de 1950.

Eso ha exacerbado una larga sequía que ha dejado los embalses de Túnez a solo un tercio de su capacidad.

Los jardines se abastecen de agua de dos manantiales en lo alto de las montañas.

El agua es alimentada a los huertos por una red de canales que se abren y cierran a horas establecidas, de acuerdo con el tamaño del huerto.

Crucialmente, una amplia variedad de cultivos proporciona resiliencia y control de plagas incorporado, a diferencia de los monocultivos que dominan la agricultura moderna y requieren enormes insumos de pesticidas para sobrevivir.

«Cultivamos higos, pero también otros árboles como membrillos, aceitunas y granadas, y debajo de ellos plantamos una amplia gama de verduras y legumbres«, dijo la activista Farida Djebbi mientras los insectos zumbaban entre las flores de tomillo, menta y romero.

Djebbi señaló algunos de los canales, que riegan las 300 hectáreas (740 acres) de huertos de pendiente pronunciada de la zona.

En 2020, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura reconoció el sistema como un ejemplo de «agrosilvicultura innovadora y resistente«, agregándolo a una lista de élite de solo 67 «Sistemas de Patrimonio Agrícola de Importancia Mundial«.

El sistema «ha sido capaz de adaptarse y aprovechar una topografía inhóspita«, dijo la agencia de la ONU.

«A través del uso de formaciones geológicas naturales y el uso de piedras, las comunidades locales han podido transformar el paisaje en tierras fértiles y productivas«.

La FAO elogió la diversidad de variedades de cultivos locales cultivadas por los agricultores de la zona, así como su uso de plantas silvestres para repeler posibles plagas y de ganado para «arar» y fertilizar el suelo.

– Crecer con higos –

Si bien nadie sabe exactamente qué edad tiene el sistema, la habitación humana en el área es anterior a la civilización cartaginesa fundada en el siglo IX aC.

Pero si bien puede haber perdurado durante generaciones, el sistema está bajo amenaza a medida que el cambio climático se activa.

El activista Tawfiq El Rajehi, de 60 años, dice que el flujo de agua de los manantiales que riegan el área ha disminuido notablemente, particularmente en los últimos dos años.

A diferencia de años anteriores, los picos circundantes ya no se cubren de nieve cada invierno, y las hojas de muchos de los árboles en la parte inferior de Djebba están amarillentas y enfermas.

Rajehi, profesor de la escuela local, dijo que el cambio climático y las bajas precipitaciones se vieron agravados por otro factor: los agricultores que favorecen los cultivos comerciales.

«Algunos agricultores se han movido a cultivar más higos en lugar de cultivos menos intensivos en agua porque los higos se han vuelto más rentables en los últimos años«, dijo.

«Necesitamos mantener un buen equilibrio y variedad de plantas«.

Sin embargo, los residentes dicen que están orgullosos de su herencia.

El agricultor Lotfi El Zarmani, de 52 años, dijo que también había una creciente demanda de higos Djebba, que recibieron una denominación de origen protegida por parte del Ministerio de Agricultura en 2012, que sigue siendo la única fruta tunecina que disfruta de la certificación.

«Están obteniendo una reputación, además de que exportarlos se ha vuelto más fácil, además de que traen precios más altos«, dijo Zarmani, y agregó que la mayoría de las exportaciones van al Golfo o a la vecina Libia.

La hija de Rajehi, la estudiante universitaria Chaima, se puso guantes protectores mientras se disponía a cosechar la fruta del pequeño lote de su familia.

«Los higos son más que una fruta para nosotros. Nacemos aquí entre las higueras y crecemos con ellas, aprendemos desde muy pequeña cómo cuidarlas«, dijo la joven de 20 años.

Djebbi está trabajando para persuadir a los agricultores a preservar las formas tradicionales de procesar los productos cosechados en la zona.

Ella está trabajando con otras 10 mujeres en una cooperativa que destila esencia de flores silvestres, seca higos y produce mermelada de higos y moreras.

«Los productos que aprendimos a hacer de nuestras madres y abuelas se están volviendo populares porque son de alta calidad«, dijo.

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