Los Suelos como Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad: Libro Rojo de las Prácticas Tradicionales Sustentables

Como ya he reiterado en numerosos post, los principales problemas para la preservación de los suelos estriban en que:

 

·         Los expertos de otras disciplinas que se preocupan de la conservación de sus recursos naturales no tienen a bien considerar los recursos edáficos como objetos dignos de ser preservados

·         Lo mismo ocurre con la mayor parte de los responsables de las políticas científicas, ya sean nacionales, o internacionales.

·         Los propios edafólogos, debido al sesgo utilitarista (agronómico) en el que se ha desarrollado la disciplina, no parecen estar interesados en avanzar por una línea de investigación que les es extraña y más aún cuando no parece interesar a nadie.

 

Sin embargo, los recursos edáficos son tan vitales como otro cualquier recurso natural. Más aun, su rol para el mantenimiento y estabilidad de la biosfera y geosfera no pueden ser soslayados por cualquier mente con un mínimo de sentido común. Del mismo modo, también son un patrimonio cultural de primera magnitud. Quien no lo quiera entender simplemente es un memo o un ignorante. ¿A que viene esto? Veámoslo.

 

 

 

 

Los Suelos Como patrimonio, natural

(biodiversidad y geodiversidad) y cultural

Gráfico: J.J. Ibáñez y J. Sánchez (CIDE)

 

Hace unos días, aprovechando la Reunión de las Partes, de ese demencial Convenio de Lucha Contra la Desedificación, tuve la oportunidad de hablar con varios colegas extranjeros que asistieron a este fausto e inútil  evento, Pues bien, algunos de ellos, muy estrechamente vinculados a la Comisión Europea me narraron las razones del fracaso de la Directiva de Protección de Suelos, así como el negro futuro que se cierne también sobre la denominada Estrategia Temática de Conservación de Suelos. Los lectores más asiduos a esta bitácora sabéis de sobra que no suelo hablar nada bien del funcionamiento de la UE. De hecho, si contara todo lo que sé, constataríais que me quedo corto, muy corto. ¿Por qué no lo cuento? Simplemente por que si lo hiciera terminaría de cavar mi propia tumba y no merece la pena, visto que los representantes en materia de suelos de las instituciones nacionales de los países miembros tan solo están interesados en “sacar la pasta” que puedan de las instituciones europeas. En otras palabras, el amor por su disciplina y el futuro de las ciencias del suelo no parecen interesarles en absoluto. Al final la sociedad en su conjunto pagará las consecuencias de la degradación de este recurso. Mientras tanto, en la otra orilla del Atlántico la EE.UU., ha iniciado el programa más que ambicioso sobre la conservación de lo que han denominado la Zona Critica Terrestre. Ya habaremos en otra ocasión de esta importantísima iniciativa (pero ver este y este post) que pone una vez más en evidencia las gravísimas limitaciones que padece la Unión Europea como consecuencia de su propia estructura.          

 

El Suelo Como Patrimonio Cultural

Como ya comentamos en otros post, la civilización que disfrutamos o padecemos ha sido posible gracias que el hombre transformó su cultura paleolítica (vía mesolítico) en la neolítica al hacerse con el control del sistema suelo-planta. Tal hecho permitió el sedentarismo, un enorme incremento demográfico y la especialización en el trabajo de los habitantes de las aldeas del Homo sapiens. No mucho tiempo después tal sistema se vio enriquecido por su dominio sobre el agua. Las verdaderas civilizaciones parecen ser fruto del control humano del sistema suelo-agua-planta. En la Categoría sobre Etnoedafología y Culturas Campesinas encontrareis la información que hasta ahora hemos ido recopilando sobre todo este proceso. La disciplina emergente denominada geoarqueología, cuenta con equipos de investigación que han incorporando edafólogos. Hoy comenzamos a saber un poco más de cómo el control del mencionado sistema suelo-agua-plata ha determinado el auge y/o decadencia de muchas civilizaciones, según se gestionara debida o indebidamente.

 

Sin embargo, a lo largo de toda esta historia, diversos pueblos repartidos por el planeta desarrollaron sistemas agrarios y/o agropecuarios de lo más variopinto, muchos de los cuales lograron ser sustentables, y aun cabría que decir ejemplos a seguir por las sociedades que hoy denominamos desarrolladas. Sin embargo, con el auge de la economía de mercado primero, y con la denominada globalización después (con es perverso acuerdo denominado GATT), tal acervo cultural va paulatinamente extinguiéndose. De este modo, la pérdida de la biodiversidad cultural, no solo afecta a los hábitos sociales de nuestros antepasados, si no también a la extinción de razas y variedades genéticas de incalculable valor que incluyen cultivares y ganados domésticos autóctonos. La unión entre unas y otras resulta ser indisociable. Empero parte de tal expolio también afecta a demás a unas gestiones del territorio sustentables durante milenios, no sobre las que ahora se tambalea nuestra civilización.

 

Como consecuencia de todo lo hasta aquí narrado, resulta imperativo rescatar tal enorme diversidad del olvido y, recuperarla, en la medida de lo posible, para unas futuras generaciones que quizás tengan que hacer uso de ellas y/o hibridarlas con las tecnologías actuales. Así por ejemplo, cuando se habla de cultivos transgénicos, sus defensores suelen soslayar “ya no sólo el riesgo” de contaminar los cultivares tradicionales, sino como en muchas regiones, estas se han extinguido o están en vías de serlo.

 

Por su parte, los propios suelos albergan en su seno una información sumamente valiosa, de artefactos, cerámica, aperos de la branza, que son de las que hacen uso los geoarqueólogos para reconstruir las culturas del pasado y el ambiente en el que se desenvolvían.  

 

Por todo ello, con la ayuda de antropólogos y geoarqueólogos, somos los propios edafólogos los responsables de, como mínimo, elaborar un Libro Rojo de las Prácticas Agropecuarias Sustentables, así como de sus repercusiones sobre unos suelos que en muchos casos llegaron a tener unas cualidades mejores que las que acaecen bajo la propia vegetación natural.

 

Durante más de una década e intentado convencer a colegas españoles y europeos de que tal responsabilidad recae sobre nuestras espaldas. ¿Resultado?: Desprecio o silencio. Sería deseable que al menos, los compañeros de Latinoamérica, a donde se respeta mucho más a la edafología que en gran parte de Europa, sean capaces de realizar tal tarea, de mucha mayor relevancia de lo que pudiera parecer a primera vista.

 

Juan José Ibáñez      

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