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Hospedería del Monasterio de Guadalupe. Sierra de Guadalupe, Cáceres, España

Una historia sobre la que reflexionar muy seriamente. Una Respuesta desconcertante a una pregunta inquietante. Comienzo este post partiendo de una de mis columnas habitual en la revista Biólogos, ampliándola.

Entro en el aula de la Universidad o en la sala de disertaciones de un congreso, según proceda. Me pongo delante del público o colegas y espeto: ¡todos ustedes sabrán sobradamente que es la ciencia ya que llevan años aprendiendo, enseñando o investigando! ¡Por favor que levante la mano quien aún dude en que consiste la actividad científica! ¿No tienen dudas? ¡Veamos!, señalo con el dedo a uno de los asistentes y pregunto: ¿Qué es la ciencia? El interrogado suele comenzar a sentirse incómodo balbuceando antes de responder a tan “aparente” trivial pregunta. Seguidamente se escuchan palabras sobre ¡búsqueda de verdad!, ¡objetividad!, ¡realidad!, ¡cocimiento realmente probado! Rápidamente voy desmontando sus propuestas apuntando sus debilidades y sin sentidos.

¡Vaya!, ¿con que aún no sabemos lo que es la ciencia tras varios años estudiando una carrera de ciencias o ingeniería? ¿Cómo es posible?, les digo si estoy delante de universitarios. Sin son profesionales más vale no provocar más. Volvamos a las aulas universitarias, ya que este tema lo presento el primer día de clase. ¿Pero al menos sabrán que diferencia a la ciencia de otras ramas del conocimiento humano, no? Desarbolados por la primera pregunta comienzan sus tribulaciones. ¡Silencio! Tras volver a interpelar a los asistentes individualmente afloran reflexiones vagas, titubeos y respuestas del tipo: ¡discernir la verdad de la superstición!, etc. Obviamente entre los profesionales este escenario es altamente improbable, soliendo pronunciar rápidamente “el método. Raramente algún estudiante respondería así, en la asignatura que imparto sobre “metodología de la investigación científica”.  Sin embargo, ya se trate de un colectivo u de otro, prácticamente nadie sabe responder cuando les vuelvo a preguntar: ¡Por tanto!: ¿Qué es el método científico? Y vuelta a las andadas.

Y seguidamente continuo: ¿saben lo que es la filosofía de la ciencia? El vocablo “humanidades” surge rápidamente entre el público. ¡Pues ni sí, ni no!, respondo. ¿Sabían que la mayor parte de los filósofos de la ciencia son/eran matemáticos y físicos? ¡Silencio!. Y de este modo entro de lleno en la materia, con independencia del colectivo que tenga delante.

Aunque parezca sorprendente, esta es la situación habitual, aquí, y en la Conchinchina.  ¿Cómo es posible? Simplemente porque…..

……la filosofía de la ciencia, cuyo principal objetivo deviene en conocer, definir y acotar que es el método científico, tan solo se imparte a algunos universitarios de “humanidades”. Si me aficioné y comencé a indagar sobre estos temas fue meramente por un acontecimiento desafortunado que dio paso a otro afortunado. Pura serendipia. Y eso fue cuando ya era doctor, había aprobado las oposiciones en el CSIC y sobrepasado la treinta años.  

Pues bien, si a los científicos se nos exigiera al menos conocer estos temas se escucharían menos sandeces, los artículos se escribirían de una forma radicalmente diferente, tanto en su estructura, como contenidos, etc.. Del mismo modo, cambiaría diametralmente el tipo de valoración de los revisores que aceptan/rechazan los artículos científicos que enviamos a las revistas. Las memorias para alcanzar financiación se redactarían de otra forma, y un largo etcéteraNo me invento nada. La información que ofrezco en mis clases o charlas se basa en las indagaciones de las más archiconocidas figuras de la filosofía de la ciencia, y que de paso han contribuido enormemente al progreso de las matemáticas, ciencias de la computación, inteligencia artificial, etc. Sorprendente, pero cierto. ¿Cómo es posible? ¡Así somos los ¡sabios! ¿¿??. Así son los que elaboran los ¿¿planes de estudio??.

Mantuve correspondencia con el afamado edafólogo hebreo Dan Yaalon en varias ocasiones, aunque nunca terminamos de simpatizar, ya que siempre terminábamos discrepando. Pero en una ocasión Dan me recriminó que yo redactaba los artículos al revés, con extensísimas introducciones, objetivos, hipótesis de trabajo, etc., dejando los apartados de discusión y conclusiones como expresiones minimalistas de mis estudios. Y cierto era “en parte”, ya que según los cánones que dimanan de la filosofía de la ciencia, describir detalladamente las premisas de las hipótesis que uno intenta verificar deviene en imperativo, mientras que son los resultados los que corroboran/refutan las mismas. Por el contrario defendía también el hebreo Karl Popper que la ciencia, es decir el método científico, consiste en realizar conjeturas y refutaciones. Francamente no estoy totalmente de acuerdo con tal aseveración, pero ya que resulta ser uno de los pocos expertos en estos temas al que le otorga su beneplácito la comunidad científica, es decir mis colegas, bien harían en leerle detenidamente ya que son ellos los que pretenden redactar y publicar sus ideas al revés, que no yo.  

Por esta razón mis manuscritos finalmente publicados, me gustan menos, y se me antojan de peor calidad que los borradores previos (a no ser que algún revisor acierte a mejorar con sus comentarios para de los contenidos, hecho que ocurre “a veces”), por lo cual os recomiendo que si buscáis mis publicaciones en Researchgate, leáis antes los borradores que la publicación. Los datos que ofrece un estudio sirven para corroborar/refutar las hipótesis de partida, que no dejan de ser más que constructos mentales. Y en esto consiste la ciencia. Reiteremos por enésima vez en esta bitácora que la verdad científica de hoy será falsada tarde o temprano, por lo que la “verdad” en su esencia más pura no existe en la indagación investigadora, por definición. Del mismo modo nadie puede escapar a un cierto grado de subjetividad, y si quiere racionalidad pura, libre de prejuicios y sesgos, que viajen a Vulcano y hablen con los parientes del Dr. Spock.

Juan José Ibáñez     

Documentación

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