El Discurso Científico, los Conceptos Contrarios y la Perspectiva de Jean-Marc Lévy-Leblond
En el 2002, apenas acabado de salir al mercado (en castellano), me bebí de un trago el libro: “Conceptos Contrarios o el Oficio de Científico”, escrito por el físico y epistemólogo francés, J. M. Levý-Leblond. ¡Cuantos buenos filósofos da la física y que pocos la biología! Quedé fascinado. Cierto es que sus tesis corroboraban mi postura, sobre lo fútil del debate de si los suelos eran en realidad un continuo y no entidades discretas, o si las taxonomías edafológicas eran artificiales mientras las biológicas naturales. Como se dice en la contraportada del libro: “Verdadero /falso, continuo /discontinuo, absoluto /relativo, finito /infinito, determinista /aleatorio… buena parte de la historia de la ciencia (cuando no el corpus mismo de las grandes teorías científicas que modelan nuestro mundo) gira alrededor de estos pares de oposiciones, (…) tales oposiciones, consideradas desde una perspectiva científica, se vuelven relativas y pueden, a veces, difuminarse en un continuo o en mil matices (…). No siempre resultan tan antagónicas como parecen. Levý Leblond defiende, como lo hacemos otros muchos, que la falta de cultura humanística de los investigadores actuales es uno de los graves problemas de la ciencia contemporánea. Duda también de que los buenos científicos (que no científicos de excelencia, al estilo que los postula la prensa) sean tales si son incapaces de divulgar en un lenguaje llano el “verdadero valor” de sus contribuciones (y no me refiero al marketing, que para eso parecen salir perfectamente adiestrados de un máster). Mientras tanto, muchos investigadores, incluso jóvenes, se vanaglorian de que ellos están muy ocupados con su “estudios de vanguardia” como para dedicarse a divulgar la empresa científica (dime de que presumes y te diré de qué careces). En sus “torres de marfil”, por no decir “jaula de grillos”, levitan felices y ajenos a la realidad social y cultural a la que deben pleitesía. Afirmo que, quien no sabe realmente valorar la relatividad intrínseca a los conceptos científicos, poco atesora de sabiduría científica.
Venimos hablando de los conceptos, ya que son esenciales para la empresa científica. Sin embargo, leo y leo, y tan solo esporádicamente cuando salen de su jerga, son los expertos capaces de articular un mensaje coherente, al margen de vanagloriarse de si mismos, o lamentarse de la falta de financiación. Como casi todos nuestros constructos mentales y sociales, los conceptos adolecen (o atesoran) una buena dosis de incertidumbre. Como hemos reiterado hasta la saciedad en nuestro curso sobre filosofía y sociología de la ciencia, la propia naturaleza del progreso científico, “ilegitima” a todo aquel que hable de la verdad absoluta inherente a cualquier concepto. Al hablar sobre la dicotomía continuo-discreto, dimos cuenta de nuestros problemas de lenguaje para dar cuenta de las “múltiples esencias y facetas” de la naturaleza que pretendemos analizar. Y es aquí en donde Jean Marc hunde acertadamente el dedo en una llaga muy dolorosa para muchos de mis colegas. Al tratar todas las dicotomías previamente mentadas, resulta imposible abordar una síntesis de las mismas. Lo mejor que puedo hacer es recopilar algunos de los contenidos rescatados tras varias horas de búsqueda en Internet y ofrecéroslos abajo. Tanto a este autor como a mí, no nos gusta el color de “la orina del enfermo”. Consideramos que la ciencia contemporánea no va bien, comenzando más a parecer un circo que una congregación de hombres y mujeres que luchan por ampliar nuestros horizontes conceptuales, y menos aun de ayudar a paliar los graves problemas que la sociedad actual padece. Somos más productos de una cultura que generadores de la misma. ¡A vender que son dos días!.
Un entrañable vicepresidente del CSIC (al que podría calificar de amigo) me comentaba, ya cerca de su jubilación, que lo que más le atormentaba era lo poco que aportábamos a la sociedad y a las humanidades (no digo su nombre para “no manchar” su reputación entre nuestros compañeros). Pero de estos hay muy pocos, para desgracia de todos. Os dejo pues con el material que comentaba.
Libros traducidos al castellano de Lévy-Leblond
Juan José Ibáñez
Ciencia y pensamiento deberían ser indisociables. Si la ciencia no puede prescindir del sentido común y de los conceptos lingüísticos inherentes a la reflexión, tampoco el pensamiento humanista deberá ignorar los descubrimientos de la ciencia. Precisamente de las relaciones entre el oficio científico y los modelos de pensar trata este libro. A partir de una serie de dicotomías que estructuran cualquier razonamiento (verdadero/falso, continuo/ discontinuo, absoluto /relativo, cierto /incierto, finito/infinito, global/local, elemental /compuesto, etc..), Levy-Leblond se propone demostrar en Conceptos contrarios que tales oposiciones, consideradas desde una perspectiva científica, se vuelven relativas y pueden, a veces, difuminarse en un continuo o en mil matices. Como el lector descubrirá en los experimentos que se comentan en el libro, lo verdadero y lo falso, lo constante y lo variable, o incluso lo real y lo ficticio, no siempre resultan tan antagónicos como parecen.
La gran lección de la ciencia en general, y en particular de la física, es que desconfía de las ideas recibidas y de su inercia y sólo acepta los modelos explicativos en función de su aplicabilidad. Como nos sugiere con amenidad y rigor Lévy-Leblond a lo largo de su obra, sólo ampliando nuestro campo conceptual y revisando la validez de ciertas dicotomías podemos acceder a una mejor compresión de la multiplicidad de lo real.
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Reseña El Mundo (Cataluña) 30 de Enero de 2002.
Jean-Marc Lévy-Leblond
El físico francés es el autor de «Conceptos contrarios»
BELEN PARRA
Los otrora más reacios a las ciencias mucho deben a la obra de este físico francés. Casi tanto como los que desoyendo su perenne tozudez supieron acercarse al oficio del científico desde las letras. Así descubrieron que no sólo de fórmulas y números se nutre esa profesión. O al menos eso es lo que persigue transmitir Jean-Marc Lévy-Leblond con sus enseñanzas.
Desde su compromiso con la ciencia, este veterano profesor de la Universidad de Niza siempre ha tenido a bien divulgar sus conocimientos ofreciendo esclarecedoras argumentaciones y provocando la reflexión. «La idea de que la ciencia no tiene un espíritu crítico es una creencia falsa. El científico está constantemente replanteándose cuanto ocurre a su alrededor asevera desde su propia experiencia, lo que ocurre es que le falta prestar más atención a las formas de representación cultural».
El defiende que sólo así encuentra sustento el progreso. Lévy-Leblond es un hombre de ciencias que ha sabido alimentar su intelecto a base de devorar muchas letras. Para él ciencia y cultura son dos mundos que deben interrelacionarse, «sobre todo en el ejercicio de una profesión como la mía».
Lévy-Leblond también se queja del nulo protagonismo de la Historia en las carreras de ciencias. «Me sorprende incluso que jamás se hable de la Historia de la ciencia con mayúsculas, su complejidad y sus errores en particular. De este modo no se hace más que dar una imagen sesgada que se debería erradicar». El ya se percató de esta contrariedad en su época de estudiante: «Me movía una curiosidad permanente por el mundo en su conjunto. Yo opté por la ciencia pero no perdí de vista mi motivación por las actividades filosóficas y culturales».
Opina «al igual que Verdi, el compositor», que hay que regresar reiteradamente al pasado para ser modernos. Y se explica: «Es una actitud que deberíamos tomar todos. La reinterpretación de hallazgos y obras de épocas pasadas puede aportarnos conocimientos sorprendentes, a veces con resultados totalmente innovadores que jamás antes hubiéramos imaginado». Acostumbrado a introducir el punto de vista filosófico en su discurso, su último libro Conceptos contrarios o el oficio de científico (Tusquets) tampoco se escapa a la amenidad con la que Lévy-Leblond acerca la ciencia al lector no especializado.
Verdadero/falso, continuo/discontinuo, absoluto/relativo, finito/infinito, determinístico /aleatorio… buena parte de la historia de la ciencia (cuando no el corpus mismo de las grandes teorías científicas que modelan nuestro mundo) gira alrededor de estos pares de oposiciones, que en muchos casos fueron objeto de debate ya entre los filósofos griegos que emprendieron la tarea, ardua, de comprender el mundo y explicarlo racional y empíricamente.
Es exactamente el enfoque que adopta Jean Marc Lévy-Leblond, profesor de física teórica y epistemología en la Universidad de Niza, Francia. Meticulosamente, disecciona cada uno de los conceptos centrales de la ciencia (en especial de la física y de las matemáticas), un poco a la manera del ya clásico libro de Kline (La pérdida de la certidumbre), mostrando los alcances, muchas veces limitados y hasta dudosos (y a veces confusos) de nociones que la vulgata científica presenta como “claros y distintos” a la manera cartesiana.
Aunque sin duda tiene razón (los conceptos científicos están muy lejos de ser tan claros o distintos como hubieran deseado los integrantes del Círculo de Viena), su argumentación no es siempre convincente, y por momentos, un tanto ingenua (ejemplo: que el teorema de Pitágoras no valga salvo en un espacio euclídeo no parece ser un argumento a favor de la falibilidad del par de contrarios verdadero/falso en la geometría, entre otros). En realidad, el ambicioso (y también valeroso) propósito de Lévy-Leblond es llegar a una especie de compromiso pos posmoderno, rescatando la ciencia y la razón de la mejor tradición racionalista del programa newtoniano, pero incorporando de manera coherente (y no arbitraria y ridícula al estilo posmo) los problemas epistemológicos que señala toda la tradición crítica que siguió a la tentativa (incompleta) de los positivistas lógicos, y al empirismo y racionalismo crudo que se vive en los laboratorios. Al precio de oscilar permanentemente al filo del abismo que creó la tradición anarquista de Feyerabend.
Interesante, aunque por momentos muy árido, Conceptos contrarios…, requiere, a su vez, una lectura crítica, cuidadosa e informada. Que depara, desde ya buenos momentos de solaz y reflexión.
Sobre su último libro traducido al castellano, La Piedra de Toque: La ciencia a Prueba ver esta reseña de Raquel Flores
La piedra de toque. La ciencia a prueba. Jean-Marc Levy-Leblond; Colección Ciencia y Tecnología257 pp.
(…)
La piedra de toque de Jean-Marc Levy-Leblond pone a prueba la ciencia desde distintos ángulos a través de una serie de ensayos que giran en torno a cuatro binomios distintos en donde las principales preguntas son: qué tan moderna es la ciencia y qué tanto se ha logrado superar el oscurantismo que distinguió a las llamadas ciencias “verdaderas” de las “ocultas”.
Cada uno de estos binomios sugeridos por el autor tiene el cometido particular de poner en contexto a la ciencia desde los puntos de vista de lo social, de la economía, de la epistemología y de la cultura para así reflexionar acerca de su validez y pertinencia. “Defi-ciencias” es el nombre del primer apartado, en donde el autor pone de manifiesto que las ciencias cambian constantemente y que, de no entender esos cambios, los científicos serán incapaces de corregir y eliminar las deficiencias en la práctica científica actual.
“La ciencia a prueba… de la sociedad” trata las exigencias que la sociedad le reclama a la ciencia –llámense verdad absoluta, democracia, resultados a corto plazo–; pero también propone un nuevo tipo de científicos-investigadores que sean capaces de cuestionar el trabajo que realizan y de comunicar las aportaciones que surgen del mismo.
“La ciencia a prueba… de la memoria” es un llamado de alerta a la comunidad científica. Expone, por un lado, la ignorancia que se percibe entre los científicos acerca de la historia y las bases filosóficas sobre las cuales se funda el área de conocimiento en que se especializan y, por el otro, la antigüedad de las citas utilizadas en las revistas internacionales de arbitraje científico, que en su mayoría no superan los cinco años, en contraste con aquellas citas que corresponden a re-descubrimientos de artículos científicos escritos algunas décadas atrás, y que permiten vislumbrar nuevas posibilidades en la práctica científica.
“La ciencia a prueba… de la cultura” es quizá el mejor apartado de la obra. En él, el autor hace una reflexión sobre el valor cultural de las ciencias a lo largo de seis ensayos, de los cuales probablemente se desprenda la mayor aportación que Levy-Leblond hace en su libro: proponer una comunicación real y profunda con el público que no pertenece a la esfera de los científicos-investigadores y criticar el trabajo que se está realizando al interior de la cúpula científica para que de esta manera se pueda “descubrir el lugar y la significación” de los avances tecno-científicos.
Y, finalmente, “La ciencia a prueba… del pensamiento” se centra en la epistemología; es decir, en los fundamentos que le permiten a la física, específicamente, calificarse como ciencia, y propone reflexiones acerca de los conceptos infinito, tiempo y espacio.
Quizá una de las reflexiones que hace Levy-Leblond en uno de sus ensayos pueda resumir su obra: “Hoy debemos deshacer lo andado por la ciencia para que esas vías, trabajosamente abiertas, permanezcan así y los exploradores puedan volver a contarnos sus descubrimientos —y nosotros mismos podamos, si ése es nuestro deseo, seguir esos caminos.”
Una entrevista a Lévv-Leblond puede encontrase en este enlace:
La ciencia y el mundo, el arte y yo
“El artista emplea la primera persona del singular y el científico la primera persona del plural. Es una diferencia capital que condiciona su posibilidad de diálogo”
“Estoy agradecido a que ciertos artistas me ayuden a tomar la distancia crítica indispensable que exige hoy en día el desarrollo de la tecnociencia”. Esta “pequeña frase” de Jean-Marc Lévy-Leblond data de 1996. Y no se ha desfasado en absoluto. Este físico teórico “epistemólogo experimentador”, profesor en la Universidad de Niza, director de las colecciones científicas de las ediciones du Seuil, jefe de la revista Alliage no deja de preguntarse sobre la ciencia. Una ciencia que se complace en ponerse “a prueba del pensamiento” y a confrontarse a otras actividades humanas, como la creación artística.
Se habla tradicionalmente del espíritu científico y de la sensibilidad artística. ¿Cree usted que estas expresiones tienen sentido?
Yo preferiría invertir los términos. Se podría hablar del espíritu artístico y de la sensibilidad científica. Pero, en general, la ciencia está más identificada con un enfoque de tipo racional y el arte con un enfoque que sería más emocional. No creo que haya que dar mucha importancia a estas categorizaciones tan imprecisas. Las verdaderas diferencias entre el arte y la ciencia no se sitúan a un nivel terminológico tan general.
Entonces, ¿por dónde se puede empezar a analizar sus diferencias?
Actualmente, la realidad social de estas profesiones es completamente distinta. El científico pertenece a una institución poderosa (pública en la mayoría de los casos) que le remunera. Es miembro de un equipo y está integrado en un trabajo colectivo. El artista lleva a cabo un trabajo solitario y mucho más arriesgado. Su persona y su subjetividad están completamente comprometidas y puede sufrir enormemente por la falta de reconocimiento o por los fracasos. El científico conoce las dificultades de su carrera, pero está protegido por el grupo al que pertenece. Esta diferencia capital tiene que tomarse en cuenta si se pretende fomentar el diálogo entre artistas y científicos. La mayoría de las veces, estos últimos no se dan cuenta de lo que los separa. Los artistas imaginan a los investigadores solos, en el ambiente de secretismo de su laboratorio, en una postura de creación similar a la suya, mientras que los científicos (al conocer la cobertura mediática que se le da a ciertos artistas), ignoran el carácter aislado y singular de su trabajo. Este doble malentendido no ayuda a que haya un verdadero intercambio.
Más allá de esta distinción, ¿la investigación científica y la investigación artística son “motores” comparables?
Aquí también, insistiría más bien en sus diferencias. Un artista no busca nunca la exhaustividad. Cuando Bach o Modiano trabajan sobre algunas variaciones, no les interesa producir lo máximo, sino las que les parecen más pertinentes. Un ordenador puede crear una enésima Variación Goldberg, pero es un pastiche. La singularidad de la obra no reside únicamente en lo que hace el creador, sino también en todo lo que no hace.
La ciencia, aunque diferente, reivindica el conocimiento (utópico) del mundo entero. Para descubrirlo, no puede nunca limitar su variación y debe extender su sistema de la forma más indefinida posible. Un naturalista no les dirá que si conoce treinta variedades de una especie determinada, sabe cómo funciona dicha especie. Querrá conocerlas todas.
Pero, además, lo que mueve fundamentalmente a los investigadores, es el hecho de aportar un pequeño grano de arena a la ciencia, no muy diferente de los demás descubrimientos, modesto, sin premio Nóbel en juego… Los artistas no razonan así. No van a aportar su contribución a un esfuerzo colectivo del arte. Dicen que aportan lo que aportan, es decir, a ellos mismos.
El artista emplea además la primera persona del singular y el científico la primera persona del plural. Es una diferencia capital que condiciona su posibilidad de diálogo. El artista habla de su propia posición mientras que el científico tiene dificultades para poner en juego su subjetividad y habla siempre, en cierto modo, en nombre del grupo y bajo la mirada de los demás asumiendo, ahí también, muchos menos riesgos. Así, a menudo, cuando se encuentran, prácticamente no dialogan. Se pueden tratar de yuxtaposiciones de palabras muy interesantes, pero no de intercambios reales.
Tales encuentros, si se concretaran, ¿le parecerían constructivos? En otras palabras, ¿los investigadores (sobre todo en ciencias exactas) pueden aprender algo importante de los demás?
Como científico, tengo la impresión de que actualmente la ciencia va mal. Se topa con una serie de dificultades y de contradicciones. Me parece que no puede enfrentarlas sin apoyarse en una dilatada experiencia cultural, acumulada durante siglos por escritores, artistas, filósofos y a la que ha permanecido ajena durante mucho tiempo. La ciencia tal y como la concebimos hoy en día, como actividad social, organizada, especializada, profesionalizada, tiene únicamente cuatrocientos años.
Además, es una de las muy pocas actividades humanas que no integra la dimensión histórica. Se puede ser físico, biólogo, etc., sin comprender en absoluto el pasado de su disciplina y vivir en una contemporaneidad con una visión muy restringida. Esa es, igualmente, una diferencia radical con los artistas que se pueden situar en una trayectoria, reivindicar que pertenecen a tal o cual tendencia, romper con la norma y saber con lo que están “rompiendo”.
Otra particularidad del mundo de los científicos es que se vanaglorian de tener espíritu crítico pero, paradójicamente, sus producciones siempre están sometidas a la criba de sus colegas. El sistema de revisión por pares constituye una forma de crítica puramente interna. No es el caso de los artistas que exponen su trabajo a una crítica externa. Una crítica en el sentido noble del término, que no es realmente un juicio de evaluación sino un intento de análisis de la cuestión del sentido.
Pero más allá de la opinión de los pares, la divulgación científica está muy viva…
Nos hablan profusamente de los últimos descubrimientos y de la actualidad de los conocimientos. Pero se habla pocas veces del significado de estos trabajos, o se comenta mucho más tarde, cuando los descubrimientos tienen efectos políticos o ideológicos. Si tomamos el ejemplo de las manipulaciones genéticas, el verdadero problema no es saber exactamente el tratamiento al que se someten algunas células, sino preguntarse el sentido de estos trabajos desde el punto de vista de la relación de la humanidad con todos los seres vivos. Con la debida distancia para evitar un enfoque puramente didáctico o la crítica política inmediata, habría que mostrar la forma en que nuestra relación con los seres vivos está cambiando, ya que la tecnología tiene un efecto sobre los propios seres vivos y no sólo sobre el mundo material. Me parece importante que se comprendan, no únicamente las respuestas que los científicos dan sino el porqué se plantean tal o cual cuestión.
¿La visión artística, no se podría comparar, a pesar de todo, con la de los “fundamentalistas”?
El problema está en que la investigación fundamental es cada vez más ambigua… hasta hace varias décadas, se podía mantener la idea de investigar por curiosidad, independientemente de cualquier posible aplicación. La separación se fue atenuando a partir de la segunda mitad del siglo XX. Se materializó en torno a un hito histórico fundamental (de forma concreta y simbólica), a saber, las armas nucleares. Quienes las pusieron a punto fueron los teóricos físicos más fundamentalistas, movidos por la curiosidad de saber cómo funcionaba el núcleo del átomo. Los propios científicos: no se trató de una transferencia de competencias. A partir de ese momento empezó la fusión entre la ciencia fundamental y la aplicada, por lo que actualmente es imposible separarlas.
La astrofísica es sin duda uno de los pocos campos en los que la ciencia puede vanagloriarse con razón de que conserva una cierta pureza original. Pero las impresionantes imágenes que se han dado a conocer al gran público son el fruto de las tecnologías espaciales. Nunca se habría podido enviar sondas para fotografiar Saturno si no hubiera satélites de comunicaciones que interesaran a los industriales…
Se ha hablado mucho de las diferencias entre las artes y las ciencias. Pero cuando se sitúan en el mismo contexto, deben compartir un cierto número de cuestionamientos comparables…
A menudo se ha citado el ejemplo de la simetría, en los años diez-veinte, entre los físicos que han inventado la teoría de la relatividad (y que han cambiado completamente la concepción del tiempo) y la obra de los cubistas, que revolucionaron la representación del espacio. Sin embargo, los propios artistas no hacían la mínima referencia a Einstein, sino al arte negro. En realidad, se trataba ahí de una situación histórica en la que una serie de estructuras de representaciones estaban vacilando. Se cuestionaban las concepciones tradicionales del tiempo y del espacio a razón de este trastorno histórico (la globalización de los mercados, los imperios coloniales, la circulación generalizada de las mercancías), que hizo tambalear las concepciones tradicionales, fijas y estables. Este trastorno generalizado tuvo efectos en todos los sectores, tanto en la ciencia como en el arte. Es muy posible que fenómenos comparables se estén dando hoy en día. En todo caso, ya podemos observar una mercantilización acelerada de la ciencia: grandes firmas compran y venden conocimientos y exigen que los fenómenos de descubrimientos sean rentables, lo que ocurre también en el arte, con una influencia del mercado particularmente poderosa.
Actualmente algunos científicos están abriendo sus laboratorios a artistas que trabajan sobre los seres vivos, modificando, por ejemplo, el diseño de las alas de mariposa o utilizando células madre de cerdo. ¿Qué piensa de este tipo de encuentro?
En un mundo en el que la tecnología plantea problemas, aunque también los resuelva , yo lo vería más bien como una tendencia de los científicos a buscar una especie de legitimación de sus investigaciones en su utilización por tal o cual forma de arte. “Esto incluso puede producir arte”. “Lo que hacemos en nuestros laboratorios no está únicamente relacionado con lo verdadero sino también con lo hermoso”. Es una auto justificación que puede ser bastante gratificante y no es por casualidad que el arte biotecnológico aparezca en el momento en que el impacto de la genética en la industria se está cuestionando, con razón o sin ella.
En cuanto a los artistas, en una época tan tecnocientífica como la nuestra, pueden pensar que esta relación con las técnicas contemporáneas es como una garantía de modernidad: evidentemente no es suficiente para explicar el mundo contemporáneo. Hace mucho tiempo que la obra de ciertos artistas (como por ejemplo Joseph Beuys) nos interpela sobre el desarrollo de la tecnociencia y nos interroga sobre el papel de las ciencias y de las técnicas en nuestra vida.
En realidad, nos podríamos preguntar si esta tendencia actual y voluntarista que consiste en destacar un supuesto sincretismo entre el arte y la ciencia no es más que el reflejo del periodo de incertidumbre en el que vivimos. La ciencia se humaniza y, a través del arte, entra en el mundo de lo sensible y de la cultura. El arte se racionaliza y consigue una etiqueta de modernidad gracias a la ciencia. Personalmente, el arte me atrae por sus diferencias con la ciencia y soy muy escéptico sobre un tipo de nueva alianza que pretendiéramos crear bajo el pretexto de que lo hermoso no sería atributo propio del arte ni lo verdadero atributo propio de la ciencia. Se hablaría del esplendor de una ecuación y de un experimento, y la belleza se convertiría, bajo la pluma de ciertos científicos, en una prueba de validez… No confundamos los conceptos.
(…)
sus propios libros, o en algunas publicaciones que dirige, “utiliza” desde hace muchos años obras de arte. ¿Con qué fin?
No se trata de ilustrar… Una obra artística no puede ser reducida al rango de ilustración de un concepto o de una teoría a la que tiende a ser ajena. Los contrasentidos de este tipo abundan, por ejemplo, relacionando partículas elementales y Kandisky. Cuando utilizamos una obra de arte, siempre lo hacemos con una cierta prudencia y un ligero reparo, intentando encontrar una obra que pueda resonar en un tipo de acuerdo momentáneo y fugitivo, una especie de eco lejano y difuso. Esta distancia es muy importante. Para una obra sobre Galileo, por ejemplo, hemos situado en portada una obra de Parmiggiani, un artista italiano que posee una metafísica profunda y que se sitúa en un contexto completamente diferente. No se trata de una representación figurativa de la Tierra sino más bien de un contrapunto poético que permite alejarse del estricto esquema histórico. No se trata, en este caso, de un cara a cara entre el arte y la ciencia, sino de una relación transmitida por este segundo plano filosófico compartido, que les da sentido a ambos y que hace que se comuniquen entre sí.
Sobre la Obre del autor pinchar en: Jean-Marc Lévy-Leblond
Sumario de los post editados en “Curso Básico sobre Filosofía y Sociología de la Ciencia hasta este post (pinchar en los números para desplegar los post)
¿Qué es esa cosa llamada Ciencia?
Curso Básico sobre Filosofía y Sociología de la Ciencia
Ciencia e Inducción [1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13,]
El Círculo de Viena y el Positivismo Lógico [41]
Filosofía de Karl Poper: El Falsacionismo [14, 15, 16, 19, 20, 21, 23, 24, 25, 26]
Filosofía de la Teoría de la Evolución y Sociedad [17, 18],
Naturaleza y enseñanza de la Ciencia [22]
Las Teorías Científicas Como Estructuras Complejas
La Filosofía de Imre Lakatos [28, 29, 30, 31, 32]
La Filosofía de Thomás Kuhn [33, 34, 35, 36, 37]
Filosofías Radicales de la Ciencia: Feyerabend y más [38]
Filosofía de la Ciencia versus filosofías científicas [39]
¿Es la mente fractal? [40]
¿Filosofía Cuántica? [42]
Seredipidad o Serendipia y la Lógica de los Descubrimientos Científicos [43]
El Dudoso Estatus de los Ciencia Modelos de Simulación Predicativos [44]
Filosofía de la Tecnología y Ortega y Gasset [45]
Los Conceptos y Sus Limitaciones: Vivir en la Incertidumbre [46]
Nominalismo, Realismo y Conceptualismo: Sobre el significado de concepto [47]
Pensamiento Analógico y Pensamiento Digital: Acerca de lo Continuo y lo Discreto [48]
El Discurso Científico, Conceptos Contrarios y Jean-Marc Lévy-Leblond [49]
la ciencia y la filosofía, como actividades de investigación, están llenas de puntos oscuros.
le recomiendo que se lea tanto a thomas khun y su libro sobre la estructura de las revoluciones científicas, como el libro de david casacuberta y anna estany sobre la corrupción en los ambientes científicos y los experimentos, así como el libro de sebreli sobre la razón en el siglo xx, en ed. debate, 2007.
los científicos y catedráticos funcionan como señores feudales, con un poder medieval, son mafiosos que bloquean a los estudiantes y profesores que no siguen su escuela, y buscan becas, ayudas y promociones internas para sus discípulos.
hay mucha mierda en la universidad y en los centros de investigación, pero es silenciada porque ante cualquier crítica
el catedrático o el investigador de turno esgrimen su curriculum impresionante y hacen callar a todo el mundo.
recomiendo el blog nuevo anarquismo. blogspot.
Gracias por tu recomendación y "cuida el lenguaje por favor que aquí vienen criaturas". ¿Pero no has visto a final del post que hay varios de ellos dedicados a Kuhn?. A David ya le he leído también. ¿Pero no ves que hay una categoría dedicada especialmente al fraude científico?. Vamos que es hacerse publicidad, hasta los ¡anarquistas!. Vaya por (….) Koprotkin: ¿Pero no has visto que le he dedicado un post a él?. ¡Que no, Que no!. Yo ya pertenecí a los ateneos libertarios cuando era joven y me salí porque visto lo visto, llegué a la conclusión de que la humanidad no tiene remedio. Si Koprotkin hubiera visto lo que yo se había metido a monje.
Gracias de todos modos.
Juanjo Ibáñez
Buenas noches Juanjo,
Un placer compartir espacio con esta entrada tuya tan interesante y sugerente. Por mi parte podrías haber dado el nombre del vicepresidente del CSIC que mencionas y del que me enorgullezco. Claro, que, a lo mejor, el comentario lo hizo cuando ya no estaba en activo y tenía una visión más global de la ciencia. Tal vez, unos años antes, en el fragor de la batalla, no habría abundado en ese tipo de comentarios. No lo sé…..En cualquier caso el comentario le honra.
Respecto de Kuhn, de acuerdo que su lectura es reveladora. Hace poco leí un artículo de César Lorenzano, de la Universidad de Buenos Aires, en el que sugiere vivamente que Kuhn se inspiró en trabajo anterior de Ludwig Fleck, y que tuvo mucho cuidado en ocultar su fuente de inspiración. Interesante tema que parece un poco apoyar la opinión de Eduardo.
Un abrazo,
Emilio
Gracias Emilio, respecto al Vicepresidente te conmentaré quien es a tçitulo individual. Tan solo decirte que tal comentario lo hizo en su despacho de Vicepresidente, es decir que estaba en activo. Y lo que es más curiso pertenecía a un área de conocimiento de cienias aplicadas, no puras.
Respecto a Kuhn, hay que tener cuidado con los comentarios de su originalidad o plagio. Se debe leer de las fuentes antes de valorar si lo que asegura tal autor es cierto o no.
A pert d que muchos filósofos siempre abundan en este tipo de acusaciones, esta el tema de lo que se denomina "sincronicidad". Más o menos este vocablo viene a decir que muchos autores llegan a las mismas conclusiones independientemente, a la vez o anacrónicamente. Es tan común que la escuela anglosajona de sociología de la cienca estudó a fondo el asunto. A mi mismo me ocurrió algo parecido. Escribí un artículo y luego leí otro que parecía un calco. La cuestión es que él no podíaseber de la existencia dse mis conclusiones, ni yo de las suyas por razones que no voy a narr ya que serían muy largo de explicar. Tuve suerte y el mio salió antes y en una revista de impacto mientras el suyo después y en un acta de congreso. Pero eso no creo que le reste ni un ápice de mérito. Se llamaba Montuneanu y era rumano. Me imagino lo triste que debió sentirse al leer mi artículo. Pero siendo objetivo, el mérito era tan mio como suyo.
Es un placer que te unas a nosotros.
Un abrazo
Juanjo Ibáñez
Agradezco enormemente que Emilio Cervantes haya leído mi artículo. En él menciono los puntos en común entre Fleck y Kuhn, que hacen del primero un ancestro del segundo. Kuhn, en la introducción de la Estructura de las revoluciones científicas, lo menciona como alguien que anticipó algunas de sus ideas. Pese a la mención, la obra de Fleck permaneció en el olvido, hasta algunos años después. No hay sincronía, pues Fleck publica en 1935, y Kuhn en 1962. En ese artículo muestro que las similitudes entre ambos autores son más extensas de lo que Kuhn admitió en 1979 cuando prologa la edición inglesa del libro de Fleck. No se trata de restar méritos a Kuhn, sino de establecer una genealogía de su pensamiento -que también abreva, entre otros autores, de Wittgenstein-. Principalmente, trato de actualizar la figura de Fleck, muy poco estudiada y poco leída. Dentro de poco saldrá un nuevo artículo en el que profundizo en ambos autores. Cordialmente. César Lorenzano
Gracias Cesar por tus comentarios. Me imagino que Kuhn como casi todos no puede ser objetivo a la hora de valorar su popia obra.
Has aportado información muy interesante. Nosotros, o al menos yo, tan solo intento divulgar de un modo asequible la importancia de la filosofía y sociología de la ciencia para la sociedad y sobre todo para los propios cientificos. Sigo maravillándome de que en la mayor parte de las carreras de ciencias ¿o todas?, no se de ni tan siquiera una asignatura de lo que es el método científico.
Cordiales saludos y gracias por tus instructivos comentarios
Juanjo Ibáñez
Super interesante
leelo esta chingon o k
ke padre esto eh!!!!
leanlo i les va a interezar
jajajaja!!!
[…] acosan a la mayor parte de los conceptos científicos, como también mostramos en el post: “El Discurso Científico, los Conceptos Contrarios y la Perspectiva de Jean-Marc Lévy-Leblond”. De ahí que con ironía nos preguntáramos más de una vez: ¿Cuantos Tipos de Suelos y […]
[…] El Discurso Científico, los Conceptos Contrarios y la Perspectiva de Jean-Marc Lévy-Leblond […]
[…] y el pensamiento digital, cuando en realidad, posiblemente la esencia de las cosas no obedezca a ninguna de estas antonimias, como defiende Lévy-Leblond. Este debate ha perdurado en la ciencia durante más de dos siglos y en especial desde que en […]
[…] ese comportamiento dual, es típico de los objetos. En principio parecen conceptos antagónicos (El Discurso Científico, Conceptos Contrarios) como defendería Jean-Marc Lévy-Leblond. Sin embargo este descomunal intelectual ya aclara que proponer racionalmente que dos conceptos son […]
[…] una vez más, debemos tener muy presente el peligro de las antonimias en ciencia (ver nuestro post: El Discurso Científico, los Conceptos Contrarios y la Perspectiva de Jean-Marc Lévy-Leblond). Pongamos un ejemplo clásico que nos muestra la historia de la edafología. Hace algún milenio, […]
Leí el valioso libro Conceptos Contrarios, me permitieron avanzar mucho en mi investigación. Por favor ¿alguien tiene el correo del Profesor Levý-Leblond? Gracias.
[…] El Discurso Científico, los Conceptos Contrarios y la Perspectiva de Jean-Marc Lévy-Leblond […]