En un post previo: “Accidentes cerebrovasculares y propiedades del suelo” comentamos una interesante aunque polémica noticia que se publicó en el Noticiero del ARS. En ella se explicaba que los: “Resultados del estudio sugieren una conexión entre las características del suelo y el riesgo del ataque de apoplejía. Poco a poco vamos añadiendo el suficiente material a nuestra categoría “los suelos y la salud” como para ir comprendiendo la importancia del medio edáfico en la sanidad ciudadana. Cierto es que la noticia del ARS era muy sugerente y apasionante, al menos para un “edafólogo”. Sin embargo, también criticamos que, como en muchas otras investigaciones biomédicas” los “arboles no dejan ver el bosque”. Y así, al analizar tal plausible relación entre algunas propiedades del suelo y tal contingencia sanitaria, las conclusiones se basaban en una conjetura tras otra, así como que también dieran lugar a que diversas relaciones espurias, echaran abajo tal aparente vinculación. Bajo el lema de publica o perece, uno sospecha si, a menudo, lo que se publica consiste simplemente en un reclamo para que las administraciones suelten más “pasta” a los investigadores que las escribieron. Habrá que esperar. Sin embargo, con independencia de todo esto, hoy en día parece ya aceptado que la conexión entre los microbios que nos rodean y los que atesoramos en nuestro interior, es decir el microbioma humanoresulta ser una realidad. Podéis constatar tal aseveración en post previos, como los siguientes”: “La Salud de los Niños y el Contacto con la Naturaleza. Jugando con el Suelo“ y “Jugar con el Suelo Previene las Alergias Infantiles y de los Adultos. Tal hecho atesora interesantes implicaciones, no solo desde una dimensión sanitaria, sino también desde otras ecológicas y evolutivas, dando indirectamente algunas razones a los lamarckianos en su eterna polémica con los darvinistas. Sin embargo, el rezumante reduccionismo  biomédico, corre el riesgo de trivializar hechos de gran calado, o lo que es peor, finiquitar líneas de investigación apasionantes en manos de sus detractores, por cuanto ofrece la oportunidad a estos últimos a que las refuten sin mayores problemas (tal cual están concebidas).  Puede existir un continuo/flujo más intenso del que sospechamos entre nuestros organismos y el ambiente vía interacciónmicrobiomasy ecosistemas microbianos albergados en los hábitats que nos rodean (suelos, agua, aire). No obstante, para entender estas posibles pautas de la naturaleza, hay que analizar las relaciones causa-efecto de forma multifactorial y con suma cautela/paciencia. Hasta en Wikipedia ya comienzan a aceptarse estas conexiones de gran interés. Utilicemos de nuevo el post aludido: “Accidentes cerebrovasculares y propiedades del suelo” con vistas a abundar en el asunto…….

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Microbioma humano. Fuente: We come from the Future

Como mencionamos en el post anterior (….)

(…) (apoplejía o derrames cerebrales) (…): Los investigadores conjeturan pues que los microorganismos del suelo afectan a los que albergamos en el interior de nuestro cuerpo (microbioma humano). Se trataría de un condicionamiento ambiental que ponen en contacto ambas comunidades microbianas afectándonos, para bien, o para mal, a la hora de padecer o no, ciertas enfermedades. Obviamente, resulta plausible que así sea. Ahora bien, el estudio llevado a cabo ofrece unos resultados que bien pudieran ser correctos o el resultado de correlaciones espurias, que ocultan otras subyacentes, las cuales podrían ser la verdadera razón de la causa-efecto, pero que no han sido tenidas en cuenta. Y mento tal hecho ya que en el estudio de marras nadie ha analizado las relaciones microbiológicas entre el microbioma y las comunidades del suelo (…) en ciertas áreas geográficas (como por ejemplo «Zona de Apoplejía» en la parte sudeste de EE.UU.).

Como ya os comenté en un post anterior, en mi tesis doctoral obtuve una matriz de correlación (cuadrada) de unas 110 variables para otras tantas muestras. Los análisis estadísticos indicaban que al menos 60 variables se encontraban correlacionadas (positiva o negativamente) entre sí, significativamente desde un punto de vista estadístico. Tras un concienzudo análisis detecté que tal solo unas 25 ofrecían información de provecho, siendo el resto totalmente espurias. Dicho de otro modo, una correlación no nos conduce ineludiblemente a una relación causa efecto. En la nota de prensa que da cuenta del estudio ya aludido de las relaciones entre accidentes cerebrovasculares y tipos de suelos, los autores llevan a cabo una concatenación de conjeturas no avaladas por las evidencias empíricas.  Por ejemplo, la acidez de un suelo no tiene por qué estar relacionada con una capa freática somera. Por otro lado, no se presta atención a otras posibilidades plausibles, como que la capa freática se encuentre contaminada por ciertos contaminantes dañinos para la salud (o elementos naturales que en altas concentraciones pueden serlo) que, de una forma u otra, pudieran ser los genuinos causantes de la enfermedad. ¿Por qué deben ser ineludiblemente los microorganismos del suelo los que al interaccionar con el microbioma humano generan tal problema sanitario? Y podríamos seguir ad nauseam. El trabajo resulta ser muy sugerente para ir más allá, ya que por sí solo (…) es sumamente refutable en su concatenación de inferencias lógicas.

Empero existe un asunto un tanto más espinoso. Imaginémonos que, en efecto, la interacción entre la microbiota edáfica y el microbioma humano genera una mayor susceptibilidad en esa zona para que los paisanos sufran accidentes cardiovasculares. En principio tal hecho pudiera dar lugar a que los lectores piensen “esos bichitos microscópicos que dañinos son ¡por Dios!”. Sin embargo, tal idea no resulta ser necesariamente cierta. Imaginémonos que, por “alguna razón”, ciertas propiedades del suelo dañaran la salud de la población. Nada excluye la posibilidad de que la adquisición por el microbioma humano de ciertas bacterias del suelo le sirvieran de protección ante afecciones más serias, siendo un pequeño incremento de los daños cerebrales mentados un efecto colateral adverso asumible en términos demográficos (poblacionales). Si este fuera el caso, habría que tener mucho cuidado en no adoptar medidas teniendo in mente tan solo las conclusiones de esa investigación, por cuanto el remedio pudiera ser peor que la enfermedad”. Vivimos en un mundo multifacético y multifactorial en el que no es tan usual, como se nos quiere hacer pensar,  que la detección de dos variables que interaccionen entre sí den cuenta de un proceso, con independencia de otras muchas. Se trata de un mal que afecta a muchas investigaciones biomédicas de esta guisa. Pero si el cuerpo de un individuo ya es enormemente complejo, su interacción con la ingente cantidad de comunidades microbianas con las que cohabita en los hábitats que le rodean lo es aún mucho más. No debemos parar ante correlaciones ramplonas y gritar ¡eureka!. Se debe seguir investigando con vistas a obtener resultados irrefutables basadas en evidencias claras y lógicas. En este sentido, el estudio abre la puerta a demasiados interrogantes. Ahora bien,  la interacción entre la microbiota edáfica y el microbioma humano ofrece una nueva perspectiva que vuelve a incidir en el hecho de que nuestros organismos, más que entes individuales son ecosistemas, o dicho de otro modo que somos individuos ecosistemas en permanente interacción y cambio con todos los restantes de nuestro entorno inmediatoTal perspectiva puede abrir nuevos caminos heurísticos en lo concerniente a las investigaciones biomédicas.

Algunos post previos relacionados con el tema

Individuos y Ecosistemas o Individuos-Ecosistemas: la Ambigüedad de la Vida y la Importancia del Suelo.

Una Naturaleza Fractal Anidada: Los Ecosistemas.

La comunicación entre las especies de los ecosistemas y el papel de los organismos del suelo (diálogos entre el suelo y el vuelo)

Juan José Ibáñez

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