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Foto: Bruno Latour y Michel Callon Colaje Imágenes Google

Ya o explique en el primer post «De la Filosofía de la Ciencia a la Filosofía de la Tecnociencia» que inició el pistoletazo de salida para nuestro curso básico sobre el tema que, entre los cánones aceptados y racionales de la filosofía de la ciencia en sentido estricto, la praxis actual de la indagación científica no tiene apenas cabida. De aquí que hallamos elaborado una nueva categoría de post con vistas a ir informando de ello. Comentaba al finalizar el núcleo central de nuestro Curso Básico sobre   filosofía y sociología de la ciencia, como al finalizar las clases de la asignatura que impartía en aquel máster universitario, al igual que al clausurar conferencias, me agarrotaba la sensación de que en nuestro quehacer cotidiano los científicos usamos poco y sabemos menos del denominadométodo científico”. Y justamente en ese momento entraba en escena (“que no la ciencia en acción”) nuestro viajo amigo Bruno (Filosofía de la Ciencia versus Filosofía de la Investigación: ¿Quién es Bruno Latour?). En la década de los años 90 del S. XX, cuándo intentaba ir más allá de la filosofía, para penetrar en la sociología de la ciencia (que no la “filosofía del conocimiento”), solía encontrarme con la visión imperante academicista de Robert King Merton, que no me decía mucho y se me antojaba una perspectiva obsoleta. Adelantemos, siguiendo a Wikipedia que: “La sociología de la ciencia considera las influencias y componentes sociales en la ciencia. Diferente de la sociología del conocimiento que investiga los orígenes sociales de las ideas y del efecto que las ideas dominantes tienen sobre las sociedades. Merton impulsa un subcampo de estudio denominado sociología del conocimiento, el cual aborda la ciencia moderna como una institución social y se interesa por el ethos específico que la caracteriza”. Sinceramente el pensamiento mertoniano me aburre, por no entrar en análisis más críticos. Y así tope con Bruno Latour y los denominados inicialmente estudios sociales de la ciencia y posteriormente estudios de la ciencia (aunque por lo que he leído también se han acuñado otras muchas etiquetas, a la hora de denominar el  enfoque aludido) al que dedicamos ya hace años varias entradas, con vistas a explicar sus fundamentos. Aquí os doy cuenta de la mayoría de los mismos: (i) Los Poderes y su Terror al Imperio de las Masas: Bruno Latour y las Enseñanzas de las Ciencias de la Complejidad; (ii) Mente y Realidad: Descartes y Kant desde la Óptica de Bruno Latour; (iii) Percepción Individual, Social y Cultural de la Realidad, Según Bruno Latour; (iv) La Actividad Científica como una Red de Relaciones  ; (v)La Ciencia como Red de Interrelaciones Humanas-No Humanas; (vi)El Realismo De Bruno Latour y la Actitud Sectaria de los Científicos; (vii)¿Una Sociedad Libre o Esclavos del Poder?: El Affair de Wikipedia; (viii)Wikipedia versus Citizendium: En defensa de la Participación Ciudadana o el Temor al Imperio de las Masas; (ix) Los Errores del Periodismo Científico a la luz de los Estudios Sociales de la Ciencia); (x) (Transmisión de la información, Conectividad y Redes Sociales: El Número Mágico 6 o ¿7?); (xi) (El Periodista Científico como Paracientífico y Sociólogo del Entramado Inherente a la Indagación Investigadora); (xii) (El Circo de la Ciencia Contemporánea) ; (xiii) (La Crisis Actual del Periodismo Científico); Aunque por los títulos de algunos post no lo parezca, en todos ellos la teoría Actor Red o ANT, resultan ser el epicentro esencial de los discursos en ellos redactados.

En este post retornaré a un texto sobre el que ya hemos basado varios post anteriores del curso de tecnociencia. Me refiero a la Teoría del actor-red y la tesis de la tecnociencia cuyos autores son Javier Echeverría y Marta I. González, como os indico con más detalle abajo. Omito pues varias entregas personales previas en las que explicaba mis consideraciones acerca de la Tesis de Latour sobre la Teoría Actor Red. Sin embargo, en su magnífico artículo, echo en falta algunos aspectos que no suelen ser contemplados con atención a la hora de analizar esta teoría. A pesar de ello creo que son de vital importancia. ANT enfatiza las relaciones en Red, lo cual debiera implicar hacer uso/contemplar/ explicar a la luz de (…) de las propiedades inherentes a las mismas la Actividad Científica como una Red de Relaciones. Del mismo modo, cuando hablamos de sistemas en los que actúan una plétora de agentes entrelazados mediante sus relaciones/interacciones mutuas nos encontramos, prácticamente siempre con que se trata de sistemas no lineales es decir complejos (Concepto de Complejidad) que también atesoran unas cualidades muy idiosincrasias que la formulación ANT debiera cumplir (Teorías Científicas Como Estructuras Complejas). Ya hablaremos de ello más adelante, en otro post. Finalmente no voy a detallar las críticas que según Wikipedia ANT ha recibido de sus detractores, ya que no merecen mi consideración. Eso sí, una de ellas estriba en el desacuerdo de algunos expertos en la ruptura de dicotomías previamente establecidas, tales como humano-no humano, natural-social. Personalmente discrepo, por cuanto se trata de antónimos muy perjudiciales para el progreso de la ciencia, como defendí en el post:  El Discurso Científico, los Conceptos Contrarios y la Perspectiva de Jean-Marc Lévy-Leblond.

La principal fascinación que ha producido ANT estriba en considerar el mundo de la ciencia, y con mucha mayor razón el entramado de la tecnociencia como un una red de relaciones en la cual los agentes pueden ser humanos, pero también sociales y estrictamente no humanos, atesorando todos a priori (en principio) el mismo peso. Es decir, un elemento de la red podría ser un científico, pero también una institución académica, un instrumental (generalmente de vanguardia, pero…), intereses o lobbies políticos, grupos de presión, agentes financieros, juristas, periodistas, una pandemia, etc. Del mismo modo, las tesis de Latour sobre la ciencia viran de la teoría a la práctica científica y los agentes que la forman o condicionan al interaccionar. Como veremos en otras entregas posteriores, son cosas muy distintas, algo que suele ocurrir en todos los ámbitos de la sociedad y sus conocimientos. Se trata de una hipótesis/¿teoría?. rompedora y valiente. Empero atesora otras virtudes que iremos desgranando. Os dejo ya con los contenidos de Wikipedia y después con los de los propios autores. 

Juan José Ibáñez

Continúa……

 Post ya editados hasta febrero de 2019 del Curso Básico Sobre la Filosofía de la tecnociencia

De la Filosofía de la Ciencia a la Filosofía de la Tecnociencia (Nuevo Curso Básico y Sus Razones)

 Bibliografía de libre Acceso en la Red Para el Curso Básico de Tecnociencias

 Wikipedia nos informa acerca de la de Teoría Actor Red señalando lo siguiente:

La Teoría del Actor-Red, conocida como ANT (por su sigla en inglés Actor-Network Theory), Sociología de la traducción u Ontología del Actante-Rizoma, es un enfoque sociológico característico de teoría social y de investigación originado en el campo de los estudios sociales de la ciencia en los años 1980. Fue iniciada por Bruno Latour, Michel Callon y otros investigadores del Centro de sociología de la innovación de Mines ParisTech, en Francia. También han colaborado en su elaboración investigadores anglosajones como John Law, Arie Rip, Susan Leigh Star y Geoffrey Bowker.

Ideas Clave: El elemento distintivo de esta teoría es que considera actante tanto a humanos, como a objetos (no-humanos), y discursos. Propone una visión simétrica y monista del mundo. Señala la importancia de lo tecnológico en la explicación del mundo, tratándolo de una manera equivalente a la manera en que se trata lo social. Esta teoría pone atención en las redes que se establecen en la producción de conocimiento, estudiando y observando el entorno de los ingenieros y científicos cuando llevan a cabo sus proyectos, enfatizando que nadie actúa solo y que hay un gran número de actantes que influyen. En contraste con la mayoría del trabajo en sociología, la ANT no distingue entre humano y no-humano para identificar la agencia. Devuelve la mirada hacia la participación que tienen recursos como el equipo, dinero, datos, publicidad o poder.

El término actante es utilizado como una forma neutral de referir a actores tanto humanos como no-humanos, ya que sus principales autores han considerado que la palabra actor tiene una carga simbólica ligada al «ser personas».

Según Latour, las personas y las máquinas deberán ser tratadas como iguales para hacer estudios sociales, esto se refiere al principio de simetría. Es decir que considera un error plantearse explicaciones que hacen referencia a dualismos como naturaleza-social o, como ya hemos mencionado, lo humano de lo no-humano. Son elementos indisociables y podrían, más aún, deberían ser descritos en los mismos términos.

«El actor-red no es reductible ni a un simple actor ni a una red. (…) Un actor-red es, simultáneamente, un actor cuya actividad consiste en entrelazar elementos heterogéneos y una red que es capaz de redefinir y transformar aquello de lo que está hecha» (Callon, 1992/1998: 156). Los actores pueden ser representados siempre mediante redes de palabras. Para ello se emplea el análisis de palabras asociadas que pone de manifiesto las redes, su posición estratégica y su evolución o traducción.

Latour, en su libro “Reensamblar lo social”, redacta un párrafo que recoge de forma muy explicativa las características principales de su teoría de ensamblaje:

«Lo social se detecta además a través de los sorprendentes movimientos de una asociación a la siguiente; esos movimientos pueden ser suspendidos o reiniciados; cuando son suspendidos prematuramente, lo social, tal como se lo concibe normalmente, aparece compuesto por participantes ya aceptados llamados «actores sociales«, que son miembros de una «sociedad»; cuando el movimiento hacia la recolección se reinicia, rastrea lo social en tanto asociaciones a través de muchas entidades no sociales que podrían convertirse en participantes más adelante; si se lo realiza sistemáticamente, este rastreo puede culminar en una definición compartida de un mundo común, lo que he llamado un colectivo; pero si no existen procedimientos para lograr que ese mundo sea común, puede ocurrir que no sea ensamblado y, por último, la mejor definición de la sociología es que se trata de la disciplina en la que los participantes explícitamente se ocupan de reensamblar lo colectivo».1

Conceptos de la Teoría del Actor-Red

  • Actantes: término neutro para denominar cada elemento que infiere en una red; entidades no diferenciadas por ser personas o artefactos, objetos o cualquier forma física o intangible que dialogue en un colectivo.
  • Colectivo: conjunto de múltiples actantes que interaccionan y consiguen aportar una definición compartida para un mundo común.
  • Descajanegrización: se aborda la importancia de que todos los actantes que forman parte de un proceso, es decir no estudiar simplemente el producto terminado, sino también el cómo se ha llegado hasta él [anacoluto, frase ininteligible]. En el laboratorio por ejemplo, a esto se refiere la idea desarrollada como seguir a los investigadores en el proceso constructivo, observando las negociaciones y los actantes que participan en este proceso.
  • El quehacer científico se caracteriza por las referencias circulantes. Los científicos no crean la realidad ni describen algo que «está ahí». Lo que hacen es crear sistemas de referencias (podríamos decir aproximadamente, «representaciones») que permiten referirse a un fenómeno generando un esquema descriptivo. Estos esquemas, que una vez consolidados sirven de base a la creación de nuevas representaciones, permiten transitar entre el fenómeno y sus sucesivas representaciones, en ambos sentidos, y son parte fundamental del campo de operación de las disciplinas.2
  • La estructura social no es un sustantivo sino un verbo. La estructura no es independiente de la sociedad que sustenta, sino que a la vez genera y regenera. «Ninguna versión del orden social, ninguna organización, y ningún agente resulta jamás completo, autónomo y final» (Law, 1992: 385-386).
  • Rompe la dicotomía micro y macro: propone seguir y examinar a los actores y productos de la tecnociencia en el momento mismo de sus acciones.
  • Rompe la dicotomía dimensión social-dimensión cognitiva: la sociedad es producto de un entramado de relaciones heterogéneas.
  • Los elementos sociales en el pensamiento social no son dimensiones causales, son otro producto de las interacciones entre los actores. Por lo tanto son un problema, no una solución.

 La fuerza de la Teoría del Actor-Red en la actualidad

Según Pérez Tornero, la vigencia de la Teoría del Actor-Red es propiciada por las características del mundo contemporáneo: “necesitamos un marco conceptual que pueda dar cuenta del continuo movimiento de reticulación, ensamblaje y organización que se produce con los nuevos medios. Y requerimos que este marco sea global, explicativo y sostenga la idea de conjunto”.3

Con ello relaciona la potencialidad explicativa de la teoría del actor-red como una forma de abordar la sociedad que propone puntos de vista mucho más certeros, teniendo en cuenta el inmenso impacto de Internet en la comunicación, que intrínsecamente “ha dado fuerza y visibilidad al fenómeno de estructuración en forma de red”. En este contexto, donde la concepción de interrelación es mucho más explícita, la teoría del actor-red consigue identificar en un mismo nivel y a la vez unificar los artefactos tecnológicos con lenguajes de programación y actos humanos, todos ellos actantes en conjuntos holísticos.

La fuerza de esta teoría reside también en la aplicación parcial o total, explícita o encubierta, de sus fundamentos en teorías de otros autores que “reivindican el papel fundamental que tiene hoy en día las redes y las conexiones”. Tal como indica José Manuel Pérez Tornero, éstas pueden ser el conectivismo, el constructivismo, la semiótica, la antropología cultural o la economía política.

 LA TEORÍA DEL ACTOR-RED Y LA TESIS DE LA TECNOCIENCIA

Javier Echeverría (Fundación Ikerbasque-Universidad del País Vasco, Instituto de Filosofía y Red CTI/CSIC) y Marta I. González (Instituto de Filosofía y Red CTI/CSIC); doi: 10.3989/arbor.2009.738n1047

 González, M. I. Casanova, P., Echeverría, J. 2004. Las nuevas ciencias y las humanidades: de la academia a la política. Anthropos Editorial, Barcelona. La teoría del actor-red y la tesis de la tecnociencia. Fundación Ikerbasque-Universidad del País Vasco. ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura CLXXXV 738 julio-agosto (2009) 705-720 ISSN: 0210-1963; doi: 10.3989/arbor.2009.738n1047.

Muchos otros autores utilizan también la expresión “tecnociencia” para insistir en la íntima relación entre la ciencia y la tecnología, y justificar un tratamiento conjunto, especialmente si se ocupan de la ciencia y la tecnología contemporáneas. En particular, Javier Echeverría (2003) ha desarrollado con detalle el concepto de “tecnociencia”,

oponiéndose a la idea latouriana de que toda ciencia es tecnociencia y reservando la denominación para la evolución que tiene lugar a partir de los años ochenta del siglo XX de la macrociencia (Big Science) que se había instaurado al finalizar la Segunda Guerra Mundial. La macrociencia surgida (….) 

Las propuestas de Echeverría y la teoría del actor-red confluyen en su especial atención a la práctica científica (….).Cabe decir que en los últimos años se ha producido un giro hacia la práctica en los estudios de ciencia y tecnología, de modo que, aparte del conocimiento, la praxis científica y tecnológica se ha convertido en un objeto de estudio igualmente relevante. En este giro hacia la práctica [JJI1] se encuadra también la teoría del actor-red, cuya primera norma metodológica fue la de seguir a los científicos e ingenieros en sus prácticas cotidianas.

Otra novedad radical de la concepción praxiológica, compartida por la teoría del actor-red, es la de afirmar que la ciencia no sólo se hace en los laboratorios, sino en otros muchos ámbitos. Además de investigar, los científicos contemporáneos conforman equipos, gestionan recursos humanos, económicos y tecnológicos, presentan proyectos en convocatorias competitivas, buscan financiación, intentan tener un poder institucional, tejen redes internacionales, forman nuevos investigadores, difunden los resultados que obtienen, tratan de incrementar los factores de impacto de sus publicaciones, hacen lobby en los despachos y comisiones donde se toman las decisiones de política científica, elaboran informes como expertos, etc. 

RESUMEN: La teoría del actor-red y el análisis de la tecnociencia desarrollado por Javier Echeverría (2003) presentan múltiples puntos comunes, pero también importantes divergencias. Mientras que el análisis de la tecnociencia responde al intento filosófico de clasificar y caracterizar las modalidades de práctica científico-tecnológica contemporánea, el conjunto de herramientas metodológicas de la teoría del actor-red trae al primer plano el desorden oculto tras la ordenada apariencia de la tecnociencia, la contemporánea y la de épocas pasadas. Sin embargo, la teoría del actor-red se muestra útil para describir las complejas redes tejidas por centros de investigación, instituciones, universidades y empresas, y los productos resultantes de las mismas en términos de orden natural y social. (…) ambas, pese a sus diferencias, pueden beneficiarse mutuamente.

TEORÍA DEL ACTOR-RED Y TECNOCIENCIA: EL GIRO HACIA LA PRÁCTICA EN LOS ESTUDIOS DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA

La teoría del actor-red (actor-network theory o ANT)1 se origina en los años setenta y ochenta del pasado siglo XX como un desarrollo en el dinámico panorama de los estudios sociales sobre ciencia y tecnología del momento. La sociología del conocimiento científico de Edimburgo y Bath, la antropología de laboratorio y los nuevos enfoques en historia de la ciencia y la tecnología son el contexto en el que aparecen en París los primeros casos de estudio con la metodología del actor-red. Bruno Latour (1988) y Michel Callon (1986) analizan ejemplos tan variados como (…) para ofrecer las características de lo que John Law (2007)2 denomina la versión ortodoxa de ANT, aquella que se desarrolló fundamentalmente durante los años noventa.

La tecnociencia se define como una red cuyos nodos están formados tanto por actores humanos como por actores no humanos (instrumentos, baterías, chips o cualquier otro componente tecnológico, objeto físico o ser vivo). Las consecuencias de esta definición se exploran a través del análisis de cómo se forman y se sostienen tales redes. Según este enfoque, tanto los desarrollos científicos como los tecnológicos pueden ser analizados en términos de luchas entre diferentes actores para imponer su definición del problema a resolver (Latour, 1987; Callon, 1987). Aunque hasta el momento los sociólogos se habían ocupado de la ciencia y la tecnología como fenómenos relativamente independientes (aunque susceptibles en ocasiones de ser analizados con el mismo tipo de instrumentos metodológicos), Latour utiliza explícitamente la noción de tecnociencia para describir “todos los elementos vinculados a contenidos científicos, sin que importe lo sucios, inesperados o extraños que parezcan” (1983: 168), tratando de subrayar la multiplicidad de elementos y actores que concurren en la conformación del producto (“la ciencia y la tecnología”) y criticando la distinción interno/externo.

Restringir la ciencia contemporánea a la actividad investigadora en los laboratorios implica prescindir de otros muchos escenarios en los que se construyen redes de actores, y a los que también la teoría del actor-red ha prestado atención. Los estudios de la práctica científica, a diferencia de los estudios sociales centrados en el conocimiento, tienen en cuenta redes de actores mucho más amplias y complejas, en las que no sólo hay científicos que investigan e instrumentos de investigación, sino también financiadores, inversores, gerentes, gestores, técnicos, evaluadores, administradores, burócratas, divulgadores, periodistas científicos, diseñadores de imagen, expertos en marketing, asesores jurídicos para gestionar las patentes y, en su caso, pleitear por la propiedad intelectual del conocimiento, etc., así como múltiples instrumentos de gestión y evaluación, que también forman parte de la actividad científica. En suma: los estudios de la práctica científica se ocupan de un ámbito mucho más amplio y complejo que los estudios de ciencia y tecnología centrados en el conocimiento. Todo ello ha dado lugar a nuevas concepciones de la tecnociencia, en las que se subrayan los aspectos praxiológicos, más que los puramente epistémicos o cognitivos.

2. TEORÍA DEL ACTOR-RED

La teoría del actor-red es uno de los enfoques más novedosos y de más éxito en los estudios sobre ciencia y tecnología desarrollados en el último cuarto del siglo XX. Intentar caracterizarla no puede hacerse sino traicionándola ya que, si algo hemos aprendido de la sociología de la ciencia de los últimos treinta años es que toda representación traiciona su objeto, de tal modo que toda representación de la teoría del actor-red no puede ser sino una traducción, al igual que toda representación de la ciencia y que el proceso mismo de la ciencia en acción. Sucede, además, que la teoría del actor-red es altamente maleable, revisable [JJI2] y tiene una gran capacidad de transformación, con lo que proponerse ofrecer un panorama definitivo de la misma es una tarea destinada desde el comienzo al fracaso. Los intentos de caracterización de sus propios protagonistas resultan erráticos. John Law (2003) entiende que la mejor forma de hacer justicia a una exposición de la teoría del actor-red es a través de ejemplos, pero más adelante se encuentra preparado para ofrecer una definición amplia: “la teoría del actor-red es una familia diversa de herramientas semiótico-materiales, sensibilidades y métodos de análisis que tratan todos los elementos de los mundos naturales y sociales como un efecto, generado permanentemente, de las redes de relaciones dentro de las que están ubicados” (Law, 2007). Por su parte, Bruno Latour estaba dispuesto en 1999 a deshacerse de la propia denominación de la teoría, pero termina por volver a reivindicarla de forma entusiasta recientemente (2005:9) 

Quizá un intento de reunir las notas características de la teoría del actor-red, al menos en su versión más ortodoxa de los años noventa, debería recoger las siguientes:

– ANT no se trata de una teoría explicativa, sino descriptiva;

– el mundo natural y social son el producto de redes de relaciones entre actores;

– estos actores son tanto humanos como no humanos;

Frente a la sociología tradicional, que Latour llama “sociología de lo social”, ANT es una “sociología de las asociaciones” (Latour, 2005: 9), que cuenta historias sobre cómo se originan, evolucionan y terminan las relaciones entre actores. De hecho, cuando los científicos añaden el adjetivo “social” a algún fenómeno, están designando un estado de cosas estabilizado. Por lo tanto, las explicaciones en términos de “factores sociales” de, por ejemplo, una teoría científica o un sistema tecnocientífico, no explican

realmente nada, y más bien ocultan los procesos a través de los cuales los diferentes actores y sus asociaciones han logrado la estabilización de una red. ANT aborda esta tarea sin pretender que sea posible identificar factores explicativos y productos explicados. Su estrategia metodológica es la descripción de la dinámica de formación y estabilización de redes formadas por actores heterogéneos.

Y es precisamente en la conceptualización y el tratamiento de los actores donde ANT introduce una de sus mayores novedades: un actor no es un individuo (o una colectividad de ellos). El actor se define más bien por los efectos de sus acciones, de tal manera que un actor es cualquier elemento con el poder de “actuar” sobre otros, ya sea un científico, un ingeniero, un político o un líder de un movimiento social, pero también una vieira, un barco, una bacteria, una rata de laboratorio, la bisagra de una puerta (…) Frente a las teorizaciones habituales en ciencias sociales, ANT se caracteriza por una radical indeterminación de los actores (Callon, 1998). Un actor puede ser individual o colectivo, humano o no humano, puede enrolar o dejarse enrolar y si algo no está previamente definido, son sus intenciones y sus intereses. (….) ANT recupera de una forma muy enfática la materialidad perdida en otros enfoques recientes en sociología del conocimiento científico, y éste  es uno de los principales puntos de conflicto con ellos. Donde se apelaba a los intereses humanos para dar cuenta del modelado social de teorías y artefactos, los teóricos del actor-red narran de qué modo los diferentes actores (humanos y no humanos) van conformándose mutuamente, definiendo y redefiniendo sus intereses en la interacción a través de procesos de traducción, “enrolamiento” y movilización, y obteniendo como producto la estabilización, siempre precaria, de una red. De esta manera, ni siquiera los actores están predeterminados antes de que la red comience a funcionar (Callon, 1986, Law, 2007).

Dado que la teoría del actor-red está más interesada en los “cómos” que en los “porqués”, su fuerza no radica tanto en las exposiciones teóricas que pretenden resumirla o mostrarla, y que son tan diversas como sus propios autores, sino en su puesta en práctica a través de casos de estudio. De hecho, todos los intentos de caracterizar ANT no son sino ejercicios de seguir a los diferentes autores a través de sus análisis de casos, del mismo modo que los propios teóricos del actor-red siguen a sus actores a través de los movimientos en los que se establecen relaciones entre ellos.

A través de los casos de estudio es también posible rastrear la evolución de ANT en los últimos años. Con la entrada del siglo XXI, diferentes autores comienzan a aplicar la teoría del actor-red de forma heterodoxa a sus casos de estudio manteniendo, sin embargo, los principios metodológicos básicos. En general, lo que John Law (2007) denomina la “diáspora” de ANT se deriva de una descripción cada vez más compleja de las redes estudiadas. La movilidad y ambivalencia de los actores, la pluralidad ontológica en los hechos construidos y, sobre todo, el énfasis en la performatividad3, marcan los últimos desarrollos de la teoría del actor-red.

Anne Marie Mol (2002), por ejemplo, ha descrito las prácticas de diagnóstico y tratamiento de la arteriosclerosis, concluyendo que las prácticas en diferentes contextos: en la consulta de salud primaria, la sala de radiografía, la de  ecografía o el quirófano, generan realidades diferentes de lo que es la enfermedad, cuya articulación es también una cuestión práctica. De algún modo, las prácticas producen múltiples redes y, por tanto, múltiples realidades (….). En ambos casos se ven reflejadas las dificultades de domar el desorden y también queda patente que, en sus propias narraciones, los teóricos del actor-red no describen simplemente la formación de redes tecnocientíficas, sino que con sus prácticas crean nuevas realidades y reinventan la propia teoría.

Bruno Latour, que ha sido el principal objeto de crítica por las posibles consecuencias relativistas de su enfoque descriptivo, ha reflexionado en su trabajo más reciente sobre

las implicaciones políticas de la teoría del actor-red. En We have never been modern (1993) introduce ya la discusión sobre “el parlamento de las cosas[JJI3] ” que desarrollará más adelante fundamentalmente en Politics of Nature (2004), tratando de deshacer la diferencia entre la representación política y la representación científica[JJI4] . Los constructos del conocimiento, argumenta Latour, constituyen una mezcla de política, ciencia, tecnología y naturaleza, son “híbridos”, como “el calentamiento global”, “el agujero de la capa de ozono”, “los alimentos biológicos” o la “crisis económica”.

Al difuminarse de este modo las fronteras entre las humanidades, las ciencias naturales y las ciencias sociales, se requieren nuevas formas de entender el papel de la ciencia en la sociedad. Mientras que “representar” significó siempre cosas muy distintas en el ámbito de la ciencia y el de la política, Latour propone que la renuncia a entender la verdad científica como representación fiel de los hechos se complemente con la instauración en este nuevo parlamento de una representación política de la cosas. Los no humanos tienen derecho a ser representados por sus portavoces, lo mismo que los humanos, en una representación que sea lo más fiel posible a su complejidad y a sus inherentes incertidumbres. El “parlamento de las cosas” reivindica el papel de la negociación y los acuerdos parciales y revisables sobre lo que es real y sobre cómo humanos y no humanos podemos vivir juntos.

Frente al “parlamento de las cosas” de Latour, en los “foros híbridos” se sientan actores humanos, expertos y legos, para deliberar conjuntamente y tomar decisiones en casos de incertidumbre o conflictos sobre el resultado de alguna acción tecnocientífica, entrando así ANT en diálogo con toda la investigación sobre participación pública en ciencia y tecnología que se ha desarrollado desde diferentes disciplinas y enfoques4. De este modo, la teoría del actor-red, a través de sus múltiples versiones y manifestaciones, se ocupa de los aspectos centrales y más relevantes de la tecnociencia contemporánea. Latour enumera tres criterios para incluir un análisis de la tecnociencia dentro de la teoría del actor-red. De los dos primeros, que incluya actores no humanos y que lo social no se use para explicar la estabilización de las redes, hemos hablado previamente. Resta el más interesante, el criterio que además, responde a las críticas de relativismo.

De acuerdo con Latour (2005: 11), un análisis podrá considerarse ANT si su objetivo no es la deconstrucción, sino la recomposición de lo social. ANT no ha de confundirse con la crítica de las grandes narrativas, porque su objetivo no es deconstruirlas o destruirlas, sino más bien comprobar cuáles son las nuevas instituciones, procedimientos y conceptos capaces de reconectar lo social. La concepción praxiológica de la tecnociencia (Echeverría, 2003), de la que nos ocuparemos a continuación, se centra precisamente en esa reconstitución de la ciencia y la tecnología contemporáneas, con la aparición en escena de nuevos actores, la puesta en tela de juicio de las fronteras entre el dentro y el fuera de la ciencia, y un énfasis renovado en las prácticas.

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