¿Son adecuados los modelos actuales de los institutos del CSIC?

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el organismo Público de Investigación (OPI) más importante de España, se organiza en 120 institutos de investigación, de los cuáles 70 son propios y 50 mixtos. Propios quiere decir que sus trabajadores pertenecen todos al CSIC, y mixtos que son fruto de un convenio con, usualmente, alguna universidad. Ninguno de estos 120 centros tiene titularidad propia, y ésta es la del CSIC (un único CIF para toda la institución).

 

Sede central del CSIC en Madrid

La estructura de estos institutos (propios y mixtos) ha sido objeto de debate en algunas ocasiones, pero quizás no con la suficiente profundidad. A la vista del éxito de los institutos en Cataluña (como el IRB, ICFO, o CRG), hubo una iniciativa firmada por todos los presidentes del CSIC vivos en ese momento (Rafael Rodrigo, Alejandro Nieto, José Elguero, Enrique Trillas, Emilio Muñoz, Elías Fereres, José María Mato, César Nombela, Rolf Tarrach, Emilio Lora-Tamayo y Carlos Martínez) en el que se ponía en cuestión el actual modelo y se proponía experimentar con otros modelos que dieran más autonomía a sus institutos, o al menos, crear un programa piloto con algunos de ellos.

Colegio de Presidentes del CSIC

Desgraciadamente, la iniciativa no tuvo continuidad. El modelo catalán, muy exitoso, tiene un correlato en el País Vasco, y en la propia Comunidad de Madrid, han surgido los IMDEA (cada uno de ellos es una fundación).

Esta vertiente, la autonomía de los institutos del CSIC, es un aspecto a estudiar. Desgraciadamente, los últimos 6 años han supuesto una involución para el control de los centros en aras de una discutible eficiencia económica.

Los institutos mixtos

¿Cuáles son las razones detrás de los institutos mixtos? ¿Cuáles son los beneficios para cada parte? Para los investigadores del CSIC trabajando en una determinada materia, supone aumentar los efectivos con profesores de la universidad en cuestión. Algo que mucha gente desconoce es que el número de investigadores de plantilla en el CSIC no es muy alto, ya que depende enteramente de la Oferta de Empleo Público (OEP) y lo que cada gobierno quiera dedicar a la investigación. Así, doblar el número (la proporción habitual de investigadores en un centro mixto es del 50% de cada lado) de la plantilla permite abordar de una manera más racional sus líneas de investigación.

Por otra parte, para la universidad, supone en muchos casos el acceder a laboratorios bien equipados, e incluso edificios modernos que dan una dimensión estratégica clave para buscar recursos y visibilidad. El CSIC suele ser quién paga la construcción de un edificio en el campus, de equiparlo en gran parte, y proporciona también el personal mínimamente indispensable para la gestión (un gerente así como un habilitado-pagador, entre otro personal). Los edificios suelen figurar en el convenio como propiedad del CSIC, instalados en el campus, aunque al cabo de unos 50 años desde su construcción, pasan a ser propiedad de la universidad. Esto supone para un campus una plusvalía de grandes consecuencias económicas.

El CSIC aporta investigadores muy seleccionados y sus propias programas de recursos humanos y económicos (a veces el recíproco no se da con la misma generosidad). Otro aspecto clave es el de la formación de los investigadores. Aunque el CSIC mantiene un convenio con la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) que le permite desarrollar varios másteres y programas de doctorado prácticamente propios, en un instituto mixto se suele colaborar con los programas de máster y doctorado de la universidad asociada. Sin embargo, la participación suele reducirse a impartir algunos créditos, dirigir algunos Trabajos de Fin de Máster, y dirigir tesis doctorales. Pero no se le suele hacer partícipes a los investigadores del CSIC de la elaboración de los programas, cuando es esencial que los que van a formar futuros investigadores pudieran opinar sobre lo que deben aprender los estudiantes en el máster y el doctorado.

Otro tema importante es que al construir un edificio en un campus como sede del instituto mixto, no siempre los investigadores de la universidad usan el despacho que se les ha asignado, y continúan con los que tenían en sus departamentos (la comodidad de las clases, un tema que no está resuelto, porque las universidades deberían facilitar sus tareas docentes). Si lo que se quería es construir un espacio común de interacción, esta no se produce adecuadamente, y los principales perjudicados en un instituto en investigación básica son los investigadores en formación, que deberían vivir embebidos en un ambiente estimulante. Además, ¿podemos permitirnos excelentes despachos vacíos durante semanas y meses porque no se ocupan adecuadamente con el coste de mantenimiento que eso implica?

Un escenario preocupante

Un problema que surge en algunos centros mixtos es el de la pertenencia al instituto. Habitualmente, los investigadores de la universidad permanecen durante muchos años en el instituto (para los del CSIC es su único lugar de trabajo, a menos que se trasladen a otro instituto).

Podíamos extrapolar lo que podría ocurrir si nos fuéramos a una situación extrema. Imaginemos que cada cuatro años el personal de plantilla de la universidad tuviera que aplicar de nuevo para ser miembros del instituto. Y podría ocurrir que hubiese una renovación total (o, aunque parcial, de una cierta entidad).

Sede del ICMAT

Y aquí vienen una serie de preguntas ante tal situación:

– ¿Cómo va a planificar el instituto su desarrollo científico si cada cuatro años cambiara la mitad de sus investigadores de plantilla?

– ¿Se puede pretender que ese instituto pueda competir en buenas condiciones para convertirse en un centro de excelencia Severo Ochoa?

– ¿Qué pasaría con los estudiantes de doctorado e investigadores postdoctorales que estén dirigidos por  un investigador que no continuara? ¿Y qué ocurriría con sus proyectos de investigación concedidos por el CSIC o gestionados desde el CSIC al perder su condicion de miembro del instituto?

Además, si en el proceso de decisión sobre los que se van o se quedan, el instituto no tiene el control de dicho proceso -que está definido por su política científica mediante el Claustro Científico, la Junta y Órganos de gobierno-, sino que éste dependa de otros organismos o de un proceso externo desconocedor de dicha realidad, podría llevar al instituto a una situación catastrófica. Imagínense que podrían darse situaciones en las que la universidad usara este mecanismo para decidir a quién quiere premiar y a quién no, o para ambas partes, deshacerse de personal “incómodo” a las respectivas gobernanzas.

Usted, si ha estado leyendo hasta aquí, puede pensar que la hipótesis que planteo es imposible. Se equivocará. Es lo que va a ocurrir (si el CSIC o el Ministerio de Ciencia no lo remedian) en el Instituto de Ciencias Matemáticas, ICMAT, centro de excelencia Severo Ochoa, perteneciente al CSIC y conveniado con tres universidades (Universidad Autónoma de Madrid, Universidad Carlos III de Madrid y Universidad Complutense de Madrid). Y el porcentaje no es 50%-50%, sino 36%-64%, o sea, que las consecuencias pueden ser demoledoras.

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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias).

 

 

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