Como ven los escritores las matemáticas y a los matemáticos

Con más frecuencia de lo que pudiéramos pensar, las matemáticas como disciplina y los matemáticos, como practicantes de la disciplina, aparecen en muchas novelas. El objetivo de esta entrada es tomar algunos ejemplos de lecturas recientes de los últimos dos o tres meses, no escogidas expresamente, para demostrar así mi afirmación.

En El revés de la trama, una de las mejores novelas de Graham Greene, el desencantado comandante de policía Henry Scobie, perdido en su destino en una axfisiante colonia británica en África Occidental durante la Segunda Guerra Mundial, reflexiona sobre su problemas de conciencia: «Estoy demasiado cansado para pensar: esto habría que analizarlo en un papel, como un problema de matemáticas, y la respuesta debería obtenerse sin dolor».

Greene va más allá de lo práctico y revela un profundo pensamiento sobre las matemáticas: “Pensó que la verdad nunca había sido de auténtica utilidad para ningún ser humano; era un símbolo perseguido por los filósofos y los matemáticos.” E incluso aparecen las matemáticas de nuevo cuando Scobie habla con la que será más tarde su amante, Helen, salvada milagrosamente de un naufragio. Pregunta Scobie sobre su época de estudiante y responde Helen:

“- ¿Qué se le daba bien, aparte del baloncesto?

– Creo que era la segunda en matemáticas, pero nunca destaqué en trigonometría.”

En De un mundo que ya no está, la autobiografía inconclusa de Israel Yehoshua Singer, el autor recuerda a uno de sus tíos, Yosef, hermano de su madre, y primogéntito que desesperaba a su abuelo, un afamado rabino que esperaba traspasarle algún día el puesto. Yosef “era reputado por su brillante inteligencia y su sabiduría. Había adquirido muchos conocimientos directamente de los libros, y por cuenta propia aprendió tanto el idioma ruso como, sobre todo, el cálculo y el álgebra de las matemáticas. Siempre andaba con un trocito de tiza en la mano haciendo números sobre las paredes, mesas y bancos.” Y así pasaba los días el tío Josef, enfrascado en su cálculos, pero como era juez, a él acudían si la contienda exigía precisamente el uso de los mismos. Juntamos así el estereotipo del matemático despistado con la utilidad de las matemáticas.

En Niña de todos los países, una de las maravillosas novelas de Irmgard Keun, su protagonista, Kully, una niña que se ve abocada a viajar de un hotel a otro por la Europa previa a la Segunda Guerra Mundial ya que su padre, escritor, ha tenido que huir con ella y su madre de la Alemania nazi, habla del valor de las matemáticas:

Ahora también se leer en el periódico las cotizaciones de las monedas, cambiar florines en zlotys y zlotys en francos belgas. De todas las matemáticas, eso es lo más importante. Hay que saber que es mil veces mejor tener diez dólars que un marco.”

De nuevo el valor práctico de las matemáticas para la vida cotidiana.

El libro que tengo ahora entre manos es Encuentro con libros, una selección de críticas literarias, prólogos y similares de Stefan Zweig. En el capítulo sobre la obra de Thomas Mann, Discurso y respuestas, Zweig afirma: “Los matemáticos aseguran que la aritmética, esa disciplina sobria, precisa, sometida a la servidumbre de los cálculos cotidianos, cambia por completo cuando gana abstracción y entra en la esfera intelectual, en la que goza de una prodigiosa libertad, allí, apartada de lo terrenal como la música, derrocha fantasía y embriaga los sentidos.” Y esta es una manera de describir la prosa de Mann. Y sobre la misma, continúa Zweig: “Su valor estriba en la distancia que media entre el autor y el objeto, una magnitud que puede describirse asumiendo los fundamentos de la geometría euclídea.”

Las matemáticas forman parte de nuestra vida probablemente con más intensidad que ninguna otra enseñanza que hayamos estudiado, y si están atentos, amigos lectores, lo descubrirán una y otra vez.

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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, Real Academia Galega de Ciencias)

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