Cien años de soledad infinita
Es bien conocida la fascinación de Jorge Luis Borges por las matemáticas, pero no lo es tanto que Gabriel García Márquez, consciente o inconscientemente, incluyó guiños matemáticos en su obra maestra, “Cien años de soledad”.
A lo largo de la obra, de una manera sutil, García Márquez desliza ideas sobre los grafos y el infinito. Por ejemplo, si leemos este texto
«Habían contraído, en efecto, la enfermedad del insomnio. Úrsula, que había aprendido de su madre el valor medicinal de las plantas, preparó e hizo beber a todos un brebaje de acónito, pero no consiguieron dormir, sino que estuvieron todo el día soñando despiertos. En ese estado de alucinada lucidez no sólo veían las imágenes de sus propios sueños, sino que los unos veían las imágenes soñadas por los otros. Era como si la casa se hubiera llenado de visitantes.»
cada durmiente despierto sueña su sueñs y los sueños de los demás, que a su vez sueñan los de los otros. Es un grafo en el que cada nodo/no durmiente está conectado con todos los demás, siendo la conexión de A con B que A sueñe su sueño y el sueño de B y vicerversa.
En el siguiente texto de la obra, García Márquez nos introduce en un bucle algorítmico, en el que la pregunta inicial se repite una y otra vez, sin que sea posible un final. Alan Turing estaría feliz con este algoritmo:
«Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse durante horas y horas los mismos chistes, a complicar hasta los límites de la exasperación el cuento del gallo capón, que era un juego infinito en que el narrador preguntaba si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que sí, el narrador decía que no les había pedido que dijeran que sí, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que no, el narrador decía que no les había pedido que dijeran que no, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando se quedaban callados el narrador decía que no les había pedido que se quedaran callados, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y nadie podía irse, porque el narrador decía que no les había pedido que se fueran, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y así sucesivamente, en un círculo vicioso que se prolongaba por noches enteras.»
El siguiente texto
«Cuando estaba solo, José Arcadio Buendía se consolaba con el sueño de los cuartos infinitos. Soñaba que se levantaba de la cama, abría la puerta y pasaba a otro cuarto igual, con la misma cama de cabecera de hierro forjado, el mismo sillón de mimbre y el mismo cuadrito de la Virgen de los Remedios en la pared del fondo. De ese cuarto pasaba a otro exactamente igual, cuy a puerta abría para pasar a otro exactamente igual, y luego a otro exactamente igual, hasta el infinito. Le gustaba irse de cuarto en cuarto, como en una galería de espejos paralelos, hasta que Prudencio Aguilar le tocaba el hombro. Entonces regresaba de cuarto en cuarto, despertando hacia atrás, recorriendo el camino inverso, y encontraba a Prudencio Aguilar, en el cuarto de la realidad.»
tiene un contenido matemático evidente, que nos lleva al llamado hotel de Hilbert, hotel con infinitas habitaciones, donde aquí el infinito es el cardinal de los números naturales, el aleph0 . El hotel de Hilbert puede estar completamente lleno, pero siempre hay hueco: si viene un nuevo huésped, basta pasar el de la habitación número 1 a la número 2, el de la númerao 2 a la 4, y así sucesivamente. No solo quedará un cuarto libre, sino infinitos, de hecho, tantos como habitaciones tiene el hotel. Y ese hecho es una de las características de los conjuntos infinitos. La cantidad de números enteros es la misma que la de los números pares y la de los impares. ¡Este es el sueño de José Arcadio Buendía y el de todos los hoteleros!
En otra de sus obras, «El amor en los tiempos del cólera», García Márquez incluye el siguiente pequeño guiño matemático
«Todas las tardes después de la siesta, el doctor Urbino se sentaba con él en la terraza del patio, que era el lugar más fresco de la casa, y había apelado a los recursos más arduos de su pasión pedagógica, hasta que el loro aprendió a hablar el francés como un académico. Después, por puro vicio de la virtud […] trató sin fortuna inculcarle una noción mecánica de las cuatro operaciones aritméticas.»
García Márquez no era ajeno a incluir señas científicas en sus obras literarias. En el libro “La astronomía en la obra de García Márquez” el divulgador científico Jose Antonio Mesa interrogó a compañeros y familiares del Nobel sobre la recurrencia de los temas científicos en sus obras a lo cual recibió como respuesta “Porque su pasión eran las letras y su intención plasmar el universo”. El mismo García Márquez llegó a afirmar que no hay en sus novelas una línea que no esté basada en la realidad.
Estos guiños matemáticos reflejan la gran vocación de García Márquez como periodista, estudiando meticulosamente diversos conceptos, para así llegar a utilizar incluso a las matemáticas como recurso literario.
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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, ICSU) y Viviana Márquez (Estudiante de matemáticas, Konrad Lorenz Fundación Universitaria).
Joder que están sobre explotando la imagen del escritor colombiano. Cualquiera que hile delgado diría que todas son alusiones sino odas a las drogas. Pues vamos, zapatero a tus zapatos que lo de Garcia Marquez son las letras no los números.
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