La muchacha que analizaba los datos
En 1965, una joven graduada en Física, Jocelyn Bell, comenzó en la Universidad de Cambridge su doctorado en astrofísica bajo la dirección de Anthony Hewish, quién quería poner en marcha un nuevo método observacional de los recientemente descubiertos quasars, con la ayuda de un nuevo radiostelescopio. Con sus colegas de doctorado, Jocelyn comenzó la ardua construcción del telescopio, que comenzó a funcionar en julio de 1967, todavía sin terminar. El trabajo de Jocelyn era usarlo y analizar los datos que se iban recogiendo: casi 30 metros de papel cada día.
Un día detectó un extraño patrón en los registros de las lecturas, un pulso regular, aproximadamente uno por segundo. Lo denominó temporalmente LGM (Little Green Man, Hombrecillo verde), porque tanto ella como Hewish pensaron en un principio que eran ocasionados por extraterrestes. Los quásares son también objetos luminosos y emiten en todas las longitudes de onda. La diferencia radicaba en la frecuencia de los destellos, por lo que debería tratarse de un nuevo objeto. Finalmente identificó la fuente como una estrella de neutrones de rápida rotación.
Resumidamente, un púlsar es una estrella de neutrones que emite radiación periódica. Esta radiación es fruto de intensos campos magnéticos en el corazón de la estrella, y se emite a intervalos regulares relacionados con la rotación de este objeto.
Un púlsar surge de una estrella que explota y cuyo materia residual se comprime. En este proceso, disminuye la distancia entre los átomos aunque los electrones que orbitan alrededor del núcleo se repelen mutuamente, pero en una estrella de neutrones los electrones son atraídos desde sus órbitas hacia el núcleo. Así, junto con los protones, se forman más neutrones, hasta que la estructura atómica se transforma en un cúmulo de neutrones, dando lugar a una estrella de neutrones.
Jocelyn nació en Irlanda del Norte en 1943 y desde una temprana edad mostró su interés por la Física, gracias a las enseñanzas de su profesor de Física en el Mount School de York, Inglaterra. Mr. Tillott, quién le decía: «No tienes que aprender montones y montones de datos; tan sólo aprende unas pocas cosas clave, y… entonces podrás aplicarlas y construir y desarrollar sobre ellas.”
Este descubrimiento fue digno de premio Nobel y se entregó a Anthony Hewish, el supervisor de Jocelyn. Únicamente se le entregó a él, en vez de a Jocelyn, cuando ella era la auténtica protaogonista.
Jocelyn no guarda rencor a la Academia Sueca y cree que quizás no le concedieran el Nobel porque en aquel momento sólo era una doctoranda.
No obstante, Jocelyn ha recibido muchos otros elogios. Ha pertenecido a importantes grupos de investigación en la Universidad de Southhampton, en el Royal Observatory de Edimburgo, en University College de Londres, Universidad de Princeton, Oxford, Bath y es actualmente la presidenta de la Royal Astronomical Society. También recibió la medalla de oro del CSIC hace dos años.
El trabajo de Jocelyn Bell (ahora Jocelyn Bell Burnell, por su casamiento) descansó sobre el análisis de los datos. Hace cincuenta años, los métodos eran muy primitivos, pero hoy en día existen técnicas poderosas para analizar los millones y millones de datos que los astrónomos obtienen, tanto de los telescopios y radiotelescopios en tierra como de las misiones espaciales. El análisis de estos datos descansa en las matemáticas, y el aumento exponencial que de este auténtico aluvión de datos precisa de algoritmos matemáticos cada vez más sofisticados. Esta necesidad ha creado un nicho muy interesante donde los matemáticos pueden encontrar muchas oportunidades. En los países más avanzados así lo han entendido, tal y como comentábamos en entradas anteriores.
Terminamos con esta excelente conferencia de la mismísima Jocelyn Bell sobre el descubrimiento de los púlsares.
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=TfEcf_ssSFA[/youtube]
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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, ICSU) y Cristina Sardón (ICMAT-CSIC).
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