Sobre la inteligencia, con un elogio a la estupidez

Acabo de leer (y releer) el ensayo de Hans Magnus Enzensberger, “En el laberinto de la inteligencia”, publicado en Anagrama en 2009, y no puedo más que maravillarme una vez más de la brillantez e ironía que despliega el autor alemán.

Cualquier lector debería ir ya a la lectura prevenido por el subtítulo “Guía para idiotas”, y es que más que un discurso sobre la inteligencia, lo es sobre la estupidez.

La pregunta de casi imposible contestación es: ¿qué es la inteligencia¿ , y a continuación, ¿cómo podemos medirla? Y el psicólogo Edwin G. Boring juntaba ambas en esta definición¨”La inteligencia es aquello que miden los tests de inteligencia”.

Enzensberger recuerda la historia de Alfred Binet, un filántropo francés que orientó sus intereses a la naciente neurología y fundó en 1889 un laboratorio en La Sorbona. Binet desarrolló un test para medir la inteligencia, pero siempre mantuvo la cautelas sobre sus medidas.

Alfred Binet

Fue el psicólogo alemán William Stern quien acuñó el término “coeficiente de inteligencia” en 1912, y más adelante, Hans Jürgen Eysenck, profesor de la Universidad de Londres, el que diseñó un test en 1962 que se extendió como la pólvora. Eysenck ponía un ejemplo con la invención del termómetro y la teoría del calor: el primero se inventó para medir la temperatura antes de saber muy bien en que consistía el calor; lo mismo ocurriría con la inteligencia y su coeficiente.

Hans Jürgen Eysenck

Enzensberger arremete contra todas estas medidas de la inteligencia, que, además, en ocasiones se han utilizado con fines racistas y discriminatorios. Y no es el único. La neurociencia sin duda pondrá a cada uno en su sitio.

La inteligencia no es aditiva, las habilidades no están igualmente repartidas y una definición de inteligencia se sigue escapando de nuestras posibilidades. Hablando de las matemáticas, ¿cómo juzgaríamos las habilidades aritméticas de un cuervo? ¿o las de optimización de la que hacen gala las hormigas? ¿o las de la orientación de las abejas? Se han descrito cientos de tipos de inteligencia, hasta las inteligencias múltiples, propuestas en 1983 por Howard Gardner.

Yo soy matemático, de una tribu que se supone formada por seres algo más inteligentes que la media (dicen algunos). Pero si miro a mi entorno, veo pájaros de todos los plumajes. Idiots savants como los que describimos en la entrada anterior y que en su vida han leído un libro, otros que sí lo han hecho y se creen una reencarnación de Francisco de Quevedo, otros que tienen que reunirse una y otra vez y enviarse muchos mensajes electrónicos para tomar una decisión al cabo de meses o no tomarla nunca, … ¿Son ellos más inteligentes que la encargada de la ferretería de mi barrio que siempre me deja sorprendido con su eficiencia? Afortunadamente, la mayoría de los matemáticos son gente normal con la que se puede ir a tomar un café, hablar de los últimos libros leídos, o de las exposiciones visitadas, y sí, incluso de matemáticas.

Enzensberger imagina un experimento en el que un investigador de Stanford, Londres o Berlín, se confronta con una de estas personas que ha de valorar su inteligencia: 1) un inuit de Groenlandia, 2) un indio del Amazonas, 3) un navegante de Polinesia. El fracaso sería evidente.

Cerramos esta entrada con un poema, un himno a la estupidez con el que Enzensberger cierra también su libro. No podíamos elegir mejor broche.

 

Himno a la estupidez

Poder celestial, que se oculta en los pliegues del

[tronco encefálico,

inagotable dote para el género humano in

[saecula saeculorum,

iconmesurable como la Vía Láctea eres

[y múltiple como la hierba.

 

Poderosa hermana gemela de la inteligencia,

[de la mano

celebras con ella un melancólico parloteo.

 

Sí, con ardor nos inspiras en siempre renovadas

[metamorfosis,

Como necedad femenina y como idiotez

[masculina,

 

cómo resplandeces en los ojos inyectados

[en sangre del pendenciero

y te escurres de puntillas en la arrogancia

[de aristocrático carraspeo,

 

cómo nos cubres con el fétido aliento de una

[musa ebria

y con el delirio multisilábico del seminario

[filosófico.

 

¡Qué sería del eficaz sin ti, estupidez tonta

[del bote, de remate y de capirote,

que corres con ímpetu por sus venas, como

[una sobredosis de anfetaminas,

 

y del investigador sin la idea fija tras la cual

[traquetea a través de los blancos pasillos

de su instituto, como la rata en el laberinto!

 

Inútil recordar la Historia Universal, pues

[de quién se acuerda ella,

sino del vencedor en su napoleónica estulticia.

 

Y así conservamos el necio orgullo del ganador

y el sordo rencor del perdedor, sólo de vez

[en cuando edulcurado

 

por la charla ilustrada del predicador,

el cómico y el borrachín. Estupidez,

 

a menudo calumniada, que en su astucia

[te muestras

más estúpida de lo que eres, protectora de todos

[los débiles,

 

sólo a los escogidos les concedes tu don más

[preciado,

la bendita simpleza de los simples.

 

Ellos son las páginas en blanco de tu gran libro,

cuyo sello no nos abres a ninguno de nosotros.

 

Hans Magnus Enzensberger

 

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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, ICSU)

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5 comentarios

  1. ….Que sería del eficaz sin ti, estupidez tonta del bote, de ramate y de capirote, que corres con ímpetu por sus venas, como una sobredosis de anfetaminas, y del investigador sin la idea fija tras la cual traquetea a travez de los blancos pasillos de su instituto, como la rata en el laberinto.. !
    Hermoso.

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