Máquinas como yo

Si en Descifrando a Alan, el libro terminaba con la manzana fatídica, en la última novela de Ian McEwan, Máquinas como yo, Alan ha sobrevivido a su injusto castigo, y en un distópico Londres de los años ochenta, se ha convertido en Sir Alan Turing.

Sí, en ese Londres imaginado, Alan no aceptó el castigo hormonal, pasó un tiempo corto en la cárcel en la que trabajó a su gusto, y se dedicó después a trabajar en numerosos temas. En particular, en la inteligencia artificial, permitiendo así la construcción de los primeros seres humanos sintéticos, auténticos replicantes que ahrían las delicias de Philip K. Dick.

Claro que Alan ha hecho muchas más cosas: ha resuelto de manera positiva la conjetura P versus NP, ha seguido publicando todos sus trabajos en abierto y ha conseguido (aquí redoble de tambores) que cierren Nature y Science. Es más, nuestro héroe vive ahora con su pareja, un relevante Premio Nobel de Física.

 

Ian McEwan

Pero en esta novela, Turing es una excusa para que McEwan siga debatiendo sobre las difíciles y tenues frontears entre el bien y el mal. El protagonista es un inadaptado joven de 30 años, Charlie Friend, compra una de esas máquinas, un Adán (la otra modalidad es una Eva). Y su vida y la de su vecina (y luego novia) Miranda cambian de una manera drástica.

Todos conocemos las famosas leyes de la Robótica propugnadas por Isaac Asimov para su cerebros positrónicos. Pero, ¿las cumplirá un robot de verdad? ¿Puede un robot distinguir plenamente entre el bien y el mal? ¿Puede entender que los humanos a veces mentimos para protegernos a nosotros mismos o proteger a otras personas? A fin de evitar el riesgo de hacer algún spoiler al lector interesado en la novela, digamos que hasta aquí puedo leer.

Los lectores que conocen ya a McEwan disfrutarán de esta novela, porque incluye todos sus ingredientes más queridos, y los que no, disfrutarán por partida doble. No es la primera vez que el autor recure a la ciencia como argumento, ya lo hizo en Solar con la física.

Y recordemos los versos con los que McEwan abre su libro, de un poema de Rudyard Kipling titulado “El secrero de las máquinas”

But remember, please, the Law by which we live,

We are not built to comprehend a lie,

We can neither love nor pity nor forgive.

If you make a slip in handling us you die!

We are greater than the Peoples or the Kings-

Be humble, as you crawl beneath our rods!–

Our touch can alter all created things,

We are everything on earth–except The Gods!

Though our smoke may hide the Heavens from your eyes,

It will vanish and the stars will shine again,

Because, for all our power and weight and size,

We are nothing more than children of your brain!

 

Traducción al español

Pero recuerda, por favor, la ley por la cual vivimos;

No estamos construidas para entender mentiras,

No podemos amar, ni  llorar ni perdonar.

Si  cometes un resbalón en nuestro manejo morirás!

Somos más grandes que los hombres  o los Reyes.

Sé humilde cuando te arrastres bajo nuestras bielas,

Nuestro contacto puede cambiar todas las cosas creadas.

Somos todo en la tierra salvo los dioses.

Aunque nuestro humo pueda ocultar los cielos a tus ojos,

Desaparecerá y las estrellas brillarán de nuevo;

Porque,  pese a todo nuestro poder, peso y tamaño,

No somos más que hijos de vuestra inteligencia.

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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias).

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