De noche, bajo el puente de piedra

La lectura del libro “De noche, bajo el puente de piedra”, de Leo Perutz, publicado recientemente por Libros del Asteroide, nos ha deparado la sorpresa de encontrar entre sus personajes a uno de nuestros científicos y matemáticos mas apreciados, Johannes Kepler.

Pero no debería extrañarnos, ya que según la biografía de Libros del Asteroide, “Leo Perutz (Praga, 1882-Bad Ischl, 1957) nació en una acomodada familia de origen sefardita, estudió matemáticas y trabajó en una compañía de seguros en Viena y Trieste antes de dedicarse por completo a la escritura.” Algunos escritores de esa época, que fueron muy populares en los años veinte y treinta del siglo XX, han sido casi olvidados. Perutz huyó de los nazis y en 1938 se marchó a Tel Aviv, volviendo en 1950 a Viena.

Leo Perutz

Esta obra de Leo Perutz a la que aludimos consta de 15 relatos ambientados en la Praga del siglo XVI, en los que aparecen el emperador Rodolfo II, el gran rabino Loew, místico y vidente, el rico judío Mordejai Meisl y su bella esposa Esther. El articulador de los relatos es un misterioso estudiante de medicina llamado Jakob Meisl.

Es en el cuento titulado “La estrella de Wallenstein” en el que aparece Johannes Kepler; en él, el noble Wallenstein (Waldstein en el cuento, otro de los nombres por los que se conoce a Wallenstein) acude a hacerse su carta astral, y Kepler le dice que será Venus y no Marte quién regirá al día siguiente su destino. El cuento comienza con la visita de Hanniwald, el secretario particular del emperador Rodolfo II, que recrimina a Kepler su retraso en la entrega de las Tablas rudolfinas que Kepler elaboraba como astrónomo imperial; Kepler le replica contándole como debe cubrir sus necesidades económicas trabajando particularmente como astrólogo ante los retrasos y malos pagos del emperador, que no cumple con su salario pactado; de ahí que no pueda dedicar todo su tiempo a la elaboración de las tablas.

Cuando  Hanniwald se va, Kepler ve que un copo de nieve se había quedado prendido de la manga de su capote y lo observa con una lente; a continuación escribe: «De nive sexangula. Del carácter raro, multiforme, pero siempre hexagonal, de las estrellas de la nieve.»

Retrato del Duque de Wallenstein, por Michiel Jansz. van Mierevelt

Se ha debatido mucho sobre si Kepler practicaba la astrología (levantando cartas astrales, elaborando almanaques anuales) únicamente por motivos económicos, dada la tacañería del emperador, pero hay también evidencias de que intentaba darle unos fundamentos matemáticos más sólidos.

Como ejemplo, está el reanálisis y la rectificación que hace precisamente de la carta astral de Albrecht Wallenstein, o sus dos cartas a Michael Maestlin, de la Universidad de Tubinga, en la que debate los horóscopos de su familia y la muerte de su hijo, un intercambio privado que no tenía ningún interés económico.

Retrato anónimo de Johannes Kepler

De cualquier manera, Kepler acierta en su predicción astrológica y en una auténtica intriga palaciega llena de malentendidos, lo que iba a ser una operación de secuestro termina en una aventura galante que lleva a Wallenstein a enamorarse y contraer después matrimonio con la que, seguramente, fue el único amor de su vida, la condesa viuda Lucrecia von Landek, quien al fallecer prematuramente, le cede toda su fortuna.

Este tal Wellenstein es un personaje clave en la Europa convulsa de aquellos años, que darían lugar a la Guerra de los Treinta Años. La importancia de Wellenstein queda reflejada en la obra de Friedrich Stiller, Wallenstein, en 1799, y en la de Pedro Calderón de la Barca, El prodigio de Alemania, en 1634.

Para finalizar,  digamos que en otro de los cuentos, “El pintor Brabanzio”, el emperador quiere que éste, un pintor callejero, le venda uno de sus cuadros, y para convencerlo acude a la casa donde vive con su hermano, sastre de profesión. Para esta visita, el emperador se ha disfrazado de escribano para no ser reconocido. En un momento de la conversación, sin saber que su interlocutor es el propio emperador, el sastre dice:

“También se dice que allá arriba, en el castillo, hay tres hombres que son los que gobiernan el país y fijan los impuestos: un camarero, un astrólogo y un anticuario.”

El astrólogo no es otro que nuestro personaje.

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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, ICSU) y Cristina Sardón (ICMAT-CSIC).

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