Persiguiendo estrellas, descifrando triángulos
¿A dónde vas, Gilgamesh?
La vida que tú buscas
nunca la encontrarás.
Poema de Gilgamesh
Estos últimos meses han supuesto una dedicación al estudio de los triángulos, para escribir un libro más con mi compañera habitual de escritura, la querida/odiada Ágata Timón, que abrirá una nueva aventura matemática a la que esa manía de pisar charcos me lleva con demasiada frecuencia. Por lo tanto, hoy hablaremos de triángulos, pero también de estrellas, pues hoy, 24 de mayo, es el día de Esther (Estrella).
No hace mucho, en una entrada de este blog con mi colombiana favorita, Viviana Márquez, recordábamos las palabras de Galileo Galilei en Il Saggiatori:
“La filosofia è scritta in questo grandissimo libro che continuamente ci sta aperto innanzi a gli occhi (io dico l’universo), ma non si può intendere se prima non s’impara a intender la lingua, e conoscer i caratteri, ne’ qua li è scritto. Egli è scritto in lingua matematica, e i caratteri son triangoli, cerchi, ed altre figure geometriche, senza i quali mezi è impossibile a intenderne umanamente parola; senza questi è un a ggirarsi vanamente per un oscuro laberinto”.
Así que los triángulos son los caracteres del universo, y con ellos aprenderemos a comprenderlo, y sus estrellas (somos polvo de estrellas) abrirán para nosotros sus misterios. Porque los triángulos nos sirven para medir la curvatura y así desvelan la geometría oculta del mundo en el que vivimos. En efecto, un triángulo geodésico sobre una esfera desvelará un exceso de curvatura, y otro sobre una hiperbólica señalará la curvatura negativa.
Triángulos que nos sirvieron para medir el meridiano y ajustar la geografía del planeta mediante la técnica de las triangulaciones, y que sirven para señalar donde estamos y que rumbo tomar mediante la técnica de las trilateraciones y el GPS.
Y hoy es el día de Esther, cuya historia narra el Libro de Esther del Viejo Testamento, la esposa judía del rey de Persia, Asuero. Esther, quién salvó a sus compatriotas judíos que iban a ser exterminados al dar a conocer su condición racial a Asuero. Su nombre original era Hadassah que significaba mirto, pero lo cambió al entrar en el harén persa. Su hazaña se conmemora cada año en la fiesta judía de Purim, la fiesta de las suertes, pues el primer ministro Amán había elegido así el día del exterminio. En el Purim se lee la Meguilá, el Libro de Esther, a gran velocidad, y los que escuchan deben hacer ruido con matracas cuando se pronuncia el nombre de Amán, para que dicho nombre sea borrado de la memoria.
Esther toma su nombre de Ishtar, la diosa babilónica del amor y la belleza, de la vida y de la fertilidad, asociada a Venus, y simbolizada por una estrella de ocho puntas.
El simbolismo de las estrellas es omnipresente a lo largo de la historia, porque no tenemos mas que mirar hacia arriba y ver ese cielo tachonado de estrellas. Si la judía Esther no tuvo temor en desvelar su condición a Asuero, los judíos que la siguieron fueron perseguidos y señalados con las estrellas amarillas de David; por cierto, una estrella formada por la intersección de dos triángulos en sentidos opuestos.
Estrellas que nos sirven de guía en la noche, como la Estrella Polar señalando un Norte esquivo; o Sothis, nuestro Sirio, señaladora de las crecidas del Nilo; o Las Pléyades, observadas por los mayas.
Estrellas que son usadas una y otra vez en poemas y canciones, como en esta reciente de David Bowie:
Stars are never sleeping
Dead ones and the living
We live closer to the earth
Never to the heavens
The stars are never far away
Stars are out tonight
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=gH7dMBcg-gE&list=RDgH7dMBcg-gE#t=0[/youtube]
Al final del día, comprendemos que nos pasamos nuestras vidas persiguiendo estrellas que no alcanzaremos nunca; yo confieso por mi parte que soy un pésimo discípulo del maestro Galileo Galilei.
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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, ICSU).