Historias de la IA: los autómatas

Iniciamos una serie de entradas sobre algunos aspectos de la Inteligencia artificial que a veces no identificamos como tales, pero que están en la base de la misma. Hoy hablaremos de los autómatas.

Un sirviente mecánico de Al Jazira

Según el Diccionario de la Real Academia Española, autómata es una palabra con diferentes acepciones: 1. Instrumento o aparato que encierra dentro de sí el mecanismo que le imprime determinados movimientos. 2. Máquina que imita la figura y los movimientos de un ser animado. 3. Persona que actúa sin reflexión. De hecho, la palabra autómata es la latinización del griego antiguo automaton (αὐτόματον), que significa «actuar por voluntad propia».

La figura de los autómatas fue popular en la mitología de la Grecia clásica; a título de ejemplo, Talos era un hombre de bronce que protegía Creta de piratas e invasores. En la Argonáutica de Apolonio de Rodas se describe a Talos hecho de bronce e invulnerable, con la excepción de una vena en el tobillo que sólo estaba protegida por una fina capa de piel (lo que luego le pasó a Aquiles, por cierto). Talos aparece escenificado en una de las innumerables películas sobre los griegos, en este caso en Jasón y los argonautas, dirigida por Ray Harryhausen en 1963,

 

Pero los griegos no sólo se conformaron con la mitología, sino que también idearon autómatas con sus conocimientos científicos. Uno de los más notables fue Herón de Alejandría. De hecho, es autor de un libro, Los autómatas,  en el que describe máquinas que permiten realizar en contextos teatrales acciones por medios mecánicos o neumáticos (por ejemplo, apertura o cierre automáticos de puertas de templos, estatuas que vierten vino y leche, etc.)

En la antigua China hay una descripción extraordinaria en el Liezi, en la que un artesano Yan Shi, le presenta al rey una figura de tamaño natural con forma humana. Según el citado texto: “El rey contempló la figura con asombro. Caminaba con pasos rápidos, moviendo la cabeza arriba y abajo, de modo que cualquiera la habría tomado por un ser humano vivo. El artífice le tocó la barbilla y empezó a cantar, perfectamente afinada.” El problema surge cuando el autómata se insinúa a las damas de la corte y deben destrozarlo para que el rey vea que está hecho de cuero, madera, cola y laca.

En la edad dorada del califato de Bagdad se construyeron muchos autómatas, pájaros de metal que cantaban automáticamente batiendo las alas, flaustistas, etc. Quizás el inventor más notable fue Al Jazari, conocido sobre todo por haber escrito El libro del conocimiento de los ingenios mecánicos en 1206, donde describía 50 dispositivos mecánicos, junto con instrucciones sobre cómo construirlos. Uno de sus inventos más famosos es el reloj elefante. Se le ha descrito como el «padre de la robótica» y de la ingeniería moderna. Su tarea era crear máquinas similares a los humanos con fines prácticos, para nuestra comodidad, así, diseñó varios tipos de sirvientes.

El reloj elefante

En la Italia del Renacimiento se dio un resurgimiento del interés por los autómatas, que continuó en siglos posteriores. Un ejemplo que pervive en nuestros días es el reloj astronómico de Praga construido en 1410 y al que se añadieron luego las figuras que siguen deleitando hoy en día a millares de turistas.

Cuando René Descartes indica que los cuerpos de los animales no son más que máquinas complejas, se produce un nuevo estímulo para la creación de autómatas, ya que los huesos, los músculos y los órganos podrían sustituirse por engranajes, pistones y levas. Dejaremos para otra entrada el caso de los jugadores automáticos de ajedrez, que merece un estudio aparte. Si señalaremos que, en tiempos más modernos, los autómatas florecieron. Algún ejemplo es esta maravilla de Innocenzo Manzetti, un autómata que tocaba la flauta, con forma de hombre, a tamaño natural, sentado en una silla. Dentro de la silla había palancas, bielas y tubos de aire comprimido que hacían que los labios y los dedos del autómata tocaran la flauta siguiendo un programa grabado en un cilindro similar al de los pianos. El autómata podía interpretar 12 arias diferentes. Durante la interpretación, se levantaba de la silla, inclinaba la cabeza y ponía los ojos en blanco.

El autómata de Manzetti

Si alguien piensa que no hay IA en estos autómatas, nos remitiremos al artista holandés Theo Jansen y sus estructuras automatizadas (las strandbeesten, bestias de playa) que pueden caminar con energía eólica o aire comprimido. Jansen afirma que su intención es que evolucionen automáticamente y desarrollen inteligencia artificial, con manadas de estas estructuras vagando libremente por la playa. Según el autor: «Hago esqueletos capaces de caminar con el viento. Con el tiempo, estos esqueletos se han vuelto cada vez mejores para sobrevivir a los elementos, como las tormentas y el agua, y con el tiempo quiero poner estos animales en manadas en las playas, para que vivan su propia vida». La verdad es que cuando las vemos caminando, pensaríamos que hay una inteligencia que las mueve.

 

_____________

Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, Real Academia Galega de Ciencias).

 

Compartir:

2 comentarios

  1. Este relato no solo muestra la sprunki destreza técnica de Yan Shi, sino también las preocupaciones sociales y éticas sobre la creación de seres artificiales que pueden imitar la vida.

Deja un comentario