John T. Tate, el matemático modesto

«My feeling is that to do some mathematics I just have to concentrate. I don’t have the kind of mind that absorbs things very easily.»

John T. Tate

El pasado 16 de octubre, a la edad de 94 años, fallecía en su casa de Lexington (Massachussets) uno de los matemáticos más admirados, John Torrence Tate, galardonado con el premio Abel en 2010.

John Torrence Tate

Su padre, que compartía su nombre, John Tate, era descendiente de escoceses e irlandeses, y fue un físico doctorado en la Universidad de Berlín; su madre,  Lois Beatrice Fossler, fue una profesora de secundaria de inglés. Cuando nació Tate (28 de diciembre de 1917), en Minneapolis, su padre era profesor en la Universidad de Minnesota. Ambos tuvieron una gran influencia en el futuro académico del joven Tate.

En su niñez y juventud, Tate fue un gran entusiasta de las matemáticas, pero no se consideraba capacitado para estudiar esta materia que pensaba propia de mentes muy elevadas. Esto le llevó a estudiar física, graduándose en la Universidad de Harvard en 1946, trasladándose luego a la de Princeton, siempre con esa intención de seguir con la física.

El joven Tate

Pero ya allí se dio cuenta de que lo que realmente le gustaban eran las matemáticas, y tuvo la fortuna de contar con la supervisión de un gran nombre de las matemáticas, Emil Artin, con quién realizó su tesis doctoral, titulada Fourier Analysis in Number Fields and Hecke’s Zeta Functions, defendida en 1950. Tate continuó su carrera en Princeton hasta que consiguió un puesto fijo en Harvard en 1954, universidad en la que trabajó hasta 1990, año en que aceptó un puesto en Austin, Texas. En 2009 se jubiló y volvió a Harvard como profesor emérito.

El trabajo de Tate se ha centrado en la geometría algebraica y la teoría de números. Hay una gran colección de teoremas y conceptos que llevan su nombre. De hecho, muchas líneas de investigación en estos temas son posibles gracias a sus resultados. Aunque él no se consideraba apto para la investigación matemática en sus años juveniles (decía que “si su padre había sido físico, él también podría hacer algo en ese campo, pero no iba a estar en la gran liga de los matemáticos”), sus aportaciones fueron decisivas. Como algunos de sus colegas comentaban, cuando Tate tocaba algo, ese tema ya se entendía por los demás.

Tate ha recibido multitud de honores y premios. Fue conferenciante plenario en el Congreso Internacional de Matemáticos en Niza en 1970, uno de los mayores honores para cualquier matemático. Pero además de esto, la lista es interminable: académico de la National Academy of Sciences, de la Académie de Sciences de Paris, el Premio Leroy P. Steele de la American Mathematical Society, o el Premio Wolf. Finalmente, el 24 de marzo de 2010, el Presidente de la Academia Noruega de Ciencias y Letras anunción que se le había concedido el Premio Abel, por “su vasto y perdurable impacto en la teoría de números”.

Decía Tate que uno de los grandes inconvenientes de la investigación matemática era que para apeciarla, el no experto tenía que hacer un gran esfuerzo, al contrario de la música, que sin entender de partituras, todos podemos disfrutar.

Descanse en paz John Torrence Tate. Aquí les dejamos con un video y una entrevista

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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, Real Academia Galega de Ciencias).

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