Un discurso dirigido a un matemático infiel

Uno de los personajes más interesantes del siglo XVIII fue George Berkeley, irlandés, obispo de la Iglesia Anglicana de Irlanda, defensor de una visión del mundo que defiende que lo que vemos son ideas producidas por nuestra mente, y debido a que los percibimos, existen. Le dio el nombre de inmaterialismo a esta teoría.

 

George Berkeley

George Berkeley nació el12 de marzo de 1685 en Kilkenny (Irlanda), y falleció el 14 de enero de 1753 en Oxford, en cuya catedral está enterrado. Aunque es más conocido por su obra filosófica, el obispo Berkeley trabajó profusamente en varias áreas científicas. Por ejemplo, en su Essay Towards a New Theory of Vision (Ensayo hacia una nueva teoría de la visión), argumentó contra las leyes que se habían establecido hasta entonces sobre la óptica, afirmando que cuando miramos un objeto, no las usamos sino que percibimos el objeto de una manera indirecta. Hace una analogía con el modo en que se percibe la vergüenza de una persona: observando el color rojo de su cara, inferimos que está avergonzada porque eso es lo que hemos aprendido. El propósito de su libro era:

“para mostrar la forma en que percibimos a simple vista la distancia, la magnitud y la situación de los objetos. También para considerar la diferencia que hay entre las ideas de la vista y el tacto, y si hay alguna idea común a ambos sentidos.”

Pero nuestro interés particular en el obispo Berkeley recae en que también opinó sobre las matemáticas. En 1734, publicó The Analyst (El analista), subtitulado Un discurso dirigido a un matemático infiel, en el que vería una dura crítica sobre el cálculo infinitesimal, a la sazón desarrollado por Isaac Newton (1642-1727) y Gottfried Leibniz (1646-1716).

El matemático infiel era probablemente el propio Newton (aunque esté había fallecido diez años antes), o quizás Edmond Halley. En cualquier caso, Berkeley atacaba los fundamentos del cálculo, ese uso de las cantidades infinitesimales que él veía como un peligro para la religión y su concepto de Dios, esos «fantasmas de cantidades desaparecidas”. Decía:

“En todas las demás ciencias los hombres prueban sus conclusiones por sus principios, y no sus principios por las conclusiones. Pero si en el suyo se permite esta forma antinatural de proceder, la consecuencia sería que usted debe quedarse con la inducción, y decir adiós a la demostración. Y si os sometéis a esto, vuestra Autoridad ya no os guiará en los Puntos de Razón y Ciencia.”

Y también:

“¿Y qué son estas fluxiones? Las velocidades de los incrementos evanescentes. ¿Y cuáles son estos mismos incrementos evanescentes? No son ni cantidades finitas, ni cantidades infinitamente pequeñas, ni nada. ¿No podemos llamarlos fantasmas de cantidades desaparecidas?”

Es decir, no se podían justificar esas conclusiones sobre bases científicas, el modelo mecánico del universo no se podía justificar únicamente con la razón.

Alguien podría pensar que George Berkeley no tenía una buena preparación en Matemáticas. No es así. Era hijo de un caballero y de la hija de uncervecero de Dublín, y tras un periodo escolar, entró en el Trinity College de Dublín, aunque no tenía todavía la edad mínima (tenía quince años). Se graduó en 1704, y en su libro de 1994, George Berkeley : idealism and the man, David Berman, cuenta lo siguiente:

“Después de graduarse preparó un libro de texto elemental en el que exploró las bases de la notación aritmética y los principales procesos aritméticos como funciones de esa notación, explicándolos sin recurrir a técnicas algebraicas o geométricas. Lo publicó en 1707 con el título de «Aritmética», junto con otro conjunto de estudios titulado «Miscellanea mathematica» … e indicó que las matemáticas habían sido su principal interés durante tres años.”

Este interés incial por las matemáticas, que nunca perdió, fue sustituido por los estudios teológicos y filosóficos y su carrera eclesiástica.

A pesar de que sus ataques al cálculo diferencial pudieran parecer inadecuados, si tuvieron una influencia en que se establecieran sus principios de una manera más sólida.

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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, Real Academia Galega de Ciencias).

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