Cuando el “dirac” fue una unidad de medida

Nadie puede dudar que Paul Adrien Maurice Dirac fue uno de los físicos teóricos y matemáticos más influyentes del siglo XX, por sus contribuciones a la mecánica cuántica. Encontró la ecuación de Dirac, que describe el comportamiento de los fermiones y predice la existencia de la antimateria. Por todo ello, recibió el Premio Nobel de Física de 1933 conjuntamente con Erwin Schrödinger.

 

Paul Dirac

Pero Dirac era tan bien bien conocido entre sus colegas por su carácter especial, a veces taciturno, falto de empatía y provisto de una mentalidad. Por eso, sus colegas de Cambridge definieron en broma una unidad llamada «dirac», el menor número imaginable de palabras que alguien con el poder del habla puede pronunciar en compañía, una media de una palabra por hora.

El físico y escritor británico Graham Farmelo, en su biografía de Dirac, The Strangest Man: The Hidden Life of Paul Dirac, Quantum Genius (El hombre más extraño: la vida oculta de Paul Diract, genio cuántico), publicada en 2009, explora el trabajo de Dirac, pero también su peculiar personalidad. Relata varias anécdotas que reflejan ese carácter. Por ejemplo, cuando dos estudiantes de posgrado, durante una breve visita a la universidad de Berkeley, se acercaron a Dirac para presentarle su trabajo sobre la teoría cuántica de campos, esperando que Dirac les hiciese sus comentraios sobre el mismo, se produjo un largo silencio, tras el cual Dirac les preguntó: «¿Dónde está la oficina de correos?». Los estudiantes se ofrecieron a llevarle hasta allí y le sugirieron que les diera su opinión sobre su presentación, a lo que Dirac respondió: «No puedo hacer dos cosas a la vez».

Sobre su literalidad, esta es otra anécdota. En una ocasión, cuando alguien, manteniendo una conversación educada durante la cena, comentó que hacía viento, Dirac se levantó de la mesa y se dirigió a la puerta, se asomó, volvió a la mesa y contestó que, efectivamente, hacía viento. Se cuenta también que cuando Chandrasekhar explicaba sus ideas a Dirac, éste intercalaba continuamente «sí» y luego le explicaba a Chandrasekhar que «sí» no significaba que estuviera de acuerdo con lo que decía, sino sólo que deseaba que continuara.

Se cuenta que en una ocasión en la que un investigador visitante estadounidense, emocionado ante la idea de sentarse junto al gran Dirac durante una cena universitaria, no obtuvo ni una frase durante los dos primeros platos de la cena. Al final, el visitante se atrevió a preguntar: «¿Va a algún sitio bonito de vacaciones este año?” Tras 35 minutos más de silencio y la llegada del postre de queso, Dirac respondió finalmente: «¿Por qué lo pregunta?”

Albert Einstein tuvo también sus desencuentros con Dirac, a pesar de su enorme respeto por é (cuando Veblen, a cargo del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton le preguntó a Einstein que físico le gustaría más que se uniera a él, Einstein eligió a Paul Dirac como «la mejor opción posible”). En una carta de 1926 a Paul Ehrenfest, escribe: «Tengo problemas con Dirac. Este equilibrio en el vertiginoso camino entre el genio y la locura es horrible». Y en otra carta confesó al comentar el efecto Compton: «No entiendo a Dirac en absoluto». Aasí y todo, Einstein solía tener un ejemplar del libro de Dirac sobre mecánica cuántica junto a su cama, aparentemente murmurando “¿Dónde está mi Dirac?», cuando se encontraba con un problema especialmente complicado.

Paul Dirac con Werner Heisenberg

Cuando Niels Bohr se quejó de que no sabía cómo terminar una frase en un artículo científico que estaba escribiendo, Dirac respondió: «Me enseñaron en la escuela a no empezar nunca una frase sin saber el final de la misma».

Dirac también criticó el interés del físico J. Robert Oppenheimer por la poesía, afirmando que»el objetivo de la ciencia es hacer que las cosas difíciles sean comprensibles de forma más sencilla; el objetivo de la poesía es exponer cosas sencillas de forma incomprensible. Ambos son incompatibles».

Digamos para mantener el equilibrio de la balanza que cuando aceptó la invitación de J. Robert Oppenheimer,  nombrado director del IAS, en 1947 y 1948, Dirac trabajaba duro entre semana, pero reservaba los fines de semana para la familia y para socializar con sus colegas. Los sábados por la mañana, Dirac salía con un hacha al hombro para ayudar a Veblen y a otros a despejar otro camino en los bosques del Instituto. Desde ese año, fue un visitante anual, excepto uno en el que su visado llegó tarde debido a las sospechas de sus viajes a Rusia y a la manías conspiranoicas de los años de la Guerra fría por parte norteamericana.

Paul Dirac fue un auténtico genio, con sus rarezas y sus virtudes, un buscador de la belleza en la ciencia, que dijo: “Si uno trabaja desde el punto de vista de conseguir la belleza en su ecuación, … está en una línea segura de progreso.”

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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, Real Academia Galega de Ciencias).

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