Siguen las leyes generales sobre la distribución de la fauna y la confusión en el párrafo sexcentésimo vigésimo noveno del Origen de las Especies

El autor sigue confundiendo. Ahora hechos con leyes:

El tercer hecho importante, que, en parte, está comprendido en lo que se acaba de exponer, es la afinidad de las producciones del mismo continente o del mismo mar, aun cuando las especies sean distintas en diferentes puntos o estaciones. Es ésta una ley muy general;

 

 

 

 

 

 

 

 

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A third great fact, partly included in the foregoing statement, is the affinity of the productions of the same continent or of the same sea, though the species themselves are distinct at different points and stations. It is a law of the widest generality, and every continent offers innumerable instances. Nevertheless, the naturalist, in travelling, for instance, from north to south, never fails to be struck by the manner in which successive groups of beings, specifically distinct, though nearly related, replace each other. He hears from closely allied, yet distinct kinds of birds, notes nearly similar, and sees their nests similarly constructed, but not quite alike, with eggs coloured in nearly the same manner. The plains near the Straits of Magellan are inhabited by one species of Rhea (American ostrich), and northward the plains of La Plata by another species of the same genus; and not by a true ostrich or emu, like those inhabiting Africa and Australia under the same latitude. On these same plains of La Plata we see the agouti and bizcacha, animals having nearly the same habits as our hares and rabbits, and belonging to the same order of Rodents, but they plainly display an American type of structure. We ascend the lofty peaks of the Cordillera, and we find an alpine species of bizcacha; we look to the waters, and we do not find the beaver or muskrat, but the coypu and capybara, rodents of the South American type. Innumerable other instances could be given. If we look to the islands off the American shore, however much they may differ in geological structure, the inhabitants are essentially American, though they may be all peculiar species. We may look back to past ages, as shown in the last chapter, and we find American types then prevailing on the American continent and in the American seas. We see in these facts some deep organic bond, throughout space and time, over the same areas of land and water, independently of physical conditions. The naturalist must be dull who is not led to inquire what this bond is.

 

El tercer hecho importante, que, en parte, está comprendido en lo que se acaba de exponer, es la afinidad de las producciones del mismo continente o del mismo mar, aun cuando las especies sean distintas en diferentes puntos o estaciones. Es ésta una ley muy general; todos los continentes ofrecen innumerables ejemplos de ella, y, sin embargo, al naturalista, cuando viaja, por ejemplo, de Norte a Sur, nunca deja de llamarle la atención la manera como se van reemplazando, sucesivamente, grupos de seres específicamente distintos, aunque muy afines. El naturalista oye cantos casi iguales de aves muy afines, aunque de especies diferentes; ve sus nidos construídos de modo parecido, aunque no completamente igual, con huevos casi de la misma coloración. Las llanuras próximas al estrecho de Magallanes están habitadas por una especie de Rhea (avestruz de América), y, al Norte, las llanuras de La Plata por otra especie del mismo género, y no por un verdadero avestruz o un emú como los que viven en África y Australia a la misma latitud. En estas mismas llanuras de La Plata vemos el agutí y la vizcacha, animales que tienen casi las mismas costumbres que nuestras liebres y conejos y que pertenecen al mismo orden de los roedores; pero que presentan evidentemente un tipo de conformación americano. Si ascendemos a las elevadas cumbres de los Andes encontramos una especie alpina de vizcacha; si nos fijamos en las aguas, no encontramos el castor ni la rata almizclera, sino el coipu y el capibara, roedores de tipo sudamericano. Podrían citarse otros innumerables ejemplos. Si consideramos las islas situadas frente a las costas de América, por mucho que difieran en estructura geológica, los habitantes son esencialmente americanos, aun cuando pueden ser todos de especies peculiares. Como se vio en el capítulo anterior, podemos remontarnos a edades pasadas, y encontramos que entonces dominaban en el continente americano y en los mares de América tipos americanos. Vemos en estos hechos la existencia en las mismas regiones de mar y tierra de una profunda relación orgánica a través del espacio y tiempo, independientemente de las condiciones de vida. Tardo ha de ser el naturalista que no se sienta movido a averiguar en qué consiste esta relación.

 

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