Escribiendo en castellano rigurosamente. Con la razón de su parte y buenas dosis de sentido común poco frecuentes en estos tiempos, en su artículo titulado “La Transformación de la Evolución”, el profesor Máximo Sandín llama «la segunda gran catástrofe de la historia de la Biología» a un libro de Dawkins que, para mi desgracia, yo también leí en mi juventud puesto que se encontraba en las estanterías del departamento de Genética de la Universidad de Oviedo, como en las de tantas bibliotecas públicas y otras tantas universidades sometidas a la tiranía del estrecho mundo de la literatura científica en inglés.


Entre los jugosos comentarios que el profesor Sandín hace de este libro tan desafortunado en su contenido (que no en sus ventas que se cuentan por millones), destaca, como no podría ser de otro modo, el que atañe al carácter “intrínsecamente egoísta” del ADN que le insta a expandirse para alcanzar la supremacía sobre otras moléculas de semejante composición. Moléculas compiten así con moléculas, genes luchan con otros genes.


Pero hablemos un poco del autor de semejante joya al que ya en otra ocasión hicimos objeto de un premio “Roberto Alcázar y Pedrín” por su indiscutible tarea a favor de la deshumanización de la biología.

Sir Richard Dawkins, autor prolífico y primer portavoz mundial del materialismo darwinista, presenta múltiples aspectos en común con el fundador de su ideología, Sir Charles Darwin. Algunos de ellos son bien intrigantes.


A parte de compartir algunas de las letras que integran sus apellidos (por ejemplo y sin querer hacer un chiste, las de la palabra WIN, que, en inglés significa ganar), ambos autores comparten otros aspectos en común. Uno de los principales consiste en presentar a los lectores de su obra una naturaleza extremadamente competitiva. Para ambos, Darwin primero y Dawkins después, la Naturaleza es algo así como la arena de un circo romano o un estadio en donde todos competimos con todos y en dicha competición sobrevive el más poderoso que a veces puede ser el más tramposo, puesto que las reglas de dicha competición no están muy claras.

Otro aspecto en común, sin duda relacionado con el primero, es el hecho de haber sido designados con el título de Sir por la reina de Inglaterra. Lo mismo que al director de una empresa puede interesarle que sus empleados compitan entre sí, también al poder puede interesarle que sus intelectuales presenten un mundo en el que la competencia es importante, porque la promoción de la competitividad puede ser un buen método de control.

Un tercer aspecto, también relacionado con los dos anteriores, es la fabulosa cosecha de éxitos editoriales, sobre todo si se tiene en cuenta lo menguado de sus aportaciones. En resumen, ambos autores han defendido la idea vieja de que la competición es el principal motor de la Naturaleza. La idea procede de Heráclito (Polemos, el combate) y, a través de Hobbes, aterriza en la economía imperialista, de la mano de Malthus y de Adam Smith, de donde la tomó Darwin. A partir de ahí, aderezada con algunas observaciones, menos suyas que de otros autores, fue transformada en la Teoría de Evolución por Selección Natural, una pobre explicación que poco aporta para la comprensión de la vida, pero sin embargo es útil por poner una enorme porción de la naturaleza y de la ciencia al servicio del poder y de la banca. Por esto y, como no, también por la posición privilegiada de su autor en el Londres imperial, una visión torpe y anticuada de la naturaleza pasó a ostentar un lugar de privilegio en la base de la biología. Mantener este lugar ha sido obra de sus seguidores que a lo largo del siglo XX han constituido el llamado neo-darwinismo. Algunos de ellos han sido muy influyentes, otros muy listos. La mayoría han llegado a ser lo primero partiendo de lo segundo.

Dawkins, profesor en Oxford y miembro de la Royal Society, al que se puede ver en Youtube corriendo por medinas de algunas ciudades islámicas en busca de líderes religiosos con quienes discutir arrogantemente para intentar convencerlos sobre las bondades de la ciencia y su superioridad, mantiene que los genes son egoístas y que la evolución es el resultado de la competición de unos genes con otros, todos ellos más o menos egoístas, pero también por ver quien es más egoísta y gana, vence. Así, el Mundo, del que en definitiva sabemos poco, o la Madre Naturaleza que a todos nos sigue conteniendo con enorme paciencia, serían simplemente eso, saco lleno de genes rabiosamente enfrentados entre sí; arañándose y mordiéndose en ciego intento de ganar supremacía. Semejante saco cerrado, podría así llegar a estar bien atado y sujeto por su boca en las manos de alguien que, con poder suficiente controlase la naturaleza, tal vez unas élites. Pero esto no se cuenta en el libro, por razones que luego se explicarán. Por el contrario se especula con que, de tal pelea de genes, al cabo de los años, van quedando los victoriosos para ejemplo de los demás, quienes desafortunadamente ya no estarán para verlo y tomar nota de ello. Habrá triunfado en la contienda el mejor gen, el más competitivo, el gen egoísta por antonomasia. Seguramente, tal supergen será esencia de eternos vencedores y superventas y por eso, que no por casualidad, coincide el nombre del librito de marras con un conocido perfume francés.

De semejante payasada de planteamiento salió aquel libro que yo leí, tu leíste, el leyó y todos leímos porque todos somos súbditos del poder campante del mundo editorial anglosajón. De tan desafortunada iniciativa muy acertadamente denominada por el profesor Sandín “segunda gran catástrofe de la historia de la biología”, en lugar de escuchar a su autor pedir públicamente perdón, todos, por el contrario celebramos ya los treinta años hace tiempo. Se trató también de una de esas celebraciones por imposición a las que este año estamos tan acostumbrados. Pero la broma no acaba ahí. Si acabase ahí no me habría molestado en ponerme a escribir.

Resulta que ahora en estas agencias de información y de divulgación de noticias de la Ciencia, para el infra-mundo de la no-Ciencia, nos encontramos con la siguiente, que voy a copiar aquí entera:

New Discovery Proves Selfish Gene Exists The ‘selfish’ gene does exist, not just in theory but in reality. by Staff Writers London, Canada (SPX) Jun 30, 2008

A new discovery by a scientist from The University of Western Ontario provides conclusive evidence which supports decades-old evolutionary doctrines long accepted as fact. Since renowned British biologist Richard Dawkins («The God Delusion») introduced the concept of the ‘selfish gene’ in 1976, scientists the world over have hailed the theory as a natural extension to the work of Charles Darwin. In studying genomes, the word ‘selfish’ does not refer to the human-describing adjective of self-centered behavior but rather to the blind tendency of genes wanting to continue their existence into the next generation. Ironically, this ‘selfish’ tendency can appear anything but selfish when the gene does move ahead for selfless and even self-sacrificing reasons. For instance, in the honey bee colony, a complex social breeding system described as a ‘super-organism,’ the female worker bees are sterile. The adult queen bee, selected and developed by the worker bees, is left to mate with the male drones. Because the ‘selfish’ gene controlling worker sterility has never been isolated by scientists, the understanding of how reproductive altruism can evolve has been entirely theoretical – until now. Working with Peter Oxley of the University of Sydney in Australia, Western biology professor Graham Thompson has, for the first time-ever, isolated a region on the honey bee genome that houses this ‘selfish’ gene in female workers bees. This means that the ‘selfish’ gene does exist, not just in theory but in reality. «We don’t know exactly which gene it is, but we’re getting close.» «This basically provides a validation for a huge body of socio-biology,» says Thompson, who adds the completion of Honey Bee Genome Project in 2006 was crucial to this discovery.

Noticia en la cual nos encontramos cosas muy sorprendentes, por ejemplo esta frase: conclusive evidence which supports decades-old evolutionary doctrines long accepted as fact. ¿Puede una doctrina ser aceptada como hecho? ¿No suena todo esto al más puro dogmatismo? ¿De qué están hablando? No preocuparse porque nos explican claramente lo que significa selfish gene: In studying genomes, the word ‘selfish’ does not refer to the human-describing adjective of self-centered behavior but rather to the blind tendency of genes wanting to continue their existence into the next generation

La tendencia ciega de los genes que QUIEREN continuar su existencia en la generación siguiente. ¿OK? ¿Entendido? Nada que ver con antropomorfismo y , por lo tanto estamos salvados…..podemos seguir nadando y guardando la ropa o en misa y replicando. Pero vamos al artículo en cuestión, porque se supone que si la noticia se refiere a un artículo científico, en este encontraremos la explicación de aquella. Pero puede que no sea así,…..Curiosamente cuando uno va al artículo original es para encontrar que no tiene nada que ver con genes egoístas, sino con una región del cromosoma de la avispa que puede ser responsable de la esterilidad de las obreras. En el artículo, publicado en Genetics se menciona el Gen Egoísta, pero es en una frase en la que no se habla de genes egoístas, sino al revés, de genes para altruismo:

The genes that regulate worker ovary activation in honey bees and other social insects are key to the evolution of cooperation among workers, enabling this helper caste to subsume their individual reproduction into the reproductive output of the whole colony. Such ‘genes for altruism’ have been frequently postulated
(e.g. DAWKINS 1989; HAMILTON 1972) but molecular genetic evidence for their existence has to date proved elusive.

Todo esto es muy extraño y complicado, pero no preocuparse porque la solución se encuentra ya próxima. Por una parte, el artículo parece citar a Dawkins por alguna razón oculta, quizás (casi seguro) de interés. A continuación, la noticia de prensa viene a dar publicidad al artículo. Todo ocurre como si se tratase de un mecanismo de auto-alimentación circular mediante el cual las agencias de noticias defienden las teorías del Sumo Pontífice del darwinismo que a su vez nutren a las primeras.

Es lamentable que un artículo científico sea divulgado de esta manera tan tendenciosa. Dawkins debería pedir públicas disculpas por haber escrito el Gen Egoísta y los Staff Writers de estas agencias de noticias pensar en otra manera más coherente y menos sensacionalista de presentar los resultados de la investigación. La Ciencia está en la encrucijada. Su correcta divulgación puede decidir su futuro. Pero no hay que alarmarse porque todo podría ser el resultado de una broma de mal gusto. El Pontífice darwinista puede estar de broma, engañándonos. En su libro «Destejiendo el arco iris: ciencia, ilusión y el deseo de asombro»,  él mismo ha escrito:

Pienso que la candidez confiada puede ser normal y saludable en un niño, pero puede convertirse en credulidad enfermiza y censurable en un adulto. Crecer y convertirse en adulto, en el sentido más pleno de la palabra, debería incluir el cultivo de un saludable escepticismo. La predisposición a dejarse engañar puede calificarse de infantil, porque es común (y defendible) en los niños. Sospecho que su persistencia en los adultos surge del deseo (en realidad, anhelo vehemente) de las seguridades y comodidades perdidas de la niñez. Este aspecto lo describió muy bien en 1986 Isaac Asimov, el gran escritor de ciencia ficción y divulgador científico: ‘Inspecciónese cada una de las muestras de seudociencia y se encontrará una manta de seguridad, un pulgar que chupar, una falda que agarrar'(.) En la infancia nuestra credulidad nos es muy útil. Nos ayuda a llenar nuestro cráneo, de manera extraordinariamente rápida, con la sabiduría de nuestros padres y antepasados. Pero si no crecemos para salir de ella en la plenitud del tiempo, nuestra naturaleza de oruga nos convierte en un blanco fácil para astrólogos, médiums, gurúes, evangelistas y charlatanes.

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2 comentarios

  1. Pues yo no Emilio,

    Jamás he querido leer a este individuo, que de ciencia ha hecho poco. Quizás debieras recordar (o así comenzó el debate, que yo recuerde) con el escándalo que a parte de la comunidad científica produjo el libro de E. O. Wilson "Sociobiología", padre de este neodarvinismo radical que no es más que una prolongación del Darvinismo Social. Y Dawkins, al estilo que en su momento lo hizo Wallace con Darwin, emergió como un radical bocero de la sociobiología, aun más recalcitrantemente fascista que la de Papa Wilson. Sabiendo lo que decía uno, ya descarte perder más el tiempo. No me generaba ni morbo. Este tipo no es un científico, sino un ideólogo aprovechado y (…) me callo (…)

    Un abrazo

    Juanjo Ibáñez

  2. Estimado Sr. Cervantes.

    Si le interesa le puedo enviar copias de cartas de T. H. Huxley en las que ya se adivina la teoría de Dawkins, que es sólo otra faceta más de las idea del Diseño Inteligente, último reducto del Creacionismo al que Darwin combatió. La teoria actual de la evolución (por saltos o mutaciones) no es de Darwin. En el Origen (que ya va a cumplir 150 años de publicado) hay 69 citas de la importancia del uso y desuso y de su herencia. Soy El auator de un libro que tal vez le interese, que trata de mostrrar que Darwin aceptaba a Lamarck, y estaba en contra de Huxley y Wallace, que son los creadores de la actual doctrina evolutiva.

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