Algunas de las cuestiones que plantea éste viejo artículo de Orwell publicado por primera vez en el diario Tribune, de Londres el 26 de octubre de 1945 son de actualidad en relación con la función social del científico.  El uso ambiguo de la palabra Ciencia que sigue teniendo dos significados tan diferentes como en los tiempos de Orwell constituye todavía un grave problema. Mientras la palabra mantenga estos dos significados tan dispares, se prestará a la manipulación. Tal ambigüedad, mantenida por científicos hace imposible entenderse acerca de aspectos fundamentales de la ciencia y contribuye a ponerla en manos de intereses económicos y partidistas. El autor da algunas claves acerca de la importancia de la formación humanista del científico.

Quien quiera leerlo en su versión original en inglés puede hacerlo aquí.



¿Qué es la ciencia?

En el Tribune de la semana pasada, una interesante carta del Sr. J. Stewart Cook sugería que la mejor manera de evitar el peligro de una «jerarquía científica» consistiría en velar por que todos los miembros del público en general, en la medida de lo posible, fuesen científicamente cultos. Al mismo tiempo, los científicos deberían salir de su aislamiento y participar más en la política y la administración.

En general, creo que la mayoría de nosotros estaría de acuerdo con esto, pero me doy cuenta de que, como de costumbre, el Sr. Cook no define la ciencia, y sólo de paso, implica que se refiere a ciertas ciencias exactas, cuyos experimentos se pueden realizar bajo condiciones de laboratorio. Así, cuando al referirse a la educación de los adultos dice que tiende «a descuidar los estudios científicos en favor de temas literarios, económicos y sociales”, no considera a la economía y la sociología como ramas de la ciencia. Aparentemente. Este punto es de gran importancia. Porque la palabra ciencia en la actualidad es utilizada con, al menos, dos significados, y toda la cuestión de la educación científica es oscurecida por la tendencia actual a saltar de uno a otro.

La palabra Ciencia se toma generalmente en el sentido de (a) las ciencias exactas, tales como la química, física, etc., o (b) un método de pensamiento que obtiene resultados verificables por el razonamiento lógico de los hechos observados.


Si preguntas a cualquier científico, o, de hecho casi cualquier persona educada, «¿Qué es la ciencia?» Es probable que la respuesta se aproxime al sentido (b). En la vida cotidiana, sin embargo, tanto en la expresión oral y por escrito, cuando la gente dice «ciencia» significa (a). La ciencia significa algo que sucede en un laboratorio: la misma palabra evoca una imagen de gráficos, tubos de ensayo, balanzas, mecheros de Bunsen, un microscopio. Un biólogo, un astrónomo, quizá un psicólogo o un matemático se describen como un «hombre de ciencia»: nadie pensaría en aplicar este término a un estadista, un poeta, un periodista o un filósofo. Y los que nos dicen que los jóvenes deben ser educados científicamente quieren decir, casi invariablemente, que se debe enseñar más acerca de la radioactividad, o las estrellas, o la fisiología de su propio cuerpo, en lugar de que se les deba enseñar a pensar con más exactitud.

Esta confusión de significado, que es en parte deliberada, tiene en sí un gran peligro. Implícita en la demanda de una educación más científica está la afirmación de que si uno posee una formación científica, su aproximación a todos los temas será más inteligente que si uno no ha tenido esa formación. Se supone así que las opiniones políticas de un científico, sus opiniones sobre cuestiones sociológicas, en la moral, la filosofía, tal vez incluso en las artes, serán más valiosas que las opiniones de un lego. El mundo, en otras palabras, sería un lugar mejor si los científicos tuviesen el control. Sin embargo, un ‘científico’, como hemos visto, significa en la práctica, un especialista en una de las ciencias exactas. De ello se deduce que un químico o un físico, como tal, es políticamente más inteligente que un poeta o un abogado, como tal. Y, de hecho, ya hay millones de personas que lo creen.

Pero, ¿es realmente cierto que un «científico», en este sentido estricto, sea capaz de acercarse a problemas que no son científicos de una manera objetiva? No hay muchos motivos para pensar así. Tomemos una prueba sencilla – la capacidad de soportar el nacionalismo. A menudo se dice vagamente que «la ciencia es internacional”, pero en la práctica, los trabajadores científicos de todos los países se alinean detrás de sus propios gobiernos con menos escrúpulos que los escritores y los artistas. La comunidad científica alemana, en su conjunto, no opuso resistencia a Hitler. Hitler pudo haber arruinado las perspectivas a largo plazo de la ciencia alemana, pero todavía hubo un montón de hombres dotados para hacer las investigaciones necesarias sobre cosas tales como el aceite sintético, aviones a reacción, proyectiles y la bomba atómica. Sin ellos, la maquinaria de guerra alemana nunca podría haber sido construida.

Por otra parte, ¿qué pasó a la literatura alemana cuando los nazis llegaron al poder? Creo que no se han publicado listas exhaustivas, pero me imagino que el número de científicos alemanes – judíos aparte – que voluntariamente se exiliaron o fueron perseguidos por el régimen era mucho menor que el número de escritores y periodistas. Más siniestro que esto, un número de científicos alemanes se tragó la monstruosidad de la «ciencia racial». Se pueden encontrar algunas de las afirmaciones a las que contribuyeron con sus nombres en “El espíritu y la estructura del fascismo alemán del profesor Brady”.

una gran parte de nuestros científicos más destacados acepta la estructura de la sociedad capitalista, como puede verse en la relativa libertad con que se les dan órdenes de caballería, baronías e incluso títulos nobiliarios

Pero, con formas ligeramente diferentes, encontramos la misma imagen en todas partes. En Inglaterra, una gran parte de nuestros científicos más destacados acepta la estructura de la sociedad capitalista, como puede verse en la relativa libertad con que se les dan órdenes de caballería, baronías e incluso títulos nobiliarios. Desde Tennyson, ningún escritor inglés cuya lectura valga la pena – uno podría, quizás, hacer la excepción de Sir Max Beerbohm – ha recibido un título. Y los científicos ingleses que no aceptan el status quo son con frecuencia los comunistas, lo que significa que, por muy intelectualmente escrupulosos que puedan ser en su propia línea de trabajo, están listos para ser imparciales e incluso deshonestos sobre determinados temas. El hecho es que una mera formación en uno o más de las ciencias exactas, incluso combinada con altas dotes, no es garantía de una perspectiva humana o escéptica. Los físicos de media docena de grandes naciones, trabajando febrilmente y en secreto sobre la bomba atómica, son una demostración de ello.

Desde Tennyson, ningún escritor inglés cuya lectura valga la pena ha recibido un título

Pero, ¿significa esto que el público en general no debe recibir más educación científica? ¡Al contrario! Lo único que significa es que la educación científica para las masas no sirve de mucho, y probablemente hará mucho daño, si simplemente se reduce a más física, más química, la biología más, etc, en detrimento de la literatura y la historia. Su probable efecto en el ser humano promedio sería de reducir el número de sus pensamientos y hacerle despreciar más que nunca el conocimiento que no tiene, y sus reacciones políticas, probablemente serían un poco menos inteligentes que las de un campesino analfabeto que conserva algunos recuerdos históricos y un sentido de la estética bastante bueno.

Claramente, la educación científica debería significar la implantación de un hábito escéptico, experimental, racional de la mente. Puede significar la adquisición de un método – un método que puede ser utilizado en cualquier problema que uno se encuentra – y no simplemente acumulando una gran cantidad de hechos. Dígalo con esas palabras, y el defensor de la educación científica por lo general estará de acuerdo. Pulse aún más, invitándole a particularizar, y de alguna manera siempre resultará que la educación científica significa más atención a las ciencias, en otras palabras – más hechos. La idea de que la ciencia significa un modo de mirar el mundo, y no simplemente un cuerpo de conocimientos, encuentra en la práctica una fuerte resistencia. Creo que los celos profesionales forman parte de la razón para ello. Porque si la ciencia es simplemente un método o una actitud, de modo que cualquier persona cuyos procesos mentales son suficientemente racionales puede, en cierto sentido ser descrito como un científico – ¿Qué sucedería entonces con el enorme prestigio que ahora disfruta el químico, físico, etc y su pretensión de ser de alguna manera más sabio que el resto de nosotros?

La idea de que la ciencia significa un modo de mirar el mundo, y no simplemente un cuerpo de conocimientos, encuentra en la práctica una fuerte resistencia

Hace cien años, Charles Kingsley describió la ciencia como «producir mal olor en un laboratorio”. Uno o dos años atrás, un químico industrial joven me informó, con aire de suficiencia, que él no podía entender la utilidad de la poesía». Así que el péndulo oscila de un lado a otro, pero no me parece que una actitud sea mejor que la otra. Por el momento, la ciencia está en de moda, y lo que escuchamos, con razón, es la afirmación de que las masas deben ser científicamente educadas: no oímos, como deberíamos, la réplica indicando que los propios científicos se beneficiarían de un poco de educación.

Justo antes de escribir esto, ví en una revista americana la afirmación de que un número de físicos británicos y estadounidenses se negaron desde el principio para hacer la investigación sobre la bomba atómica, sabiendo muy bien qué uso se haría de ella. He aquí un grupo de hombres sanos en el centro mismo de un mundo de locos. Y aunque no se publicaron los nombres, creo que sería una suposición segura que todos ellos eran personas con algún tipo de formación cultural general, algún conocimiento de la historia o la literatura o las artes – en definitiva, personas cuyos intereses no eran, en el sentido actual de la palabra, puramente científicos.


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Ver también:

«La función social del científico: preliminares para un debate»

«Napoleón en Egipto: Dos preguntas para la reflexión sobre la función social del científico»


«Fundamentalismo Científico: una forma de Pseudo-Ciencia»

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6 comentarios

  1. Cuando hace dos posts comentaste lo de las campañas napoleónicas en egipto y el artículo de Orwell, me lancé a la red al encuentro de los mismos.

    Orwell. Desgraciadamente, hace más de medio siglo y se podría afirmar que su artículo se escribió hace dos semanas.

    La ciencia, el método científico. Mancillado por los que dicen ser científicos, y rechazado por aquéllos que lo son pero no son conscientes de ello. La vida a pie de calle no son cuantos, pero sí es la identificación de problemas y posteriores ajustes con respecto a un modelo empírico creado por la propia persona. Es decir, la experiencia. (Y por decir esto no tengo por qué ser Hume, a ver)

    Estudié una carrera, químicas. Acabé hace cosa de ocho o nueve años. En ese periodo he utilizado la química a nivel laboral quizá tres o cuatro meses (o un poco más, qué más da). Creo que lo más importante que aprendí en la carrera es la manera de pensar y de afrontar un problema. Ya sé. A nivel teórico. Si bien me he dado cuenta de que eso lo he trasladado al mundo práctico. A la vida fuera de los cuantos.

    Más ciencia humanista. Pero de verdad, sin fanatismos (científicos. Que en la red se prodigan, y que precisamente hunden más si cabe el propósito de la Ciencia y su belleza).

  2. Hola Emilio barruntaba con tus post anteriores por donde ibas a salir. Orwell es uno de mis los autores favoritos, sin que con ello quiera indicar calidad per se.

    Pues no; No conocía obviamante este artículo de Orwell, que me resulta fantástico!!!!!. Como el pensaba las cosas cambian menos de lo que aparentan (y las apariencias mucho) pero en este caso…… Genial. ¿Todo debe cambiar para que4 todo siga igual?

    Felicidades y gracias por proporcionarnos este maravilloso comentario.

    Juanjo Ibáñez

  3. Muy buen artículo y muy oportuna su recuperación en estos tiempos que corren.

  4. Disculpas de antemano. Orwell en su maravilloso análisis no utiliza el término humanidades versus ciencia, cosa que si aparece en la introducción. Desde la ciencia no podemos aceptar el término humanidades como algo externo. La ciencia es tan humana como el resto de las disciplinas. Para contraponer ya está el término letras o literario.

    Salvado esto, el artículo rescatado es magnífico. Lamentablemente si ha perdido actualidad en un aspecto básico: el prestigio social de la ciencia ha bajado. Orwell escribe en un momento de espejismo, teme que el prestigio alcanzado por la ciencia se haga a costa de una formación integral, y reivindica el pensamiento crítico. El científico en su laboratorio o en su gabinete con sofa no detenta la verdad sino a traves de la reflexión y el cuestionamiento. Practicar el método en tu franja de conocimiento no garantiza su exportación a otras ramas donde el hombre de ciencia tiene los mismos prejuicios y los mismos temores que el resto de los mortales.

    Recuerdo dos documentos ejemplares. El libro panfleto de Cipolla sobre la axiomatización de la estupidez y el otro es una cita de Chomsky: las escuelas debían formar en autodefensa intelectual y no lo hacen.

    En todo caso, hoy sería bueno, reivindicar la ciencia, aunque no nos haga mejores.

  5. En primer lugar, quiero felicitar a Emilio Cervantes por la selección de este excelente artículo de Orwell sobre el significado del término Ciencia, y también a mi hijo Borja, bioquímico e investigador nato de la vida, que me ha enviado el enlace, a sabiendas de que me iba gustar el artículo.

    En segundo lugar, quiero agradecer a Emilio Cervantes, el facilitarme un recurso didáctico para mis alumnos de Psicología e Historia de la Filosofía del instituto donde imparto clases como profesor de Filosofía. La verdad es que ignoraba este texto que habría sido también objeto de debate, en la asignatura optativa, Ciencia, Tecnología y Sociedad, que impartí hace pocos años.

    En tercer lugar, Orwell da un enfoque clásico de la complementariedad natural de las "ciencias" y las letras", es decir, un enfoque integrador que se ha ido perdiendo en la cultura europea desde la época del Renacimiento, originado, entre otras razones, por la revolución científica que encumbró a la ciencia moderna como el saber último del hombre -Laín Entralgo, decía con toda razón, que la ciencia es el saber penúltimo-, del mismo modo que lo fue la teología en la Edad Media.

    El enfoque de Orwell es ético, la ciencia debe estar al servicio de la humanidad, muchas veces, he criticado ese lema que tenía el Forum Atómico que dice: "sólo se progresa con la ciencia"; el cual es una verdad a medias, pues, "sólo se progresa, además, con la ética". La conclusión es que los científicos no deben dejarse manipular por el poder político, económico, e incluso, religioso.

    El Manifiesto de la Nobel contra el Hambre en el mundo es un buen ejemplo de dignidad de los cientifícos que, en su gran mayoría, son humanistas, aunque ya sabemos que los hay también mercaderes.

    Orwell nacido en la India, y educado en Inglaterra, ya en su novela Rebelión en la granja, criticó la amenaza del totalitarismo contra las personas libres. Su pensamiento está vigente porque toca cuestiones perennes de la vida humana, y ésta es un de las más importantes de nuestro tiempo, necesitamos científicos humanistas, todos los grandes hombres de ciencia del siglo XX han escrito sobre filosofía, porque es un necesidad afectiva e intelectual responder al misterio de la vida. Ya lo decía Lorca, "sólo el misterio no hace vivir, sólo el misterio". Y a ese misterio estamos todos convocados para dar una respuesta con sentido. Es necesario volver a la integración coherente entre ciencias y humanidades, pues nos va la vida en ello. Sea para inventar una vacuna contra la desnutrición crónica como ha hecho Médicos sin Fronteras, que implica ya una actitud de solidaridad, o para ampliar los mil y un proyectos de investigación que constituyen la ilusión de muchos jóvenes científicos que aman la vida.

    Con Orwell decimos, que hace falta gente sana en un mundo de locos, desde luego, sabed que, hay que educadores que estamos intentando no volvernos locos, como el Don Quijote de la primera parte de la novela, para hacer un mundo más cuerdo, como es el Don Quijote de la segunda parte, esperemos que esa utopía se haga realidad.

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