Lamarck, el padre de la biología II
En una entrada ya antigua veíamos que Lamarck había dado el nombre a la biología y la había definido. Sin embargo, Ortega y Gasset, en su obra titulada Pasado y porvenir para el hombre actual (1951), no está muy de acuerdo con la nomenclatura de Lamarck y este uso que él da a la palabra Biología. Parece que, para Ortega, que a veces escribe como enfadado, el motivo de enfado se centrase ahora en Lamarck. Como si detrás del nombre Biología hubiese debido haber algo más profundo, más filosófico, que el contenido de la pura Zoología de Lamarck, quien es diana de la ira de Ortega por no saber griego.
Dice Ortega:
“De modo señoras y señores, que para atacar un poco en serio la cuestión que en estas Rencontres nos ha sido propuesta, no tenemos otro camino o método que éste: partir de una teoría general de la vida-cuyo nombre más natural debía ser «Biología» si Lamarck no lo hubiera inventado y acotado para lo que, en rigor, debiera llamarse «Zoología» ( no sabía griego e ignoraba que bios no es como zoe, vida orgánica, sino conducta del ser viviente, por tanto, digamos, biografía)-; partir, pues de una teoría general de la vida humana que nos proporciona la estructura abstracta de toda existencia individual humana e ir llenando sus lugares vacíos, ir concretando sus ecuaciones hasta llegar a la auténtica y plenaria realidad que es «estos hombres» y «estas mujeres»; es decir, estas personas que estamos ahora aquí.»
Si, como parece indicar Ortega, Lamarck hubiese errado por no saber griego en su denominación de biología, nos habría arrastrado consigo a todos los biólogos cuya labor a largo plazo habría sido, al menos en buena parte, el fruto de su error. Sabiendo griego o no; errando o no en la denominación de biología, Lamarck no solamente se adelantó a su tiempo en el análisis de la Naturaleza como veíamos en la entrada anterior, sino que también se revela como un agudo descubridor de la naturaleza humana con indudable capacidad profética como veremos más adelante.