Partir del dogma en el párrafo cuadrigentésimo cuadragésimo primero de El Origen de las Especies

Aquí viene a concluir el autor sus experiencias tan mediocremente relatadas en párrafos anteriores sobre la técnica de edificación de un panal.  Como vemos, su método es anti-científico y en lugar de exponer ordenadamente las conclusiones de sus observaciones, lo que hace es, en primer lugar, volver con sus prejuicios, con sus preconceptos de su teoría, poniéndolos por delante para intentar explicar todo en base a ellos.

 

 

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As natural selection acts only by the accumulation of slight modifications of structure or instinct, each profitable to the individual under its conditions of life, it may reasonably be asked, how a long and graduated succession of modified architectural instincts, all tending towards the present perfect plan of construction, could have profited the progenitors of the hive-bee? I think the answer is not difficult: cells constructed like those of the bee or the wasp gain in strength, and save much in labour and space, and in the materials of which they are constructed. With respect to the formation of wax, it is known that bees are often hard pressed to get sufficient nectar; and I am informed by Mr. Tegetmeier that it has been experimentally proved that from twelve to fifteen pounds of dry sugar are consumed by a hive of bees for the secretion of a pound of wax; so that a prodigious quantity of fluid nectar must be collected and consumed by the bees in a hive for the secretion of the wax necessary for the construction of their combs. Moreover, many bees have to remain idle for many days during the process of secretion. A large store of honey is indispensable to support a large stock of bees during the winter; and the security of the hive is known mainly to depend on a large number of bees being supported. Hence the saving of wax by largely saving honey, and the time consumed in collecting the honey, must be an important element of success any family of bees. Of course the success of the species may be dependent on the number of its enemies, or parasites, or on quite distinct causes, and so be altogether independent of the quantity of honey which the bees can collect. But let us suppose that this latter circumstance determined, as it probably often has determined, whether a bee allied to our humble-bees could exist in large numbers in any country; and let us further suppose that the community lived through the winter, and consequently required a store of honey: there can in this case be no doubt that it would be an advantage to our imaginary humble-bee if a slight modification of her instincts led her to make her waxen cells near together, so as to intersect a little; for a wall in common even to two adjoining cells would save some little labour and wax. Hence, it would continually be more and more advantageous to our humble-bees, if they were to make their cells more and more regular, nearer together, and aggregated into a mass, like the cells of the Melipona; for in this case a large part of the bounding surface of each cell would serve to bound the adjoining cells, and much labour and wax would be saved. Again, from the same cause, it would be advantageous to the Melipona, if she were to make her cells closer together, and more regular in every way than at present; for then, as we have seen, the spherical surfaces would wholly disappear and be replaced by plane surfaces; and the Melipona would make a comb as perfect as that of the hive-bee. Beyond this stage of perfection in architecture, natural selection could not lead; for the comb of the hive-bee, as far as we can see, is absolutely perfect in economising labour and wax.

 

Como la selección natural obra solamente por acumulación de pequeñas modificaciones de estructura o de instinto, útil cada una de ellas al individuo en ciertas condiciones de vida, puede razonablemente preguntarse: ¿Cómo pudo haber aprovechado a los antepasados de la abeja común una larga sucesión gradual de modificaciones del instinto arquitectónico tendiendo todas hacia el presente plan perfecto de construcción? Creo que la respuesta no es difícil: las celdillas construidas como las de la abeja o las de la avispa ganan en resistencia y economizan mucho el trabajo y espacio y los materiales de que están construidas. Por lo que se refiere a la formación de cera, es sabido que las abejas, con frecuencia, están muy apuradas para conseguir el néctar suficiente, y míster Tegetmeier me informa que se ha probado experimentalmente que las abejas de una colmena consumen de doce a quince libras de azúcar seco para la producción de una libra de cera, de modo que las abejas de una colmena tienen que recolectar y consumir una cantidad asombrosa de néctar líquido para la secreción de la cera necesaria para la construcción de sus panales. Además, muchas abejas tienen que quedar ociosas varios días durante el proceso de secreción. Una gran provisión de miel es indispensable para mantener un gran número de abejas durante el invierno, y es sabido que la seguridad de la comunidad depende principalmente de que se mantengan un gran número de abejas. Por consiguiente, el ahorro de cera, por ahorrar mucha miel y tiempo empleado en recolectarla, ha de ser un elemento importante del buen éxito para toda familia de abejas. Naturalmente, el éxito de la especie puede depender del número de sus enemigos o parásitos, o de causas por completo distintas, y así ser totalmente independiente de la cantidad de miel que puedan reunir las abejas. Pero supongamos que esta última circunstancia determinó -como es probable que muchas veces lo haya determinado- el que un himenóptero afín de nuestros abejorros pudiese existir en gran número en un país, y supongamos, además, que la comunidad viviese durante el invierno y, por consiguiente, necesitase una provisión de miel; en este caso, es indudable que sería una ventaja para nuestro abejorro imaginario el que una ligera modificación en sus instintos lo llevase a hacer sus celdillas de cera unas próximas a otras, de modo que se entrecortasen un poco; pues una pared común, aun sólo para dos celdillas contiguas, ahorraría un poco de trabajo y cera. Por consiguiente, sería cada vez más ventajoso para nuestro abejorro el que hiciese sus celdillas cada vez más regulares, más cerca unas de otras, y agregadas formando una masa, como las de Melipona; pues, en este caso, una gran parte de la superficie limitante de cada celdilla serviría para limitar las contiguas, y se economizaría mucho trabajo y cera. Además, por la misma causa, sería ventajoso para Melipona el que hiciese sus celdillas más juntas y más regulares por todos conceptos que las hace al presente; pues, como hemos visto, las superficies esféricas desaparecerían por completo y serían reemplazadas por superficies planas, y la Melipona haría un panal tan perfecto como el de la abeja común. La selección natural no pudo llegar más allá de este estado de perfección arquitectónica; pues el panal de la abeja, hasta donde nosotros podemos juzgar, es absolutamente perfecto por lo que se refiere a economizar trabajo y cera.

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