Extraños hechos y más extrañas reflexiones en torno a los distintos tipos de polinización en el párrafo centésimo trigésimo octavo de El Origen de las Especies

 

El autor encuentra distintos tipos de polinización. Hay plantas que se auto-polinizan mientras que otras presentan diversos modos de evitar la autopolinización. Su reacción es de extrañeza. Según su estrecha concepción de la naturaleza, habría esperado algo más simple:

 

How strange are these facts! How strange that the pollen and stigmatic surface of the same flower, though placed so close together, as if for the very purpose of self-fertilisation, should be in so many cases mutually useless to each other!

 

 ¡Qué extraños son estos hechos! ¡Qué extraño que él polen y la superficie estigmática de una misma flor, a pesar de estar situados tan cerca, como precisamente con objeto de favorecer la autofecundación, hayan de ser en tantos casos mutuamente inútiles!

 

Pero rápidamente, en la misma línea desaparece la extrañeza y surge, como siempre, fácil la explicación:

 

How simply are these facts explained on the view of an occasional cross with a distinct individual being advantageous or indispensable!

 

¡Qué sencillamente se explican estos hechos en la idea de la ventaja o necesidad de un cruzamiento ocasional  con un individuo diferente

 

El autor muestra así una manera ejemplar de salir de asombro: Utilizar como explicación de los hechos que nos asombran a los propios hechos asombrosos. La extrañeza se convierte así instantáneamente en explicación, la inoperancia en virtud.

 

 

138.

When the stamens of a flower suddenly spring towards the pistil, or slowly move one after the other towards it, the contrivance seems adapted solely to ensure self-fertilisation; and no doubt it is useful for this end: but the agency of insects is often required to cause the stamens to spring forward, as Kolreuter has shown to be the case with the barberry; and in this very genus, which seems to have a special contrivance for self-fertilisation, it is well known that, if closely-allied forms or varieties are planted near each other, it is hardly possible to raise pure seedlings, so largely do they naturally cross. In numerous other cases, far from self-fertilisation being favoured, there are special contrivances which effectually prevent the stigma receiving pollen from its own flower, as I could show from the works of Sprengel and others, as well as from my own observations: for instance, in Lobelia fulgens, there is a really beautiful and elaborate contrivance by which all the infinitely numerous pollen-granules are swept out of the conjoined anthers of each flower, before the stigma of that individual flower is ready to receive them; and as this flower is never visited, at least in my garden, by insects, it never sets a seed, though by placing pollen from one flower on the stigma of another, I raise plenty of seedlings. Another species of Lobelia, which is visited by bees, seeds freely in my garden. In very many other cases, though there is no special mechanical contrivance to prevent the stigma receiving pollen from the same flower, yet, as Sprengel, and more recently Hildebrand and others have shown, and as I can confirm, either the anthers burst before the stigma is ready for fertilisation, or the stigma is ready before the pollen of that flower is ready, so that these so-named dichogamous plants have in fact separated sexes, and must habitually be crossed. So it is with the reciprocally dimorphic and trimorphic plants previously alluded to. How strange are these facts! How strange that the pollen and stigmatic surface of the same flower, though placed so close together, as if for the very purpose of self-fertilisation, should be in so many cases mutually useless to each other! How simply are these facts explained on the view of an occasional cross with a distinct individual being advantageous or indispensable!

 

Cuando los estambres de una flor se lanzan súbitamente hacia el pistilo o se mueven lentamente, uno tras otro, hacia él, el artificio parece adaptado exclusivamente para asegurar la autofecundación, y es indudablemente útil para este fin; pero muchas veces se requiere la acción de los insectos para hacer que los estambres se echen hacia delante, como Kölreuter ha demostrado que ocurre en el agracejo; y en este mismo género, que parece tener una disposición especial para la autofecundación, es bien sabido que si se plantan unas cerca de otras formas o variedades muy próximas, es casi imposible obtener semillas que den plantas puras: tanto se cruzan naturalmente. En otros numerosos casos, lejos de estar favorecida la autofecundación, hay disposiciones especiales que impiden eficazmente que el estigma reciba polen de la misma flor, como podría demostrar por las obras de Sprengel y otros autores, lo mismo que por mis propias observaciones: en Lobelia fulgens, por ejemplo, hay un mecanismo verdaderamente primoroso y acabado, mediante el cual los granos de polen, infinitamente numerosos, son barridos de las anteras reunidas de cada flor antes de que el estigma de ella esté dispuesto para recibirlos; y como esta flor nunca es visitada -por lo menos, en mi jardín- por los insectos, nunca produce semilla alguna, a pesar de que colocando polen de una flor sobre el estigma de otra obtengo multitud de semillas. Otra especie de Lobelia, que es visitada por abejas, produce semillas espontáneamente en mi jardín. En muchísimos otros casos, aun cuando no existe ninguna disposición mecánica para impedir que el estigma reciba polen de la misma flor, sin embargo, como han demostrado Sprengel, y más recientemente Hieldebrand y otros, y como puedo yo confirmar, o bien las anteras estallan antes de que el estigma esté dispuesto para la fecundación, o bien el estigma lo está antes de que lo esté el polen de la flor; de modo que estas plantas, llamadas dicógamas, tienen de hecho sexos separados y necesitan habitualmente cruzarse. Lo mismo ocurre con las plantas recíprocamente dimorfas y trimorfas, a que anteriormente se ha aludido. ¡Qué extraños son estos hechos! ¡Qué extraño que él polen y la superficie estigmática de una misma flor, a pesar de estar situados tan cerca, como precisamente con objeto de favorecer la autofecundación, hayan de ser en tantos casos mutuamente inútiles! ¡Qué sencillamente se explican estos hechos en la idea de la ventaja o necesidad de un cruzamiento ocasional  con un individuo diferente.

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