Milagros de la selección natural en el párrafo ducentésimo octogésimo primero de El Origen de las Especies
Entre los prodigios de la selección natural no es menor el de convertir un nervio vestido de pigmento en un ojo. Credo quia absurdum. Así, bien puede la selección natural haber convertido un sencillo aparato, formado por un nervio vestido de pigmento y cubierto al exterior por una membrana transparente, en un instrumento óptico tan perfecto como el que poseen (todos) los miembros de la clase de los articulados. Cabe la posibilidad de que alguien lo crea. Todo vale…