El antepasado común en el párrafo octingentésimo trigésimo primero de El Origen de las Especies

A estas alturas, la obra que nos ocupa tiene ya matices de epopeya. Algo absolutamente irracional.

Y si no se lo creen, lean:

 

La analogía me llevaría a dar un paso más, o sea a creer que todos los animales y plantas descienden de un solo prototipo.

 

Y sigan leyendo:

 

En todos los seres orgánicos, excepto, quizá, algunos de los muy inferiores, la reproducción sexual parece ser esencialmente semejante.

 

Y más aún, esto es para nota:

 

En todos, hasta donde actualmente se sabe, la vesícula germinal es igual; de manera que todos los organismos parten de un origen común.

 

Para ir concluyendo:

 

Por esto, según el principio de la selección natural con divergencia de caracteres, no parece increíble que, tanto los animales como las plantas, se puedan haber desarrollado a partir de alguna de tales formas interiores e intermedias, y si admitimos esto, tenemos también que admitir que todos los seres orgánicos que en todo tiempo han vivido sobre la Tierra pueden haber descendido de alguna forma primordial. Pero esta deducción está basada principalmente en la analogía, y es indiferente que sea admitida o no. Indudablemente, es posible, como ha propuesto míster G. H. Lewes, que en el primer comienzo de la vida se produjeron formas muy diferentes; pero, si es así, podemos llegar a la conclusión de que sólo poquísimas han dejado descendientes modificados; pues, como he hecho observar hace poco, por lo que se refiere a los miembros de cada uno de los grandes reinos, tales como los vertebrados, articulados, etc., tenemos en sus conformaciones embriológicas, homólogas y rudimentarias, pruebas claras de que, dentro de cada reino, todos los animales descienden de un solo progenitor.

Y ahora piensen y digan: ¿Creen ustedes que esto lo escribió el mismo autor novel que temblaba al comenzar la obra con párrafos de este otro estilo tan diferente y propio de un adolescente?

831.

 

 

Analogy would lead me one step further, namely, to the belief that all animals and plants are descended from some one prototype. But analogy may be a deceitful guide. Nevertheless all living things have much in common, in their chemical composition, their cellular structure, their laws of growth, and their liability to injurious influences. We see this even in so trifling a fact as that the same poison often similarly affects plants and animals; or that the poison secreted by the gall-fly produces monstrous growths on the wild rose or oak-tree. With all organic beings, excepting perhaps some of the very lowest, sexual reproduction seems to be essentially similar. With all, as far as is at present known, the germinal vesicle is the same; so that all organisms start from a common origin. If we look even to the two main divisions—namely, to the animal and vegetable kingdoms—certain low forms are so far intermediate in character that naturalists have disputed to which kingdom they should be referred. As Professor Asa Gray has remarked, «the spores and other reproductive bodies of many of the lower algae may claim to have first a characteristically animal, and then an unequivocally vegetable existence.» Therefore, on the principle of natural selection with divergence of character, it does not seem incredible that, from some such low and intermediate form, both animals and plants may have been developed; and, if we admit this, we must likewise admit that all the organic beings which have ever lived on this earth may be descended from some one primordial form. But this inference is chiefly grounded on analogy, and it is immaterial whether or not it be accepted. No doubt it is possible, as Mr. G.H. Lewes has urged, that at the first commencement of life many different forms were evolved; but if so, we may conclude that only a very few have left modified descendants. For, as I have recently remarked in regard to the members of each great kingdom, such as the Vertebrata, Articulata, etc., we have distinct evidence in their embryological, homologous, and rudimentary structures, that within each kingdom all the members are descended from a single progenitor.

 

 

La analogía me llevaría a dar un paso más, o sea a creer que todos los animales y plantas descienden de un solo prototipo; pero la analogía puede ser un guía engañoso. Sin embargo, todos los seres vivientes tienen mucho de común en su composición química, su estructura celular, sus leyes de crecimiento y en ser susceptibles a las influencias nocivas. Vemos esto en un hecho tan insignificante como el de que el mismo veneno muchas veces obra de un modo semejante en animales y plantas, o que el veneno segregado por cinípidos produce crecimiento monstruoso en el rosal silvestre y en el roble. En todos los seres orgánicos, excepto, quizá, algunos de los muy inferiores, la reproducción sexual parece ser esencialmente semejante. En todos, hasta donde actualmente se sabe, la vesícula germinal es igual; de manera que todos los organismos parten de un origen común. Si consideramos incluso las dos divisiones principales -o sea los reinos animal y vegetal-, ciertas formas inferiores son de carácter tan intermedio, que los naturalistas han discutido en qué reino se deben incluir. Como el profesor Assa Gray ha hecho observar, «las esporas y otros cuerpos reproductores de muchas de las algas inferiores pueden alegar que tienen primero una existencia animal característica y después una existencia vegetal inequívoca». Por esto, según el principio de la selección natural con divergencia de caracteres, no parece increíble que, tanto los animales como las plantas, se puedan haber desarrollado a partir de alguna de tales formas interiores e intermedias, y si admitimos esto, tenemos también que admitir que todos los seres orgánicos que en todo tiempo han vivido sobre la Tierra pueden haber descendido de alguna forma primordial. Pero esta deducción está basada principalmente en la analogía, y es indiferente que sea admitida o no. Indudablemente, es posible, como ha propuesto míster G. H. Lewes, que en el primer comienzo de la vida se produjeron formas muy diferentes; pero, si es así, podemos llegar a la conclusión de que sólo poquísimas han dejado descendientes modificados; pues, como he hecho observar hace poco, por lo que se refiere a los miembros de cada uno de los grandes reinos, tales como los vertebrados, articulados, etc., tenemos en sus conformaciones embriológicas, homólogas y rudimentarias, pruebas claras de que, dentro de cada reino, todos los animales descienden de un solo progenitor.

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