Cien años malinterpretando a Lamarck: ejemplo de una injusticia
Quien analiza la obra de un autor del pasado se enfrenta a su tarea con enorme libertad, pero tanta libertad es una herramienta delicada. Si se utiliza de manera sesgada, buscando un propósito diferente de manifestar las cosas como fueron, entonces a la postre, se pondrán de manifiesto las auténticas intenciones que le motivaron a hacer tal análisis y que no obedecieron exactamente a la necesidad de una exposición clara y honesta de los hechos, sino a otros motivos, a menudo de mayor rentabilidad.
Lamarck, que como veíamos había sido uno de los primeros autores en abordar de modo valiente y original el tema de la transformación de las especies, asumió obviamente ciertos riesgos que resultaron en una serie de imperfecciones visibles en su obra (desde la óptica actual). Nada hay más fácil para un analista posterior de su obra que destacar dichas imperfecciones. Cuvier, contemporáneo de Lamarck, ya dejó escritos que ayudan en esta fácil tarea.
En su mamotreto de 1433 páginas y más de dos kilogramos de peso, pomposamente titulado «The Structure of Evolutionary Theory», Gould cometió el grave error de presentar al darwinismo como la única vía posible para entender la evolución. Su primera parte se titula “The History of Darwinian Logic and Debate” como si, en primer lugar, existiese algo que, en serio, pudiera ser denominado así (darwinian logic and debate), cuando precisamente el escenario darwinista se caracteriza por la ausencia de lógica y debate (la selección natural no admite debate alguno: sobreviven los más aptos y punto, porque se trata de una pseudo-explicación, una tautología). Semejante título resulta incomprensible, a no ser que Gould se hubiese confundido y quisiera decir «The History of Darwinian Logia», lo cual sí que puede existir con más fundamento real que la lógica y el debate.
Incluir el apartado sobre Lamarck en el segundo capítulo de una sección llamada con semejante nombre, cuyo primer capítulo (segundo del libro) se llama además “The essence of darwinism and the basis of modern orthodoxy: An exegesis of the origin of the species”, es una inconcebible falta de sentido común y de rigor histórico. La obra del aprendiz (Darwin) se presenta así como responsable de una fagocitosis, según la cual habría sido capaz de engullir la obra de su maestro (Lamarck). Lamarck arrinconado y oculto por el resplendor del omnipresente Darwin. Injusticia en estado puro, ejemplar, pero no único pues en todas las listas de sabios del siglo XIX y en otras muchas de sabios de la humanidad aparece Darwin (el aprendiz) y no Lamarck (su maestro indiscutible).