Restauración del lamarckismo: La Medicina vuelve a su lugar en la vanguardia de la Ciencia
Una entrada anterior de este blog ya se mostraba favorable a la restauración del lamarckismo e incluía, entre otras cosas, el texto de un antiguo artículo en Nature con el polémico título “Too soon for the rehabilitation of Lamarck” y algunas evidencias en favor de la herencia de caracteres adquiridos.
Indicábamos entonces que la rehabilitación de Lamarck, que en 1981 Nature consideraba prematura, es hoy algo necesario. Las posibilidades reales de herencia de caracteres adquiridos van saliendo a la luz y sus mecanismos responsables habrán de ir describiéndose. Curiosamente, la energía necesaria para estos cambios que culminarán con la caída de un dogma (el de la imposibilidad de la herencia de los caracteres adquiridos), puede proceder en buena parte de la Medicina.
La investigación clínica tiene un papel muy importante y crítico en la historia de la Ciencia. Si, por un lado, es indiscutible que algunas de sus aportaciones del pasado son hitos históricos (Servet, Harvey, Claude Bernard,…) y un dato importante en este sentido es que algunas de sus revistas se cuentan entre las más antiguas (The New England Journal of Medicine fue fundado en 1812 y The Lancet en 1823), por otra parte, también es cierto que a lo largo del siglo XX, con el desarrollo de la biología moderna, la investigación clínica no mantuvo aquel papel predominante y los descubrimientos más notables ocurrieron con frecuencia lejos del terreno de la clínica, en los dominios de la Bioquímica y de la Genética. Desde el punto de vista de la Biología, deslumbrado por el esplendor de las áreas más experimentales (reduccionistas), la Medicina parecía obligada a un segundo término en el que, con el paso del tiempo se beneficiaría de los resultados de sus hermanas que, aunque posteriores en su origen, habrían ocupado posiciones más avanzadas.
Pero la Medicina es una ciencia con vocación eminentemente práctica y, por tanto, se mueve en terrenos próximos a las realidades cotidianas. A diferencia de las ciencias experimentales, que son más reduccionistas, la Medicina está sometida a un constante contraste de sus resultados y por eso puede ser menos susceptible a obediencias debidas y a dogmas que otras ciencias más “avanzadas”.
En un reciente número de New England Journal of Medicine se publicaba el artículo de revisión titulado “Effect of In Utero and Early-Life Conditions on Adult Health and Disease”, firmado por Peter Gluckman, Mark Hanson, Cyrus Cooper and Kent Thornburg. Aunque, en general, el artículo es una revisión acerca de cómo acontecimientos tempranos de la vida pueden intervenir en la susceptibilidad a enfermedades crónicas, los autores hacen énfasis en el concepto de plasticidad ambiental (“developmental plasticity; defined as the ability of an organism to develop in various ways, depending on the particular environment or setting”) y mencionan algunos ejemplos en los que las influencias ambientales tienen efectos heredables (es decir, ejemplos de lamarckismo, porque el lamarckismo postula que el ambiente tiene efectos heredables , no solo los cambios que tienen lugar a nivel de secuencia del DNA; Lamarck no entendía de secuencias de DNA).
En ratas, la exposición a glucocorticoides o a una dieta baja en proteína provocan alteraciones en la expresion de enzimas hepáticas, elevada tensión sanguínea y disfunción del endotelio en la F1 (primera generación). Estos cambios pueden transmitirse a la segunda generación sin necesidad de que haya más alteración ambiental a lo largo de la vida de los miembros de la F1.
Datos limitados de la clínica están de acuerdo con estas observaciones experimentales. A este respecto los autores citan el artículo de Kaati et al. (Eur J Hum Genet 2002, 10, 682-8) en el que estudios epidemiológicos muestran una relación entre la nutrición de los abuelos y el riesgo de diabetes en los nietos (F2). Aunque el mecanismo de herencia no está claro, parece que pueden intervenir la desaparición de marcas epigenéticas como la metilación del DNA y la modificación de histonas y también cambios en las poblaciones de microRNA.
Estos cambios en marcas epigenéticas no están necesariamente, por definición de epigenética, asociados con cambios en las secuencias del DNA genómico. Pero esto no significa que no puedan llegar a estarlo, porque las secuencias genómicas no son algo inmutable y, sin duda, podrán ser sensibles a dichos cambios. Las moléculas de microRNA, que tienen funciones importantes en la regulación del desarrollo, se han implicado también en la organización del centrómero (Reinhart y Bartels, 2002).
Los autores concluyen: Estas consideraciones hacen surgir la posibilidad de que las enfermedades metabólicas familiares puedan tener una base ambiental y epigenética, más que una base puramente multigénica. En humanos existe una considerable contribución de comportamientos familiares y aprendidos, tales como las pautas de alimentación.
Y,……. si la herencia de caracteres adquiridos influye en la adquisición de enfermedades familiares, es seguro que también influirá en muchas otras características,……..
Agradecimientos:
Agradezco a la Dra Elena Becker-Barroso por su valiosa información y comentarios sobre los artículos aquí mencionados. La imagen de Miguel Servet procede de la web de la Asociación de Geógrafos Españoles.
Bibliografía
Gluckman PD, Hanson MA, Cooper C and Thornburg K. 2008. Effect of In Utero and Early-Life Conditions on Adult Health and Disease. The New England Journal of Medicine 359, 1, 61-73.
Reinhart BJ, Bartel DP (2002) Small RNAs correspond to centromere heterochromatic
repeats. Science 297, 1831.