El combate como principio universal y padre de todas las cosas, una idea tan vieja como inútil para la ciencia
(breve comentario al artículo de Mauricio Abdalla publicado aquí).
El que la vida sea competición y lucha por la supervivencia no es un descubrimiento de Darwin. Tampoco es científico. Quien haya leído el artículo de Mauricio Abdalla publicado íntegro en las tres últimas entradas, habrá visto que, ya Hobbes, británico como Darwin, en su Leviatán (1651) mostraba las mil maneras en que el hombre es un lobo para el hombre (homo homini lupus). Pero tampoco Hobbes estaba desarrollando una idea muy original,……..
Muchos cientos de años antes que Hobbes, Heráclito venía a decir que el combate (Polemos) es el padre de todas las cosas, rey que gobierna lo que existe. Como tal, es universal. Esta visión, que no por pertenecer a Heráclito deja de ser ciertamente tosca, contó desde muy temprano con serios oponentes y así, por ejemplo, Plutarco, al contar la vida de Numa Pompilio, el segundo rey de Roma, indicaba:
¿Pero cómo?, dirá alguien: ¿Roma no progresó y avanzó gracias a las guerras? Pregunta que necesitaría una larga respuesta para ciertas personas que cifran el progreso en el dinero, el lujo, el predominio, y no en la seguridad, la independencia de los demás y la justicia con los demás.
Diez años antes de que Leviatán se publicase en Inglaterra, el aragonés Baltasar Gracián (1601-1658), en su obra “Oráculo manual y arte de prudencia”, escrita desde las profundidades de aquel barroco español tan dorado como laberíntico, iba algo más allá que Hobbes y Darwin cuando, precisamente en su aforismo 13 decía:
Milicia es la vida del hombre contra la malicia del hombre.
Frase abismal y terrible aquella de quien fuera autor predilecto de Goethe, que conduce al lector al interior del laberinto de sus pensamientos, en un combate consigo mismo sin vencedor posible, ni el ingenuo militante ni el audaz malicioso, porque siendo la de la vida como lucha idea de la que había ya poco zumo que extraer en los tiempos de Gracián, el aragonés venía más adelantado en su interpretación que Hobbes y Darwin. Para Gracián, la vida del hombre ha de ser lucha contra la malicia que habrá por doquier, por ejemplo en el hecho de repetir como martinete que la vida es lucha. La visión de la vida como lucha, tosca metáfora, puede, no obstante, ser verdadera.
El problema es que no aporta nada útil a la ciencia. Y es que la ciencia no se alimenta de visiones verdaderas, sino de visiones fructíferas porque, según nos indicaba Plutarco, lo importante no está en la lucha en sí, sino en otras cosas: la seguridad, la independencia de los demás y la justicia, es decir en las formas de la naturaleza.
Puede que Gracián y Plutarco fueran ya, al menos en este sentido, postdarwinistas.