En su discurso al recibir el premio Cervantes, decía Delibes:

Los amigos me dicen con la mejor voluntad: que conserve usted la cabeza muchos años. ¿Qué cabeza? ¿La mía, la del viejo Eloy, la del señor Cayo, la de Pacífico Pérez, la de Menchu Sotillo? ¿Qué cabeza es la que debo conservar?

Párrafo que trae a la memoria a otro párrafo de aquel otro don Miguel, cuyo apellido daba nombre al premio quien había escrito:

-Yo sé quién soy -respondió don Quijote-; y sé que puedo ser no sólo los
que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los Nueve
de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por
sí hicieron, se aventajarán las mías.

Algo había en el aire de Alcalá, como si algún duende o mago hubiese entretejido unas palabras con otras. Las del premiado con las de aquel otro don Miguel presente desde el comienzo de su discurso:

Heme aquí, en esta histórica ciudad de Alcalá de Henares, tratando de decir unas palabras, trescientos setenta y ocho años después de que don Miguel de Cervantes Saavedra, nacido en ella, dijera discretamente la última suya antes de enmudecer para siempre. ¿Para siempre? El simple hecho de que hoy nos reunamos aquí, en esta prestigiosa Universidad, para honrar su memoria, demuestra lo contrario, esto es que don Miguel de Cervantes Saavedra no ha enmudecido, que su palabra sigue viva a través del tiempo, de acuerdo con el anhelo de inmortalidad que mueve la mano y el corazón del artista.

Ambos Miguel y ambos igualmente entregados a sus personajes: don Quijote, Sancho, Dulcinea, Tomas Rodaja, Cecilio Rubes, Daniel el Mochuelo, Lorenzo el cazador, el viejo Eloy, El Nini, el señor Cayo, el Azarías, Pacífico Pérez, Gervasio García de la Lastra, Roque el Moñigo, Germán el Tiñoso…………..

Ambos no enmudecidos sino multiplicados.

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Un comentario

  1. Algunas veces pienso que me hubiera gustado conocer al primer Miguel (de Cervantes). Pero todos hemos tenido muy cerca al segundo (Delibes), que nos permite calibrar qué es un genio.

    Sí, Cervantes se ha multiplicado durante al menos cuatro siglos. Pero no es esa la inmortalidad a la que uno aspira.

    Un abrazo, Emilio.

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