La claridad, virtud más propia de tratados botánicos para señoritas que de tratados académicos

 

Un párrafo de Rousseau había llamado nuestra atención  sembrando las dudas acerca de la pretendida condición virtuosa de la botánica. El párrafo era este:

Me tienta la idea de dedicarme a la botánica (….). Es la verdadera diversión de un solitario que pasea y que ya no desea pensar en nada. Nunca concibo una idea virtuosa y útil sin que vea a mi lado la horca o el cadalso. Espero que con Linneo en el bolsillo y heno en la cabeza no se me detenga (CC, XX, 44).

 

¿Por qué?, nos preguntamos,  ¿por qué al dedicarse a la botánica el autor está libre del riesgo habitual de ir a la horca o al cadalso,  riesgo que corre cuando se dedica en general a cualquier idea virtuosa o útil? ¿Acaso la botánica no es actividad llena de ideas virtuosas y de utilidad?

¿Acaso no hay cierta contradicción en estas frases de Rousseau?

 

La respuesta a todas estas cuestiones se encuentra en el hecho de que Rousseau no se dedica a la botánica como profesional, sino como aficionado. Como tal, lo que hace son textos elementales de botánica para señoritas y, sólo siendo así, puede permitirse ser virtuoso, es decir, expresarse con toda claridad. Si sus escritos políticos o sociales fuesen dirigidos a señoritas, el riesgo disminuiría notablemente. Eso es seguro.

En la edición de su obra «Cartas sobre botánica», un estudio prelimiar de Fernando Calderón Quindós contiene en su página sesenta y uno el siguiente párrafo de Rousseau, con la muy interesante cita a pie de página que le acompaña.

El párrafo dice:

La precisión y la claridad con la que estos extractos y estos elementos están reunidos podrían volver esta obra muy útil para ofrecérsela a las mujeres, y sobre todo a las jóvenes señoritas, que tendrían en ellas un medio de volver sus pasos menos ociosos y más interesantes (CC XLII, 90).

 

Con lo cual parece indicar que la claridad que sin duda poseen las cartas sobre botánica es debida a que iban dirigidas a una señorita. No me cabe duda, pero el párrafo ofrece otra interpretación algo más maliciosa y no menos justa que no ha pasado desapercibida al autor del prólogo, quien, en su nota a pie de página indica:

 

Me parece necesario un estudio en el que se aclare por qué las cartas elementales fueron entendidas como un texto dirigido exclusivamente a un público femenino, y por qué las traducciones y obras que pretendían emular la claridad y precisión de estas cartas fueron expresamente dirigidas a mujeres. Thomas Martyn, profesor de la Universidad de Cambridge en el último cuarto del XVIII, afirmaba en el prólogo de su traducción al inglés que estas cartas estaban dirigidas a las damas de la Gran Bretaña. Priscila Wakefield escribió para un amiga «An introduction to botany in series of familiar letters» (Dublin, P Wogan, P Byrne, etc, 1976). Monsieur de Malesherbes, por su parte, escribió para instrucción de su hermana, madame de Senozan, una Introduction à la botanique (Manuscrito inédito conservado en la Bibliothèque de l’Institut de France. Su fecha de redacción es anterior a 1783). No parece que en España hubiera en el siglo XVIII intentos de divulgación de la botánica. La Biblioteca Nacional de Madrid sólo conserva entre sus fondos la traducción al francés, con el título Flore de jeunes persones, ou lettres élementaires sur la botanique (écrite par una Anglaise a son amie), la obra de Priscila Wakefield An introduction to botany in series of familiar letters.

 

 

Como indica Fernando Calderón Quindós puede ser cierto que todos estos tratados de botánica van dirigidos a señoritas por su claridad, pero,…..  ¿acaso los tratados académicos no podrían ser tan claros? Tal vez el estudio sugerido podría partir de la base o hipótesis que afirma que no. Que, precisamente,  una característica propia e ineludible en los tratados académicos ha de ser la obscuridad. Pero como digo, esto es sólo una hipótesis, y como dice Fernando Calderón Quindós, queda pendiente tal estudio.

 

El hallazgo de esta nueva propiedad tan necesaria en los tratados de botánica como en cualquier otra disciplina académica  vendría a sumarse a otras características y propiedades  de los tratados académicos que,  más que ejemplo de ciencia,  serían ejemplo de cómo la academia podría consentir que ésta se contaminase con el poder. Habíamos visto en este sentido como el binomio Con-Con (Confusión control) funcionaba mediante la proliferación de expresiones sin significado (fantasmas semánticos), muy útiles a los intereses de quien ostenta el poder y desea mantenerlo sin dificultad. La obscuridad vendría  a apoyar y a garantizar el perfecto funcionamiento del binomio Con-Con.

 

 

Referencia

Rousseau, Jean Jacques. Cartas sobre botánica. KRK Ediciones 2007. Oviedo.

 

Imagen de Alagarabía.com

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