El señorito ocioso: un caso de vocación malograda de sportsman y de cazador
En su libro titulado El último cambio de siglo: gloria y crisis de Occidente 1870-1914 y publicado por la Editorial Ariel, José Luis Comellas indica erróneamente que Darwin era médico. Ni lo era ni tenía ninguna titulación académica en ámbito científico alguno. Pero dejemos que sea el mismo Darwin quien corrija el error y aclare la situación, puesto que en su autobiografía (p 55) indica:
Cambridge, 1828-1831.- Tras haber pasado dos cursos en Edimburgo, mi padre se percató, o se enteró por mis hermanas, de que no me agradaba la idea de ser médico, así que me propuso hacerme clérigo. Mi padre estaba vehementemente en contra de que me volviera un señorito ocioso, cosa que entonces parecía mi destino mas probable. Pedí algún tiempo para considerarlo, pues, por lo poco que había oido o pensado sobre la materia, sentía escrúpulos acerca de la declaración de mi fe en todos los dogmas de la Iglesia Anglicana aunque, por otra parte, me agradaba la idea de ser cura rural. Por consiguiente leí con atención: Pearson on the Creed (Pearson: acerca del credo) y otros cuantos libros de teología y, como entonces no dudé lo más mínimo sobre la verdad estricta y literal de cada una de las palabras de la biblia, me convencí inmediatamente de que debía aceptar nuestro credo sin reservas
Eugenio d’Ors había captado la idea: Un caso de vocación malograda de sportsman y de cazador.