Sabias observaciones y extraña aplicación del curioso principio expuesto en el párrafo anterior en el párrafo centésimo sexagésimo cuarto de El Origen de las Especies
En el párafo anterior se expuso un principio algo tosco pero de aplicación muy general:
la cantidad máxima de vida puede ser sostenida mediante una gran diversidad de conformaciones
En éste párrafo se aplica a las plantas naturalizadas. La introducción de nuevas especies en la flora de un país, aumenta la diversidad, viene a decir el autor. Las plantas introducidas no tienen que ser como los ejemplares de la flora autóctona. Pueden y, de hecho suelen ser diferentes. En caso contrario, no serían introducidas. Sabias observaciones.
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The same principle is seen in the naturalisation of plants through man’s agency in foreign lands. It might have been expected that the plants which would succeed in becoming naturalised in any land would generally have been closely allied to the indigenes; for these are commonly looked at as specially created and adapted for their own country. It might also, perhaps, have been expected that naturalised plants would have belonged to a few groups more especially adapted to certain stations in their new homes. But the case is very different; and Alph. de Candolle has well remarked, in his great and admirable work, that floras gain by naturalisation, proportionally with the number of the native genera and species, far more in new genera than in new species. To give a single instance: in the last edition of Dr. Asa Gray’s «Manual of the Flora of the Northern United States,» 260 naturalised plants are enumerated, and these belong to 162 genera. We thus see that these naturalised plants are of a highly diversified nature. They differ, moreover, to a large extent, from the indigenes, for out of the 162 naturalised genera, no less than 100 genera are not there indigenous, and thus a large proportional addition is made to the genera now living in the United States.
El mismo principio se observa en la naturalización de plantas, mediante la acción del hombre, en países extranjeros. Podía esperarse que las plantas que consiguieron llegar a naturalizarse en un país cualquiera tenían que haber sido, en general, muy afines de las indígenas, pues éstas, por lo común, son consideradas como especialmente creadas y adaptadas para su propio país. También quizá podría esperarse que las plantas naturalizadas hubiesen pertenecido a un corto número de grupos más especialmente adaptados a ciertos parajes en sus nuevas localidades. Pero el caso es muy otro; y Alph. de Candolle ha hecho observar acertadamente, en su grande y admirable obra, que las floras, en proporción al número de géneros y especies indígenas, aumentan, por naturalización, mucho más en nuevos géneros que en nuevas especies. Para dar un solo ejemplo: en la última edición del Manual of the Flora of the Northern United States, del doctor Asa Gray, se enumeran 260 plantas naturalizadas, y éstas pertenecen a 162 géneros. Vemos en este caso que estas plantas naturalizadas son de naturaleza sumamente diversa. Además, difieren mucho de las plantas indígenas, pues de los 162 géneros naturalizados, no menos de cien géneros no son indígenas allí, y de este modo se ha añadido un número relativamente grande a los géneros que viven actualmente en los Estados Unidos.