Parece que ha muerto don Agustín García Calvo

 

Parece que ha muerto don Agustín García Calvo y digo parece porque bien pudiera,  como tantísimas veces ocurre,  parecer aquello que no es. Y es que sobre el ser y el no ser, lo que existe y lo que no, lo que es y lo que parece,  la realidad y sus verdades, sabemos tan poco que más vale no hacer alarde de seguridad.

Mucho énfasis puso don Agustín precisamente en el cultivo de la duda. Contaba a tal efecto con la principal herramienta:  una sólida formación en letras y el conocimiento de los autores clásicos. Lo vamos a echar de menos,  pero vayamos acostumbrándonos a su ausencia  porque nos van quedando  menos clásicos en pie que dígitos en una mano.

Mucho lo lloraremos quienes pensamos que la formación en latín y griego, en filosofía y el conocimiento de los autores clásicos,  son requisitos previos y fundamentales para participar en cualquier ciencia u ordenamiento del mundo por modesto que sea.  Y es que toda Ciencia no es más que eso: ordenamiento del mundo,  aunque a veces aparente lo contrario, es decir desorden, como en el caso de la Biología desde Darwin.  Para quienes así pensamos y buscamos orden,  la falta de un referente como don Agustín creará un vacío que nada va a poder llenar. Me explico con un par de ejemplos y luego me despido.

Hace sólo un par de semanas en la red social Science Gate se planteaba el doctor B L Bhellum, de Jammu , al norte de la India,  si la especies en la naturaleza existen o no; Do the species really exist in nature? Era literalmente la pregunta.

Seguro que no era la primera vez que alguien se hacía pregunta semejante y que,  por docenas, habrían surgido preguntas de este estilo en las conferencias de don Agustín y en su propios testos, sirva como ejemplo el título de uno de mis (y sospecho que también sus) favoritos:  ¿Qué es lo que pasa?

Hay, entre las respuestas a la pregunta del dr Bhellum, variedad para quien quiera consultarlas, y alguna acercándose como debe ser al meollo de la cuestión, venía a concluir que lo importante es reconocer como diferente aquello que es diferente.  Gran verdad donde las haya.  Lamentablemente la misma respuesta decía antes que la categoría taxonómica no era muy importante, sin darse cuenta de que precisamente la categoría taxonómica es lo que permite reconocer como diferente lo que es diferente.

A la capacidad de discernir,  propiedad fundamental en la Ciencia,  contribuyen los clásicos y su conocimiento. A esto contribuyó don Agustín con infinidad de conferencias y gran variedad de libros editados desde su editorial, Lucina. Entre ellos, traducciones memorables de los clásicos como la versión rítmica de la Iliada y el Poema de Lucrecio; tratados de filosofía; ensayos sobre el lenguaje o su serie de ensayos contra….: Contra la Realidad, Contra el tiempo….. Entre sus testos menores aquellos publicados hace ya algunos años, una serie de artículos en forma de epístola para el diario “El Pais” titulada “Avisos para el derrumbe”. Con un estilo, más que de fantasía o ficción, profético,  nos da cuenta de lo que generaciones futuras podrán esperar encontrarse en este mundo que les vamos legando. Las epístolas empiezan con un familiar «Queridos biznietos y, entre ellas, me conmueve particularmente la cuarta de la serie. Titulada ¿Cómo empezó este desastre? dice:

Porque es que, al mismo tiempo, no podía olvidarme de ese mundo que os habrá tocado, de cómo andaréis ahora ajetreados y sudorosos, tratando de limpiar las tierras y los ríos de las mierdas gigantes con que el Capital os las dejó cagadas en sus últimos pujos de fantasiosa prepotencia y penando por desmontar lo más deprisa y con el menor daño los enormes tinglados de información y planificación con que el Estado había querido en sus últimos delirios organizar las almas y los mundos, y bregando por abrir entre los escombros caminos de sentido común por donde pudiera volver a vivir y a pensar la gente.

Y así me imaginaba yo que, cuando hicierais algún alto en esa faena que os había dejado la demencia de vuestros mayores, limpiándoos las caritas sudorosas, os quedaríais preguntándoos acaso, como yo me quedaba ahora, “Pero ¿Cómo pudieron llegar a una fe y una estupidez tan devastadora? ¿Por dónde pudo empezar una locura semejante, que llegara a imponerse al mundo entero como ley, como norma y normalidad?”. Y como pensaba yo que tendríais que seguiros preguntándoos eso al cabo de los años, viditas mías, por eso quería hoy ayudaros y ayudarme a entender este misterio tremebundo.

Os lo relataría como un cuento rápido y escueto, como si todo eso que llamamos la Historia, desde que apareció en una roca la primera muesca de escritura, quedase en cuatro zancadas resumido.

 

Recuerdo un amable  encuentro hace un par de años con don Agustín en su casa de Zamora, en el que habló bien de la obra y la figura de Linneo, por quien mostró un aprecio especial y también su expresión cuando le pregunté sobre la causa formal aristotélica. Me parecía a mí haber entendido entonces bien las tres otras (material, eficiente y final).

 Su explicación fue memorable y demoledora viniendo a decir:

–          De entender alguna, yo entiendo la causa formal. Las otras tres las entiendo menos y es que hay que tener en cuenta que Aristóteles escribía como quien prepara una clase.

Mientras la inquietud y la necesidad de conocer permanezcan,  mientras permanezca la duda, don Agustín permanece. Como vino a decir a los presentes  en una de sus últimas tertulias políticas del Ateneo de Madrid:  Seguid reuniéndoos, yo estaré ………..

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2 comentarios

  1. Elegante artículo, gracias. Sólo me gustaría aclarar la posibles confusión de que AGC haya contribuido con su pensamiento a la «capacidad de discernir», que como bien se dice es necesidad de la Ciencia, pero sólo de ella, que quiere hacer creer que se saben las cosas. Con más precisión: esa necesidad le es propia a la Realidad, pero el descubrimiento fundamental de AGC es que «la Realidad no es todo lo que hay». Puede venir al caso el trozo 50 (7 DK) de su ordenación de Heraclito, que él edita en griego como:

    «Ei Pánta tà ónta kapnòs génoito, hó ti rhínes àn diagnoíen.»

    y traduce:

    «Si todas las cosas que hay se hicieran humo, qué es lo que es cada cual narices habría que lo distinguieran.»

    Salud.

  2. Muchas gracias por el comentario, Pablo. La ciencia significa una constante crítica. Siendo así debe ser capaz de discernir entre las críticas con el objeto, entre otros, de no hacer creer que se sabe lo que no se sabe.

    Entre los descubrimientos de don Agustín en este sentido me gusta recordar el siguiente párrafo extraido del prólogo a su traducción del poema de Lucrecio:

    «Que luego la ciencia se convierta, como de hecho se ha convertido hoy día, a vueltas de la Historia, en la Religión principal y dominadora de nuestro mundo, al abrigo de cuyo templo las reliquias de las otras religiones sin vergüenza alguna se cobijan, bien, no importa: la lucha contra la Religión sigue teniendo siempre su sentido; y también contra esa otra forma de Religión que es la fe en la Ciencia de la Realidad, aunque Lucrecio no esté ya aquí para decírnoslo, siguen valiendo lo más hondo de sus razones y el embate de sus versos.»

    Salud

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