Nada sabemos del origen de las variedades domésticas en el Quincuagésimo segundo párrafo de El Origen de las Especies

 

Vuelve a aparecer aquí un fantasma semántico: el  de la selección inconsciente, un procedimiento imposible, porque si hay selección, desde luego, ésta no es inconsciente. Si como resultado del proceso de mejora (Selección, cruzamiento, reproducción) obtenemos algún tipo de ventaja no buscada, esto no es resultado de la selección, sino consecuencia del proceso de mejora.

Por eso acierta el autor al decir que apenas conocemos nada del origen o historia de ninguna de nuestras razas domésticas. Cierto y no sólo eso, tampoco conocemos casi nada del origen de las razas salvajes, ni del origen de las especies, ni  podremos conocer nada de todo ello si empleamos el lenguaje con total arbitrariedad.

 

 

These views appear to explain what has sometimes been noticed, namely, that we know hardly anything about the origin or history of any of our domestic breeds. But, in fact, a breed, like a dialect of a language, can hardly be said to have a distinct origin. A man preserves and breeds from an individual with some slight deviation of structure, or takes more care than usual in matching his best animals, and thus improves them, and the improved animals slowly spread in the immediate neighbourhood. But they will as yet hardly have a distinct name, and from being only slightly valued, their history will have been disregarded. When further improved by the same slow and gradual process, they will spread more widely, and will be recognised as something distinct and valuable, and will then probably first receive a provincial name. In semi-civilised countries, with little free communication, the spreading of a new sub-breed will be a slow process. As soon as the points of value are once acknowledged, the principle, as I have called it, of unconscious selection will always tend–perhaps more at one period than at another, as the breed rises or falls in fashion–perhaps more in one district than in another, according to the state of civilisation of the inhabitants–slowly to add to the characteristic features of the breed, whatever they may be. But the chance will be infinitely small of any record having been preserved of such slow, varying, and insensible changes.

 

 

 

Esta opinión parece explicar lo que se ha indicado varias veces, o sea que apenas conocemos nada del origen o historia de ninguna de nuestras razas domésticas. Pero, de hecho, de una casta, como de un dialecto de una lengua, difícilmente puede decirse que tenga un origen definido. Alguien conserva un individuo con alguna diferencia de conformación y obtiene cría de él, o pone mayor cuidado que de ordinario en aparear sus mejores animales y así los perfecciona, y los animales perfeccionados se extienden lentamente por los alrededores inmediatos; pero difícilmente tendrán todavía un nombre distinto y, por no ser muy estimados, su historia habrá pasado inadvertida. Cuando mediante el mismo método, lento y gradual, hayan sido más mejorados, se extenderán más lejos y serán reconocidos como una cosa distinta y estimable, y recibirán entonces por vez primera un nombre regional. En países semicivilizados, de comunicación poco libre, la difusión de una nueva sub-raza sería un proceso lentísimo. Tan pronto como los rasgos característicos son conocidos, el principio, como lo he llamado yo, de la selección inconsciente tenderá siempre -quizá más en un período que en otro, según que la raza esté más o menos de moda; quizá más en una comarca que en otra, según el estado de civilización de los habitantes- a aumentar lentamente los rasgos característicos de la raza, cualesquiera que sean éstos. Pero serán infinitamente pequeñas las probabilidades de que se haya conservado alguna historia de estos cambios lentos, variantes e insensibles.

 

 

 

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2 comentarios

  1. Emilio, según mis cuates psicologos y similares, los investigadores somos por naturaleza obsesivos compulsivos, que no es ningún delito. Querer conocer nuestro universo macro y micro enriquece nuestra existencia. Pero pretender haberlo logrado, raya en la neurosis narcicista. Mucho me temo que los gurus de las ciencias la padecen y algunos de sus ensalzadores contribuyen con fe y entusiasmo. Creo que hasta Marx expresó. «Yo soy Marx, pero no marxista». También creo que seria saludable retornar al «¿Porqué?» con que a veces nos atosigan los infantes.
    Aprovecho la ocasioón para lanzar el reto a los genetistas para que expliquen el procedimiento que los indigenas mexicanos utilizaron para lograr que del Teozintle se obtuvieran la multitud de tipos de maiz que ahora se cultivan en el mundo.

  2. Gracias, Régulo, por la pregunta que quedará ahí en el aire para qué algún genetista nos la responda si tiene a bien teniendo en cuenta los dos lados de la cuestión, es decir el que se refiere a selección, gusto o voluntad del mejorador, que en definitiva es algo más sencillo, y también el que se refiere a otra cosa bien distinta y mucho más importante, es decir, la disposición de la naturaleza. ¿Cuantas plantas se cultivaban con fines alimentarios a la vez que el Teozintle?, ¿Cuantas han cedido a los programas de mejora dando resultados espectaculares comparables al maíz? ¿Puede explicarse el proceso mediante la selección? A mi me parece que no y, desde luego, creo que hay que volver al principio y, como bien indicas, escuchar al que no sabe cuando pregunta ¿Por qué?…

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