Los ingleses y la moral
Ya hemos ido viendo acá y allá ciertas peculiaridades del temperamento inglés según las descubren algunos de sus más destacados literatos. Veíamos cómo David Herbert Lawrence, en su obra Mujeres Enamoradas, indicaba que en Inglaterra nunca se bajaba el pistón; Henry James nos hacía ver que a los ingleses no les gustan las situaciones netas, observación que resultaba de gran interés en el ámbito de la Biología Evolutiva; Orwell nos recordaba su mundialmente famosa hipocresía, su sonambulismo y su incapacidad para la filosofía.
Abundando en el tema de la idiosincrasia del carácter inglés, volvemos hoy a disfrutar con la lectura de un fragmento de Henry James, en donde de nuevo viene a dar en el clavo al mencionar un aspecto de gran importancia y que tanto tiene que ver con las versiones al uso de la Evolución. Tan importante cuestión es ni más ni menos que la moral. En la lucha por la supervivencia propuesta por el darwinismo como motor de la evolución, la moral se esfuma. Ya vimos como en el párrafo de Francis Bacon elegido para la presentación de El Origen de las Especies había ocurrido una amputación en este sentido, eliminando el contenido moral de una sentencia que originalmente era una sentencia moral. En su obra «La Copa Dorada», Henry James relaciona la moral de los ingleses con aquello que puede ser su base y sustento: las tazas de té. La relación es sencilla y directa: A más té, más moral:
On this, for a little, they sat face to face; after which, without comment, she asked him if he would have more tea. All she would give him, he promptly signified; and he developed, making her laugh, his idea that the tea of the English race was somehow their morality, «made,» with boiling water, in a little pot, so that the more of it one drank the more moral one would become.
En esto, un poco, se sentaron frente a frente, tras lo cual, sin comentarios, ella le preguntó si iba a tomar más té. Todo lo que le daría, dió a entender; y desarrolló, haciéndole reir, su idea de que el té de la raza inglesa, de alguna manera era su moral, «hecha», con agua hirviendo, en una olla pequeña, de modo que cuanto más se bebía, en más moral uno se convertiría.