A continuación,  unos párrafos del libro de Miguel Iradier titulado “El Círculo de Petersburgo. Guía de la Ciencia Heterodoxa”:

 

Y mientras tanto, los neodarwinistas, campeones del chovinismo disciplinario más desaforado, siguen entonando himnos a los triunfos de su imbatible teoría. Incluso se repite el tópico de que el concepto de selección natural de Darwin es la “idea más revolucionaria que ha tenido nunca el hombre”. Se apropian así de la idea misma de evolución, como si antes de Darwin tales nociones no hubieran existido. No contentos con adueñarse de todo el pasado del Universo- pues también la cosmología ha sufrido la pandemia de la selección natural de mundos posibles-, han intentado  también apoderarse del campo de la evolución cultural, para extender ya sin límites los dominios de su hegemonía. Surgió así el impagable concepto de “memética”, que durante muchos años pretendió ser una ciencia del futuro y tuvo sus encendidos adalides y sus revistas en busca de la respetabilidad. No sabemos si los padres del invento llegaron a sentir alguna vergüenza de su nuevo engendro, o simplemente fueron obligados a retenerse por gente incapaz de soportar más tonterías, pero afortunadamente la fiebre ya ha pasado.

 

La búsqueda de respetabilidad siempre ha sido importante para los partidarios de la selección natural. Ellos no tienen nada parecido a las, al menos superficialmente,  hermosas ecuaciones de la física- no tienen por tanto una coartada en la que pueda descansar la buena conciencia. Así, su teoría tiene que hacer los más patéticos esfuerzos por cargarse de argumentos, expandirse en todas direcciones y llenar siempre más los ya más que abigarrados museos de Historia Natural. El mismo Darwin, del que todo el mundo sabe que fue cualquier cosa menos un genio, es tildado una y otra vez de “venerable”: el venerable Darwin, padre de la teoría de la evolución. Siempre se termina por encontrar el adjetivo oportuno.

 

Hasta el romanticismo, venerable era la palabra aplicada a la naturaleza. Ahora ya sólo necesitamos venerar a Darwin, de cuya teoría toda la naturaleza sería una maravillosa ilustración. Nunca occidente realizó un tan pésimo negocio.

 

(pp 224-5)

 

Y más adelante:

En cuanto a la paternidad por Darwin y Wallace sobre la idea de la evolución, no deja de ser otra de las muchas apropiaciones desmadradas de esta portentosa maquinaria de propaganda………….

 

Pero incluso estas apelaciones a la geología están bastante fuera de lugar; el cruce y selección de razas de animales domésticos y plantas, que Darwin no deja de tener como uno de sus hilos conductores más explícitos, presupone desde hace milenios la selección de variabilidad, y el célebre naturalista termina por llevar estas nociones ya asumidas a las conclusiones más claramente erróneas y anticientíficas en torno al problema, completamente diferente, de la especiación. Es decir, no sólo no aporta conocimientos científicos a las ideas concebidas de la selección, sino que las generaliza allí donde no pueden resultar más específicamente falsas.

 

El artículo de Máximo Sandín sobre una redundancia: el darwinismo social nos parece lo  bastante claro al respecto.

 

(p 229)

 

Y más adelante:

No sólo el darwinismo no ha descubierto el concepto de evolución, sino que de hecho lo ha bloqueado expresamente. Esto debería ser contemplado con la mayor atención. Además de ignorar los mecanismos realmente viables de novedad, el cambio y la organización, el darwinismo es la forma mejor camuflada del inmovilismo: la manera más ramplona de relacionar cualquier pasado y futuro a lo que hay: el  statu quo presente. Esto lo han entendido de maravilla todos aquellos que necesitaban una justificación expresa para cualquier acto por lo demás injustificable, y se sigue haciendo a gran escala todavía hoy.

 

(p 231)

 

Miguel Iradier. El Círculo de Petersburgo. Guía de la Ciencia Heterodoxa. Hurqualya, 2007.

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