Vuelve a repetirse un viejo error del autor en el párrafo centésimo décimo sexto de El Origen de las Especies
Aquí vemos repetido exactamente el mismo error que el autor cometió en el párrafo octogésimo sexto de El Origen de las Especies. Allí decía:
Hemos visto que el hombre puede, indudablemente, producir por selección grandes resultados y puede adaptar los seres orgánicos a sus usos particulares mediante la acumulación de variaciones, ligeras pero útiles, que le son dadas por la mano de la Naturaleza; pero la selección natural, como veremos más adelante, es una fuerza siempre dispuesta a la acción y tan inconmensurablemente superior a los débiles esfuerzos del hombre como las obras de la Naturaleza lo son a las del Arte.
Aquí repite:
As man can produce, and certainly has produced, a great result by his methodical and unconscious means of selection,
Si el hombre puede producir, y seguramente ha producido, resultados grandes con sus modos metódicos o inconscientes de selección,
Pero se equivoca, tanto antes como ahora como otras tantas veces que escribe manteniendo el mismo error, porque, en primer lugar, el hombre no produce nada por selección. Por definición, selección es elegir entre lo que ya existe y por lo tanto no hay nueva producción. El producto de la selección es lo seleccionado, principio y fin de toda la tarea y ya existe antes de la misma. El hombre selecciona entre lo que la naturaleza le ofrece y la producción humana a la que el autor se refiere es el resultado, no de la selección, sino de un proceso más complejo que se denomina mejora (breeding) y del cual la selección forma parte.
En segundo lugar, no existe modo inconsciente de selección. La selección inconsciente es un fantasma semántico, contradictio in adiecto. Lo mismo que la selección natural. Ambos son juegos verbales sin correpondencia con la realidad: fantasmas semánticos, contradictio in adiecto.
La naturaleza no hace nada parecido a lo que indica el autor cuando dice:
la Naturaleza lo hace sólo para el bien del ser que tiene a su cuidado. La Naturaleza hace funcionar plenamente todo carácter seleccionado, como lo implica el hecho de su selección.
Ni la Naturaleza se ocupa de lo que sea el bien de cada ser, ni tampoco de la lucha entre seres, ni selecciona ni funciona o hace funcionar nada y mucho menos sigue dictados según conviene a teorías sociales y económicas. Afortunadamente.
116.
As man can produce, and certainly has produced, a great result by his methodical and unconscious means of selection, what may not natural selection effect? Man can act only on external and visible characters: Nature, if I may be allowed to personify the natural preservation or survival of the fittest, cares nothing for appearances, except in so far as they are useful to any being. She can act on every internal organ, on every shade of constitutional difference, on the whole machinery of life. Man selects only for his own good; Nature only for that of the being which she tends. Every selected character is fully exercised by her, as is implied by the fact of their selection. Man keeps the natives of many climates in the same country. He seldom exercises each selected character in some peculiar and fitting manner; he feeds a long and a short-beaked pigeon on the same food; he does not exercise a long-backed or long-legged quadruped in any peculiar manner; he exposes sheep with long and short wool to the same climate; does not allow the most vigorous males to struggle for the females; he does not rigidly destroy all inferior animals, but protects during each varying season, as far as lies in his power, all his productions. He often begins his selection by some half-monstrous form, or at least by some modification prominent enough to catch the eye or to be plainly useful to him. Under nature, the slightest differences of structure or constitution may well turn the nicely-balanced scale in the struggle for life, and so be preserved. How fleeting are the wishes and efforts of man! How short his time, and consequently how poor will be his results, compared with those accumulated by Nature during whole geological periods! Can we wonder, then, that Nature’s productions should be far «truer» in character than man’s productions; that they should be infinitely better adapted to the most complex conditions of life, and should plainly bear the stamp of far higher workmanship?
Si el hombre puede producir, y seguramente ha producido, resultados grandes con sus modos metódicos o inconscientes de selección, ¿qué no podrá efectuar la selección natural? El hombre puede obrar sólo sobre caracteres externos y visibles. La Naturaleza -si se me permite personificar la conservación o supervivencia natural de los más adecuados- no atiende a nada por las apariencias, excepto en la medida que son útiles a los seres. Puede obrar sobre todos los órganos internos, sobre todos los matices de diferencia de constitución, sobre el mecanismo entero de la vida. El hombre selecciona solamente para su propio bien; la Naturaleza lo hace sólo para el bien del ser que tiene a su cuidado. La Naturaleza hace funcionar plenamente todo carácter seleccionado, como lo implica el hecho de su selección. El hombre retiene en un mismo país los seres naturales de varios climas; raras veces ejercita de modo peculiar y adecuado cada carácter elegido; alimenta con la misma comida una paloma de pico largo y una de pico corto; no ejercita de algún modo especial un cuadrúpedo de lomo alargado o uno de patas largas; somete al mismo clima ovejas de lana corta y de lana larga; no permite a los machos más vigorosos luchar por las hembras; no destruye con rigidez todos los individuos inferiores, sino que, en la medida en que puede, protege todos sus productos en cada cambio de estación; empieza con frecuencia su selección por alguna forma semimonstruosa o, por lo menos, por alguna modificación lo bastante saliente para que atraiga la vista o para que le sea francamente útil. En la Naturaleza, las más ligeras diferencias de estructura o constitución pueden muy bien inclinar la balanza, tan delicadamente equilibrada, en la lucha por la existencia y ser así conservadas. ¡Qué fugaces son los deseos y esfuerzos del hombre! ¡Qué breve su tiempo!, y, por consiguiente, ¡qué pobres serán sus resultados, en comparación con los acumulados en la Naturaleza durante períodos geológicos enteros! ¿Podemos, pues, maravillarnos de que las producciones de la Naturaleza hayan de ser de condición mucho más real que las producciones del hombre; de que hayan de estar infinitamente mejor adaptadas a las más complejas condiciones de vida y de que hayan de llevar claramente el sello de una fabricación superior?