La frase latina Nullius in verba, lema de la Royal Society, procede las Epístolas de Horacio, quien en ellas se compara con un gladiador libre de la servidumbre  a dueño alguno:

Nullius addictus iurare in verba magistri,  quo me cumque rapit tempestas, deferor hospes.

(«no me veo obligado a jurar por las palabras de maestro alguno,  me dejo llevar como huésped de paso a donde me arrebata la tempestad.)

 

 

 

 

 

 

 

La Royal Society pretende, mediante esta frase, mostrarse como asociación de personas libres de la obediencia a dogmas  imperantes o a autoridad alguna:

«[…] it is an established rule of the Society, to which they will always adhere, never to give their opinion, as a Body, upon any subject, either of Nature or Art, that comes before them

(«… es una regla establecida de la Sociedad, a la que siempre se adherirá, nunca dar su opinión, como Cuerpo, sobre ningún tema, ni de Naturaleza ni de Arte, que llegue ante ella.»)

Difícil tarea la de mantener con firmeza este lema de gladiadores viejos ante la cual tenemos que preguntar:

¿Cumplen los miembros de la Royal  Society la obediencia debida a  su lema o por el contrario en contra del mismo deben tener una opinión unánime sobre algún tema?

Y la respuesta es No. En lo que respecta a mantener encumbrada la figura de Darwin la Royal Society no sigue su propio Slogan.

En su libro precisamente titulado Nullius in verba el Dr. Mike Sutton, basándose en una serie exhaustiva de búsquedas bibliográficas, presenta pruebas de que Darwin copió de Patrick Matthew su idea de la selección natural.

Según Sutton, representantes darwinistas en posiciones clave de la British Association for Advancement of Science y la Royal Society of London mantienen privilegios especiales para Darwin y Wallace y perjuicios especiales para Matthew.

Con el fin de aclarar este punto tan importante y polémico el Dr Sutton envió la siguiente carta a la Royal Society con fecha 20 de enero de 2015. Al no haber recibido respuesta en algo más de dos años, atribuimos el silencio de la Royal Society a la solidez de las tesis del Dr Sutton.

 

 

Ofrecemos la traducción de la carta al español con intención de darle difusión y facilitar su apoyo:

 

Estimada Royal Society

Charles Darwin (FRS), Alfred Russel Wallace y Richard Dawkins (FRS) y otros, entre los que me incluyo, reconocemos que Patrick Matthew (1831) – en su libro On Naval Timber and Arboriculture – publicó la teoría completa de la selección natural muchos años antes de que Darwin y Wallace pusieran la pluma en papel sobre el tema y 28 años antes de que Darwin y Wallace (1858) leyesen sus documentos ante la Linnean Society.

Matthew singularmente acuñó su descubrimiento como el «proceso natural de selección» y 29 años más tarde Darwin barajó únicamente los términos de Matthew en su propia re-acuñación única como el «proceso de selección natural». Darwin y Wallace afirmaban haber llegado a la misma teoría, usar la misma terminología y los mismos ejemplos explicativos únicos, independientemente de Matthew e independientemente uno del otro.

El propósito de mi carta abierta, por lo tanto, es solicitar a la Royal Society una declaración oficial para explicar si acaso la Royal Society tendrá a bien afirmar si se debería conceder a Patrick Matthew, por su logro en publicar primero uno de los mayores descubrimientos de la ciencia, la máxima prioridad sobre ambos, Darwin y Wallace, por su gran avance único.

Supongo que la Royal Society no habrá cambiado extraoficialmente sus opiniones sobre las reglas de prioridad. En este sentido deseo recordar a la Royal Society el Efecto Arago al que se ha adherido en todas las demás disputas sobre la prioridad del descubrimiento en la ciencia -que es que ser el primero es todo.

Haciendo caso omiso de la convención de prioridad – específicamente ignorando el efecto Arago – Richard Dawkins y otros han creado un precedente único en la historia del descubrimiento científico – la » Dawkins’ Demand » que dice que Matthew no debería tener prioridad sobre Darwin y Wallace, por su previa creencia del conocimiento “que los puntos de vista de Matthew pasaron desapercibidos”. Sin embargo, las nuevas técnicas de investigación de Big Data revelan que el libro de Matthew (1831) fue de hecho (antes de 1858) citado por otros naturalistas conocidos por Darwin / Wallace – incluyendo a Loudon (que editó y publicó dos de los influyentes papeles de Blyth), Robert Chambers, quien escribió el muy influyente libro sobre la evolución – Los vestigios de la creación) y Prideaux John Selby (quien editó y publicó el artículo de Wallace Sarawak). (Ver: mi documento revisado por colegas para esta nueva evidencia http://britsoccrim.org/new/volume14/pbcc_2014_sutton.pdf).

En resumen, ¿podría la Royal Society  hacer una declaración oficial sobre si ha abandonado o no su aceptación anterior del Efecto Arago? (Véanse las referencias a los documentos sobre el mismo:

http://www.bestthinking.com/thinkers/science/social_sciences/sociology/m…

Si la Royal Society está haciendo una excepción a la regla de prioridad en el caso de Patrick Matthew tendría por favor la bondad de explicar por qué y hacer una declaración oficial en el sentido de que esto no es simplemente una regla sesgada darwinista «hecha especialmente para Matthew»?

 

Sinceramente suyo

 

Dr Mike Sutton (Reader in Criminology and Sociology)

School of Social Sciences

Nottingham Trent University

 

 

 

 

Siendo así probado que Darwin copió de Matthew parece inadecuado que la Royal Society mantenga el premio Darwin, pero ocurre que este caso de preferencia indebida que ha denunciado Sutton no es el único caso de fraude, trampa o error que concierne a Darwin.

Pronto veremos alguno más…

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8 comentarios

  1. Muy interesado en su Blog. Me permito ofrecerle otro nombre ilustre para su nómina de antidarwinistas: el «macrohistoriador» Oswald Spengler. Afirmaba éste hace ya cien años , entre otras cosas, que la imagen de la historia de los seres vivos transmitida por Darwin está extraída «de las costumbres de la vida inglesa». «no hay refutación más concluyente de Darwin que la paleontología… cada ejemplar fosilizado debería respresntar siempre un tránsito, pero en su lugar encontramos formas perfectamente fijas que surgen de golpe en su figura definitiva».
    En otro pasaje de La decadencia de occidente, Spengler va más allá de la Inglaterra mecanicista y malthusiana y explica el darwinismo como la trasposición a la biología del principio dinástico que informa la política clásica europea: los reyes actuales como resultado de unas genealogías exhaustivas que se remontan al alba de los tiempos (en este caso la época de las invasiones)

  2. Estimado Juan,

    Agradezco mucho su comentario que encuentro muy acertado. Lo mismo que Spengler venía a decir Marx en una carta a Engels. Lo que Darwin escribió en el Origen de las Especies es puramente «social», anecdótico. Nada más lejano a una explicación científica de el origen de las especies.

    En nuestro libro titulado «¿Está usted de broma Mr Darwin? La retórica en el Corazón del Darwinismo» la aplicación de un metódico análisis retórico permitió descubrir que el Origen de las Especies no es una obra científica ni didáctica sino que presenta una serie de características que permiten adscribirla sin ambages a la literatura épica, un aspecto que luego se ha desarrollado en este blog. Entre los recursos propios de la épica encontrados en El Origen tenemos:

    1. Metonimia, pleonasmo, personificación, detallamientos y otras figuras retóricas.

    2. Abundancia de epítetos.

    3. La figura del superviviente único, personaje central de la épica y precursor de cada una de las especies en El Origen. Individuo de ficción que está en el árbol genealógico de toda una generación y en cuyo origen se mezcla lo divino y lo humano. Es en Darwin el más apto, el que sobrevive y en el postdarwinismo, el más eficaz o el mejor adaptado.

    4. El árbol filogenético que incluye, desde el antepasado común todos los precursores de la epopeya.

    5. El caballo, animal épico por antonomasia, cuyo origen se discute en la obra de Darwin, en la que aparece este animal unas cuantas veces.

  3. Gracias por sus comentarios.

    La verdad es que he escudriñado bastante los recovecos de este blog. si no le importa, pego aquí un par de páginas de Spengler en las que muestra su antidarwinismo:

    “La imagen que tenemos de la historia de la Tierra y de los seres vivos hállase todavía dominada por nociones que el pensamiento inglés civilizado ha desenvuelto, desde la época de las luces (siglo XVIII), extrayéndolas de las costumbres de la vida inglesa. La teoría geológica de Lyell sobre la formación de las capas geológicas—teoría «flegmática»—, la teoría biológica de Darwin sobre el origen de las especies no son sino reproducciones de la evolución inglesa. En vez de catástrofes y metamorfosis incalculables, como las que admitían el gran Leopoldo von Buch y Cuvier, establecen una evolución metódica con larguísimos espacios de tiempo y no reconocen como causas nada mas que las causas finales científicamente accesibles y de tipo mecanicista.

    Esta índole «inglesa» de las causas no es solamente mezquina, sino también harto estrecha. En primer término, limita las conexiones posibles a procesos que se verifican íntegramente en la superficie de la Tierra; con lo cual quedan excluidas todas las grandes relaciones
    cósmicas entre los fenómenos vitales de la Tierra y los sucesos del sistema solar o del mundo estelar y asentada la imposible afirmación de que la superficie externa de la Tierra es un territorio donde los sucesos naturales transcurren en completo aislamiento.
    En segundo término se supone que no existen otras conexiones que las accesibles a los medios de la actual vigilia humana—la percepción y el pensamiento— con los refinamientos
    conseguidos en ella por los aparatos y las teorías.

    El pensamiento del siglo XX en la historia natural se distinguirá del del siglo XIX por su
    aversión a ese sistema de causas superficiales, que tiene sus raíces en el racionalismo de la
    época barroquista. En su lugar pondrá un sentido puramente fisiognómico. Somos escépticos ante todos los modos del pensamiento que pretenden suministrar explicaciones
    causales. Dejamos que las cosas hablen y nos contentamos con sentir su sino y escrutar sus formas; la inteligencia humana no alcanza a más.

    El máximo resultado a que podemos llegar es el descubrimiento de las formas sin causa, sin
    fin, puramente existentes, que constituyen la base del cuadro cambiante de la naturaleza.

    El siglo XIX ha entendido por «evolución» un progreso en el sentido de un creciente finalismo de la vida. Leibnitz, en su muy significativo trabajo sobre la Tierra primitiva (1691)—que, basado en estudios sobre las minas de plata del Harz, bosqueja una prehistoria de la Tierra
    en el sentido de Goethe—y Goethe mismo entendían por evolución la perfección, en el sentido de un creciente acopio de formas. El concepto goethiano de la perfección formal y el concepto darwiniano de la evolución son tan opuestos como los de sino y causalidad; y
    también como los del pensamiento alemán y el pensamiento inglés y, en último término,
    como los de la historia inglesa y la historia alemana.
    No hay refutación más concluyente de Darwin que los resultados de la paleontología. Los hallazgos fosilizados no son, según la más sencilla probabilidad, sino ejemplos típicos.
    Cada ejemplar debería, pues, representar distinta fase de la evolución. No debería haber
    mas que «tránsitos»; la ausencia de límites significa ausencia de especies. Pero en vez de
    eso, lo que encontramos son formas perfectamente fijas que permanecen inmutables
    durante largos períodos, formas que no se han ido haciendo, en el sentido finalista, sino que
    de pronto aparecen y al -punto tienen ya su figura definitiva, formas que no van
    convirtiéndose en otras mejor acomodadas a ciertos fines, sino que empiezan a escasear y
    acaban por desaparecer, mientras surgen otras inéditas. Las que se desenvuelven con
    creciente riqueza de formas, son las grandes clases y géneros de los seres vivos, que existen
    desde un principio y sin transiciones en la misma agrupación actual. Vemos entre los peces
    a los selacios con sus sencillas formas aparecer en numerosos géneros en el primer periodo
    de la historia, para ir luego lentamente retrocediendo, mientras que los teleosteos imponen
    poco a poco una forma más perfecta del tipo pez. Otro tanto sucede, entre las formas
    vegetales, a los helechos y asperillas, que hoy casi desaparecen con sus últimas especies en
    el reino plenamente desenvuelto de las plantas. Pero no hay motivo ni ocasión ninguna real
    para admitir causas finales y en general causas visibles de ello [6]. Es un sino el que trae al
    mundo la vida la creciente oposición entre la planta y el animal, cada tipo particular, cada
    género y cada especie. Y con la existencia de estas formas se da al mismo tiempo
    determinada energía, que las mantiene en el curso de su perfeccionamiento o que,
    tornándose turbia y obscura, las diluye y extingue en mil variedades. Y con dicha energía se
    da, por último, también cierta duración vital que, salvo algún accidente que pueda
    abreviarla, determina el tiempo de vida y la muerte natural de cada forma.
    Por lo que al hombre se refiere, los hallazgos diluviales demuestran con claridad creciente
    que todas las formas entonces existentes corresponden a las de hoy. No se advierte el más
    mínimo rastro de evolución hacia razas construidas en sentido más finalista. La falta de
    descubrimientos de la época terciaria indica también que la forma vital del hombre es
    debida, como todas las demás formas, a una conversión subitánea. ¿De dónde? ¿Cómo?
    ¿Por qué? Este es y seguirá siendo un impenetrable arcano. En realidad, si hubiese una
    evolución en el sentido inglés no podrían existir ni capas geológicas distintas, ni clases
    anímales, sino una sola masa geológica y un caos de formas vivientes individuales,
    resultado de la lucha por la vida. Pero todo cuanto vemos nos fuerza a creer que en la
    esencia de la planta y del animal se verifican una y otra vez profundas y subitáneas
    mutaciones de índole cósmica, que no se limitan nunca a la superficie de la tierra y que se
    sustraen, en sus causas o en su totalidad, a la percepción e intelección del hombre [7].
    Igualmente vemos en la historia de las grandes culturas producirse esas rápidas y profundas
    transformaciones, sin que podamos en manera alguna hablar de causas, influencias y fines
    visibles. El estilo gótico y el estilo de las pirámides se produjeron con la misma
    subitaneidad que el del imperialismo chino bajo Chi-vang-ti o el del romano bajo Augusto
    y que el helenismo, el budismo, el islamismo. Y otro tanto sucede con los acontecimientos
    de las vidas individuales significativas. El que ignora estos cambios bruscos no sabe lo que
    son hombres y sobre todo no sabe lo que son niños. Toda existencia, ya sea activa, ya sea
    contemplativa, camina por épocas hacia su perfeccionamiento. En la historia del sistema
    solar y del mundo estelar debemos admitir la existencia de épocas semejantes. El origen de
    la Tierra, el origen de la vida. el origen de la libre movilidad animal son épocas de esas y,
    por tanto, misterios que debemos aceptar como tales misterios.

  4. Estimado Juan,

    Muchas gracias por su comentario tan interesante.

    Siento mucho que ha quedado desconfigurado. La cuestión es que el comentario se encontraba en el Spam y yo no recibí ninguna notificación del sistema, que normalmente me indica cuándo hay un comentario pendiente de moderación. Así al revisar el Spam lo borré sin darme cuenta y luego tuve que dar marcha atrás, copiarlo de nuevo y pegarlo dando su nombre y dirección de e-mail. Arreglado todo ello me parece, como le digo, muy interesante aunque hay puntos que no comparto. Por ejemplo donde dice:

    «El pensamiento del siglo XX en la historia natural se distinguirá del del siglo XIX por su
    aversión a ese sistema de causas superficiales, que tiene sus raíces en el racionalismo de la
    época barroquista.»

    No puedo estar de acuerdo con esto porque en el siglo XX no existe otra historia natural que la Biología y la Biología, en las voces de sus principales representantes es, lamentablemente, darwinista, lo cual no es pensamiento del siglo XIX como dice Spengler sino del XVIII como afirmaba Pierre Flourens. El pensamiento del XIX es más maduro y su continuidad fué truncada por el darwinismo. Por decirlo de otro modo, se prohibió el pensamiento.

    Tampoco entiendo muy bien estas afirmaciones:

    «Es un sino el que trae al mundo la vida la creciente oposición entre la planta y el animal, cada tipo particular, cada género y cada especie. Y con la existencia de estas formas se da al mismo tiempo determinada energía, que las mantiene en el curso de su perfeccionamiento o que,
    tornándose turbia y obscura, las diluye y extingue en mil variedades»

    Ni hay oposición ninguna entre planta y animal ni tampoco hay curso alguno de perfeccionamiento demostrado por ningún lado. Los conceptos de la evolución son dogmas propios de una doctrina y como le digo el hilo histórico ha quedado interrumpido y el pensamiento prohibido. Me hace mucha gracia cuando algunos darwinistas sueltan su segundo resorte que es decir: Si usted no cree en el darwinismo deberá presentar una teoría alternativa. Es como si vas a limpiar la casa de alguien que tiene síndrome de Diógenes y te dice: Cuando saques la basura tendrás que poner algo en su lugar…

    Enfín, gracias por su interés y participación. Ya me dirá la referencia completa de Spengler.
    Hasta pronto,

    Emilio Cervantes

  5. Gracias de nuevo por la respuesta.
    En cuanto al primer desacuerdo que señala, parece que se trata de una de las predicciones fallidas de Spengler, que escribió en las dos primeras décadas del siglo XX pensando en lo que quedaba de siglo y el siguiente. Predecía también que la escritura normal sería sustituida por la taquigrafía,que para él acabaría siendo mucho más que una simple abreviatura de letras.
    Es difícil entender muchas veces a Spengler, y un lector tan escrupuloso como usted encontrará facilmente fantasmas verbales y otros abusos retóricos.
    Me pregunto si para un biólogo(yo soy profesor de Historia) resultarán útiles sus analogías con la historia del arte o de la política.
    Las alusiones a Darwin en «La decadencia de occidente» se centran en el capítulo 5 la primera parte, donde afirma que el darwinismo «quizás sin darse cuenta, ha dado una eficacia política a la biología», de ahí su éxito y «la lucha de los gusanos por la existencia constituye una enseñanza ejemplar para los bípedos». Las páginas que he pegado pertenecen al capítulo 2 de la segunda parte. Más adelante añade «el darwinismo, con sus teorías de la herencia y la ascendencia, es casi una caricatura de la heráldica gótica», los árboles genealógicos de los linajes nobiliarios de Europa.
    Atentamente

  6. Efectivamente, como le indicaba arriba el Origen de las Especies es una obra que pertenece a la literatura épica y por eso no me sorprende nada que Spengler encuentre esta semejanza del darwinismo, con sus teorías de la herencia y la ascendencia, con la heráldica gótica. Épica.

    Lo de que el darwinismo ha dado una eficacia política a la biología es muy gracioso. En estos tiempos queda cada vez más claro que eficacia política es oxímoron. Si algo es eficaz es porque en su ejecución no interviene la política.

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