En torno a Schopenhauer y la voluntad de la naturaleza II: A vueltas con la jirafa
Una parte importante de la grandeza en los textos de Schopenhauer es debida a que en ellos tiene lugar el acercamiento entre el estudio de la Naturaleza y la Filosofía. En su obra principal “El mundo como voluntad y como representación” expone de manera amena su pensamiento, pero es en su obra “Sobre la voluntad en la naturaleza” en donde el autor se expresa más como naturalista. Entonces se presenta como un riguroso crítico de Lamarck, pero en un sentido que es bien diferente a las críticas actuales. Hablando, como no, del manido ejemplo de la jirafa, dice:
Lo que hay de verdadero en tal hipótesis es lo que, como naturalista, vio su autor, puesto que comprendió bien que es la voluntad del animal lo originario y lo que ha determinado su organización. Lo falso, por el contrario, hay que cargarlo como culpa a la cuenta de la atrasada condición de la Metafísica en Francia, donde todavía dominan Locke y su sucesor Condillac, más endeble que él y donde, por lo tanto, sigue tomándose al cuerpo como a cosa en sí, al tiempo y el espacio como cualidades de la cosa en sí, sin que allí haya penetrado aún la grande y fecunda doctrina de la idealidad del tiempo y del espacio, ni nada de lo que en ella va implícito. Y de aquí que no pudiera concebir Lamarck la constitución de los seres de otro modo que en el tiempo por sucesión. La profunda influencia de Kant ha desterrado de Alemania errores de esa clase, así como la crasa y absurda atomística de los franceses y las edificantes consideraciones físico-teológicas de los ingleses. ¡Tan beneficiosa y perseverante es la influencia de un gran espíritu aún sobre una nación que pudo abandonarle para seguir a fanfarrones y charlatanes!. Mas nunca pudo ocurrírsele a Lamarck la idea de que la voluntad del animal, como cosa en sí, está fuera del tiempo, pudiendo ser, en tal sentido, más originaria que el animal mismo…..
Hagamos aquí una breve pausa para asimilar lo leído y sin otro comentario, de momento, respiremos una bocanada de aire y sigamos leyendo:
Mas la verdad es que tal animal primitivo es la voluntad de vivir, siendo como tal algo metafísico y no físico. Cada especie ha determinado su forma y su organización por su voluntad propia y a la medida de las circunstancias en que quería vivir, más no cual algo físico en el tiempo, sino como algo metafísico fuera del tiempo. La voluntad no ha brotado de la inteligencia existiendo esta, con el animal todo, antes que se hallara la voluntad, como mero accidente, como algo secundario y aun terciario, sino que es la voluntad lo primario, la esencia en sí y el animal su manifestación (mera representación en el intelecto consciente y en sus formas el tiempo y el espacio); animal provisto de todos los órganos que pide la voluntad para vivir en esas circunstancias especiales. A éstos órganos pertenece también el intelecto, la inteligencia misma, estando acomodado como los demás al género de vida de cada animal; mientras que Lamarck hace nacer de el, la voluntad.
Se puede discutir acerca de su interés o no; pero desde luego, es indiscutible que estos puntos de vista de Schopenhauer no son hoy los habituales. Puede que sean ciertamente anticuados, pero cabe también la posibilidad, de que el filósofo tenga razón, y que los modales imperantes hoy sean aquellos que, en su día, fueron impuestos por franceses e ingleses, poco profundos y dispuestos a seguir obedientemente a fanfarrones y charlatanes.
La disyuntiva no es fácil ni tampoco se puede resolver de un plumazo. Lo que es seguro es que la atomística se ha revelado hoy incapaz, y también que muchas consideraciones físico-teológicas de los ingleses que se han impuesto por décadas son hoy insostenibles vaya, para entendernos, como ejemplo el del propio darwinismo. Cuando tendencias atomistas o físico-teológicas llevan camino de demostrar su incapacidad, quizás sea la hora de volver la mirada hacia Schopenhauer y a sus opiniones basadas en la filosofía de Kant y en la relatividad del espacio y el tiempo, temas quizás algo ásperos para los biólogos acostumbrados hoy a vivir en la superficie de una realidad remota y desconocida, siempre mucho más enigmática que la vislumbrada por nuestra torpe visión. Puede que sí o puede que no, pero entretanto, para resolver nuestra duda, no nos quedará más remedio que seguir leyendo un poco a Schopenhauer:
Tanto la acomodación de la estructura a los fines y externas relaciones de la vida del animal, tal cual aquí se ha mostrado el esqueleto, cuanto la tan admirable adaptación y armonía en el instinto de su interioridad no se conciben, ni aún remotamente, por otra explicación o suposición que no sea la ya varias veces asentada verdad de que el cuerpo del animal no es más que su voluntad misma, considerada como representación, y, por ello, mostrada en el cerebro bajo las formas del espacio, del tiempo y la causalidad; es decir, la mera sensibilización, la objetivación de la voluntad. Bajo esta suposición tiene que conspirar todo en ella al último fin, la vida del animal.