Más atributos falsos o como la selección natural pinta a las perdices en el párrafo centésimo décimo noveno de El Origen de las Especies

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La selección es acción y por lo tanto no actúa. Lo mismo ocurre con la navegación: la navegación no navega, navegan los barcos; con el juego, el juego no juega, sino que quienes juegan son los jugadores. El aterrizaje no aterriza, el avión es el que aterriza. La acción no actúa, actúan los sujetos.

 

Si no actúa, mucho menos lo hará para el bien común. Es difícil con eso y con todo, pensar que el autor hablaba en serio al escribir esta frase:

 

Aun cuando la selección natural puede obrar solamente por el bien y para el bien de cada ser

Although natural selection can act only through and for the good of each being

La selección no obra, obra el seleccionador. Tampoco árbol alguno lucha con otro árbol (in a state of nature, where the trees would have to struggle with other trees and with)

119.

Although natural selection can act only through and for the good of each being, yet characters and structures, which we are apt to consider as of very trifling importance, may thus be acted on. When we see leaf-eating insects green, and bark-feeders mottled-grey; the alpine ptarmigan white in winter, the red-grouse the colour of heather, we must believe that these tints are of service to these birds and insects in preserving them from danger. Grouse, if not destroyed at some period of their lives, would increase in countless numbers; they are known to suffer largely from birds of prey; and hawks are guided by eyesight to their prey,—so much so that on parts of the continent persons are warned not to keep white pigeons, as being the most liable to destruction. Hence natural selection might be effective in giving the proper colour to each kind of grouse, and in keeping that colour, when once acquired, true and constant. Nor ought we to think that the occasional destruction of an animal of any particular colour would produce little effect; we should remember how essential it is in a flock of white sheep to destroy a lamb with the faintest trace of black. We have seen how the colour of hogs, which feed on the «paint-root» in Virginia, determines whether they shall live or die. In plants, the down on the fruit and the colour of the flesh are considered by botanists as characters of the most trifling importance; yet we hear from an excellent horticulturist, Downing, that in the United States smooth-skinned fruits suffer far more from a beetle, a Curculio, than those with down; that purple plums suffer far more from a certain disease than yellow plums; whereas another disease attacks yellow-fleshed peaches far more than those with other coloured flesh. If, with all the aids of art, these slight differences make a great difference in cultivating the several varieties, assuredly, in a state of nature, where the trees would have to struggle with other trees and with a host of enemies, such differences would effectually settle which variety, whether a smooth or downy, a yellow or a purple-fleshed fruit, should succeed.

 

 

Aun cuando la selección natural puede obrar solamente por el bien y para el bien de cada ser, sin embargo, caracteres y estructuras que estamos inclinados a considerar como de importancia insignificante pueden ser influidos por ella. Cuando vemos verdes los insectos que comen hojas, y moteados de gris los que se alimentan de cortezas, blanco en invierno el Lagopus mutus o perdiz alpina, y del color de los brezos el Lagopus scoticus o perdiz de Escocia, hemos de creer que estos colores son de utilidad a estos insectos y aves para librarse de peligros. Los Lagopus, si no fuesen destruidos en algún período de su vida, aumentarían hasta ser innumerables; pero se sabe que sufren mucho por las aves de rapiña, y los halcones se dirigen a sus presas por el sentido de la vista, tanto, que en algunos sitios del continente se aconseja no conservar palomas blancas, por ser las más expuestas a destrucción. Por consiguiente, la selección natural pudo ser eficaz para dar el color conveniente a cada especie de Lagopus y en conservar este color justo y constante una vez adquirido. No debemos creer que la destrucción accidental de un animal de un color particular haya de producir pequeño efecto; hemos de recordar lo importante que es en un rebaño de ovejas blancas destruir todo cordero con la menor señal de negro. Hemos visto cómo el color de los cerdos que se alimentan de paint-root (Lachnanthes tinctoria) en Virginia determina el que hayan de morir o vivir. En las plantas, la vellosidad del fruto y el color de la carne son considerados por los botánicos como caracteres de importancia la más insignificante; sin embargo, sabemos por un excelente horticultor, Downing, que en los Estados Unidos las frutas de piel lisa son mucho más atacadas por un coleóptero, un Curculio, que las que tienen vello, y que las ciruelas moradas padecen mucho más cierta enfermedad que las ciruelas amarillas, mientras que otra enfermedad ataca a los melocotones de carne amarilla mucho más que a los que tienen la carne de otro color. Si con todos los auxilios del arte estas ligeras diferencias producen una gran diferencia al cultivar las distintas variedades, seguramente que, en estado natural, en el que los árboles tendrían que luchar con otros árboles y con una legión de enemigos, estas diferencias decidirían realmente el que hubiese de triunfar un fruto liso o pubescente, un fruto de carne amarilla o de carne morada.

 

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