Charles Darwin en El Club de los Suicidas, de Stevenson
Nos encontramos inmersos en el primer capítulo. El príncipe Florizel de Bohemia y el coronel Geraldine se encuentran en el Club de los suicidas. Cada uno de los personajes explica sus motivaciones para encontrarse en el mismo:
¡A la eterna memoria del baron Trenck, ejemplo de suicidas! -gritó uno-. Pasó de una celda pequeña a otra más pequeña, para poder alcanzar al fin la libertad.
-Por mi parte -dijo un segundo-, sólo deseo una venda para los ojos y algodón para los oídos. Sólo que no hay algodón lo bastante grueso en este mundo.
Un tercero quería averiguar los misterios de la vida futura y un cuarto aseguraba que nunca se hubiera unido al club si no le hubieran inducido a creer en Darwin.
No puedo tolerar la idea de descender de un mono -afirmaba aquel curioso suicida.
Sí. Hemos leído bien. A un miembro del club le habían inducido a creer en Darwin. No es que él se hubiese convencido naturalmente o como fruto de sus propias lecturas independientes. Al parecer había sido el resultado de un lavado de cerebro: Lo indujeron. Seguro que no fue el único. Algo habría oído Stevenson para ponerlo tan claro…………
Lectura aconsejada:
- Manual para detectar la impostura científica: Examen del libro de Darwin por Flourens. Digital CSIC, 2013. 225 páginas.