Hace unos días dejé prestado el libro titulado “Sobre el poder” de Bertrand Rusell a un amigo que es traductor profesional. Como a lo largo del  libro tenía yo marcados varios párrafos por lo mal escritos que estaban y las barbaridades que ahí se decían, mi amigo me dijo que eso podría ser debido a la traducción. Mucho me extrañó ese comentario viniendo de un traductor profesional,  pues es bien conocido que la mayoría de las traducciones lo que hacen es arreglar en lugar de descomponer. Cuidan tanto el contenido de sus textos originales que, en la mayoría de los casos,  más que estropearlo,  lo mejoran. Claro está que depende del traductor, pero tratándose de Russell no iban a dejar sus textos en manos de cualquiera. Estoy seguro de que los muchos defectos en dicho libro proceden del autor.  Seguro.

La reciente lectura de otro libro del mismo prolífico autor,  titulado este “La perspectiva científica” viene a confirmar mis sospechas. Bertrand Rusell escribía con soltura; a menudo  sin pensar lo mínimo requerido. Me refiero ahora al Capítulo primero del mencionado libro, este de la perspectiva científica,  en el que como ejemplos del Método Científico se nos ofrecen cuatro. Ya pueden adivinar alguno: A ver piensen.

Galileo, Newton, Darwin y Pavlov. No podía ser de otro modo.  Viniendo de Inglaterra ya se sabe. Pero ni el mismísimo Rusell escribiendo a toda velocidad y sin apenas control puede llegar a creerse que Darwin sea ejemplo del Método Científico.  Ni por lo más remoto.  Vean si no lo que dice. Lean con atención:

Fue Darwin un hombre que viajó mucho, observó con inteligencia  y reflexionó con paciencia. Pocos hombres de su eminente valía han tenido menos que él la cualidad llamada brillo. Nadie se ocupó mucho de él en su juventud. En Cambridge se contentó con no trabajar y se graduó. No siendo posible, en aquel entonces, estudiar Biología en la Universidad, prefirió pasar el tiempo paseando por la comarca, coleccionando escarbajos, lo cual era oficialmente una forma de vagancia. Su verdadera educación la debió al crucero del Beagle……..

Y esto no es defecto del traductor, sino claridad meridiana del autor:

Pocos hombres de su eminente valía han tenido menos que él la cualidad llamada brillo.

Lo que sigue son un conjunto de falacias entre las que destacamos:

Aparte de los detalles científicos, la importancia de Darwin radica en el hecho de que obligó a los biólogos, y con ellos al público en general, a abandonar la antigua creencia en la inmutabilidad de las especies y a aceptar el punto de vista de que los diversos géneros de animales se han desarrollado por variación a partir de antepasados comunes. Como todos los innovadores de los tiempos modernos tuvo que luchar con la autoridad de Aristóteles. De Aristóteles puede decirse que ha sido uno de los infortunios de la raza humana. Aun en este momento la enseñanza de la lógica, en la mayoría de las Universidades está llena de tonterías de las que Aristóteles es responsable.

Y han leído ustedes bien, dice Obligó:

obligó a los biólogos, y con ellos al público en general, a abandonar la antigua creencia en la inmutabilidad de las especies….

De esa obligación hay muchos ejemplos y muy malas consecuencias. Uno de los ejemplos nos lo proporcionaba Robert Louis Stevenson en su Novela El Club de los Suicidas. ¿Se acuerdan? Sí, hombre, aquel que se quería suicidar después de reconocer que le habían obligado a creer en las tesis de Darwin.  Y a pesar de que este ejemplo procede de una novela,… ¡cuánto de cierto hay en todo esto! Tan sólo queda ampliarlo. ¿A qué más nos obligó Darwin, o si lo prefieren, a qué nos obliga el darwinismo?

 

 

 

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Un comentario

  1. […] Demasiado énfasis para mi gusto. En esto de domeñar, en aquello de la raza y en esa frase final que no hay quien entienda. ¿Acaso ha hecho la ciencia inevitable que todos vivan o mueran? ¿Se tratará de un error de traducción?…..Pronto veremos que no, de ninguna manera. Los traductores no van nunca en contra del autor estableci… […]

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