Sigue el espectáculo y vuelve la selección inconsciente, un fantasma semántico, en el párrafo quingentésimo trigésimo primero de El Origen de las Especies

Disfruten de nuevo con los juegos de palabras:

Cuando los geólogos consideran fenómenos largos y complicados, y luego consideran cifras que representan varios millones de años, las dos cosas producen un efecto completamente diferente, e inmediatamente las cifras son declaradas demasiado pequeñas

 

Y no se vayan porque el espectáculo continúa:

 

Pocos de nosotros, sin embargo, sabemos lo que realmente significa un millón; míster Croll da el siguiente ejemplo: tómese una tira estrecha de papel de 83 pies y 4 pulgadas de largo, y extiéndasela a lo largo de la pared de una gran sala; señálese entonces en un extremo la décima parte de una pulgada; esta décima de pulgada representará un siglo, y la tira entera un millón de años.

 

Y más aún. Ahí queda eso:

 

No hay que suponer que las especies en estado natural cambian siempre tan rápidamente como los animales domésticos bajo la dirección de la selección metódica. Sería por todos conceptos mejor la comparación con los efectos que resultan de la selección inconsciente, esto es, de la conservación de los animales más útiles y hermosos, sin intención alguna de modificar la raza; y por este proceso de selección inconsciente se han modificado sensiblemente diferentes razas en el transcurso de dos o tres siglos.

 

Selección inconsciente, es decir seleccionar sin saber por qué. Elegir, entre varias cosas, una, dos, o las que sean, pero un elegir especial. Sin sentido alguno. Sin elección.  Elegir sin elegir ¿Me entienden? ¿No? Miren y recuerden:

 

Para que alguien pueda escribir sobre evolución lo primero que debe aprender es a contradecirse. La ambigüedad ha de ser su doctrina.  La Selección Natural su guía.  Recuerden: Dentro de cincuenta años nadie entenderá de qué estamos hablando. Neolengua es Ingsoc e Ingsoc es Neolengua. Doblepensar. 1984. Orwell.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Nevertheless this impression is partly false. Mr. Croll, in an interesting paper, remarks that we do not err «in forming too great a conception of the length of geological periods,» but in estimating them by years. When geologists look at large and complicated phenomena, and then at the figures representing several million years, the two produce a totally different effect on the mind, and the figures are at once pronounced too small. In regard to subaerial denudation, Mr. Croll shows, by calculating the known amount of sediment annually brought down by certain rivers, relatively to their areas of drainage, that 1,000 feet of solid rock, as it became gradually disintegrated, would thus be removed from the mean level of the whole area in the course of six million years. This seems an astonishing result, and some considerations lead to the suspicion that it may be too large, but if halved or quartered it is still very surprising. Few of us, however, know what a million really means: Mr. Croll gives the following illustration: Take a narrow strip of paper, eighty-three feet four inches in length, and stretch it along the wall of a large hall; then mark off at one end the tenth of an inch. This tenth of an inch will represent one hundred years, and the entire strip a million years. But let it be borne in mind, in relation to the subject of this work, what a hundred years implies, represented as it is by a measure utterly insignificant in a hall of the above dimensions. Several eminent breeders, during a single lifetime, have so largely modified some of the higher animals, which propagate their kind much more slowly than most of the lower animals, that they have formed what well deserves to be called a new sub-breed. Few men have attended with due care to any one strain for more than half a century, so that a hundred years represents the work of two breeders in succession. It is not to be supposed that species in a state of nature ever change so quickly as domestic animals under the guidance of methodical selection. The comparison would be in every way fairer with the effects which follow from unconscious selection, that is, the preservation of the most useful or beautiful animals, with no intention of modifying the breed; but by this process of unconscious selection, various breeds have been sensibly changed in the course of two or three centuries.

 

Sin embargo, esta impresión es, en parte, falsa. Míster Croll, en un interesante trabajo, hace observar que no nos equivocamos «al formar una concepción demasiado grande de la duración de los períodos geológicos», sino al evaluarlos por años. Cuando los geólogos consideran fenómenos largos y complicados, y luego consideran cifras que representan varios millones de años, las dos cosas producen un efecto completamente diferente, e inmediatamente las cifras son declaradas demasiado pequeñas. Por lo que se refiere a la denudación atmosférica, míster Croll demuestra -calculando la cantidad conocida de sedimentos acarreados anualmente por los ríos, en relación con sus cuencas- que, de la altura media de todo el territorio, serían quitados de este modo, a medida que fuesen gradualmente destruídos, mil pies de roca sólida en el trascurso de seis millones de años. Esto parece un resultado asombroso, y algunas consideraciones llevan a la sospecha que puede ser demasiado grande; pero, aun reducido a la mitad, o a la cuarta parte, es todavía muy sorprendente. Pocos de nosotros, sin embargo, sabemos lo que realmente significa un millón; míster Croll da el siguiente ejemplo: tómese una tira estrecha de papel de 83 pies y 4 pulgadas de largo, y extiéndasela a lo largo de la pared de una gran sala; señálese entonces en un extremo la décima parte de una pulgada; esta décima de pulgada representará un siglo, y la tira entera un millón de años. Pero, en relación con el asunto de esta obra, téngase presente lo que quiere decir un siglo, representado, como lo está, por una medida completamente insignificante, en una sala de las dimensiones dichas. Varios eminentes criadores, en el transcurso de su sola vida, han modificado tanto algunos animales superiores -que propagan su especie mucho más lentamente que la mayor parte de los inferiores-, que han formado lo que merece llamarse una nueva subraza. Pocos hombres se han ocupado, con el cuidado debido, de ninguna casta durante más de medio siglo; de modo que cien años representa el trabajo de dos criadores sucesivos. No hay que suponer que las especies en estado natural cambian siempre tan rápidamente como los animales domésticos bajo la dirección de la selección metódica. Sería por todos conceptos mejor la comparación con los efectos que resultan de la selección inconsciente, esto es, de la conservación de los animales más útiles y hermosos, sin intención alguna de modificar la raza; y por este proceso de selección inconsciente se han modificado sensiblemente diferentes razas en el transcurso de dos o tres siglos.

 

Lectura aconsejada:

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